Dice que es un «tipo normal» y en cuanto se relaja emplea todos sus esfuerzos en que se le note. Juan Vicente Herrera, nacido en burgos en 1956, no oculta el esfuerzo físico que le supone esta campaña porque ya no es «el Juanvi de hace 16 o 12 años». Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, ejerció la abogacía hasta 1992. luego lo cambió por la política. en marzo de 2001 se aupó a la presidencia de la junta y ahí continúa con ánimo de ser reelegido.
El acuerdo era una hora y cuarto de entrevista y nada más sentarse ya bromea con que él dará otros 20 minutos. Cumplido el tiempo pactado, es él quien toma la iniciativa: otra media hora. En total, una hora y cincuenta minutos con los periodistas en los que responde de forma tranquila, dubitativo ante algunas preguntas ‘personales’, vehemente para remarcar que no tiene un ‘plan b’ para la próxima legislatura, lo que le ayuda a no distraerse, y con toda la intención cuando quiere cuestionar o criticar algunas actitudes.
Es su tercera campaña electoral, ¿en qué la ve diferente?
Lo diferente somos nosotros. Hay un cambio de candidatos en los demás partidos y yo, desde el punto de vista físico, tampoco soy el mismo Juanvi que hace 12 o 16 años. Las circunstancias, y esto es lo importante, son muy diferentes. No es lo mismo las propuestas realistas que planteas en un escenario continuado de crecimiento y cuando nos disponíamos a alcanzar la tasa histórica de empleo en la Comunidad que en estos momentos, muy complicados, de crisis y con una situación dramática.
¿Cuánto de responsabilidad, de sacrificio personal o de proyecto inacabado pesa en la decisión de volver a presentarse?
Cuando tomas una decisión de este calado sabes que exige, en estos momentos de dificultad, un sacrificio. Cuando las cosas van muy bien, es relativamente fácil y sencillo. La decisión se toma con todas las consecuencias, pero algo hay de responsabilidad, de convicción, de fuerzas y de ganas. Herrera desde el punto de vista físico no es el mismo y una campaña es un esfuerzo, pero la ilusión y la convicción es la misma. Y lo que sí puedo aportar es cierta previsibilidad, cierta experiencia, cierta decantación. Esto es lo que determinó al partido y a mí tomar la decisión.
Después de diez años al frente del Gobierno regional y de 20 en este mundo de la política…
No. Le corrijo: en la política de este mundo. Porque yo inicié mi vida política en Castilla y León y todavía continúa aquí. Ni tengo plan b, ni compatibilizo esto con otras funciones porque creo que Castilla y León exige dedicación exclusiva y, sobre todo, mucho compromiso. Por lo tanto, más que estar en el mundo de la política estoy en la política de este mundo. Quiero resaltar esto porque en un momento en que el partido y el Gobierno socialista cuestionan el modelo autonómico hay que estar muy comprometidos con él, porque ha sido bueno.
¿Cómo evita las rutinas, los cansancios e, incluso, los intereses creados que tenga alrededor?
Este ejercicio de responsabilidad te va dando poso, experiencia. Has visto ya cosas sobre las aspiraciones, las apetencias o los sentimientos de las personas. Siempre intento moverme con sentido común y, por supuesto, recargando las pilas, estando animado y transmitiéndolo. Lo bueno y lo malo de esta situación es que eres tú quien tienes que movilizar y animar. Creo que con sentido común y fuerza.
Se suele acusar a los presidentes de un cierto síndrome de aislamiento. ¿El presidente tiene la sensación de seguir pisando la realidad?
Parte de la experiencia te indica que nunca pisas suficientemente la realidad, que aunque no vivas en un palacete aislado sino en un lugar céntrico y vayas a tu ciudad y a tus rincones, la agenda de trabajo, los problemas, los papeles, las reuniones y las obligaciones institucionales siempre tienden a separarte de la realidad. Y sobre todo cuando esta realidad es tan dramática y tan dura. No nos podemos poner en la piel y nunca alcanzaremos a medir lo que hoy se siente en los hogares con todos sus miembros en paro o sin derecho a la percepción.
Seguimos en lo personal, ¿cómo ha evolucionado en estos diez años al frente de la Junta? ¿Cómo era aquel día de San José y en qué ha cambiado? ¿Ha cubierto las expectativas?
Lo primero, se han pasado muy rápido estos diez años. Te das cuenta que la tierra que quieres tiene una sociedad dinámica. Ésta es una tierra viva, donde los retos y los problemas se encauzan, se resuelven, vuelven a aparecer y a mí me complace que aquí hayamos sido capaces de mantener un clima de respeto, de aceptación de las ideas de los demás, de consenso, de diálogo. Esa cultura y práctica del diálogo social, en lo bueno y en lo malo, es lo que a mí me enorgullece. En este tiempo creo que hemos sido capaces de demostrar que esta es una sociedad abierta, integradora, que hemos recibido a casi 170.000 inmigrantes que han pasado a ser ciudadanos. En estos años se ha consolidado una modernización de nuestra propia estructura económica productiva, lo que seguramente es la razón profunda de que hayamos sido capaces de resistir a la crisis mejor
Ha dicho que ha cambiado físicamente, ¿y en lo personal?
La persona avanza y me imagino que en unas cosas a favor y en otras en contra. Yo he procurado en lo personal una posición y una disposición similar. No creo que haya cambiado, pero es una percepción mía que puede no responder a la realidad. Me preguntan muchas veces cómo me valoro y lo tengo claro: soy un tío normal. Decía Chuchi Quijano que a esto (a la política) llegas y no sabes cómo has llegado, porque son carambolas de la vida, pero luego te das cuenta de la dimensión y del honor. Para mí, va a ser muy importante lo que digan el día 22 los ciudadanos, como ha sido muy importante lo que me han dicho ya en dos ocasiones.
Los resultados se analizan también según las expectativas. ¿No llegar a los 50 procuradores sería una decepción?
Yo creo que sería una decepción para quien no llegue a la mayoría absoluta. Yo lo que pretendo es tener la mayoría suficiente en Castilla y León para seguir desarrollando con coherencia un proyecto. Estamos en condiciones de mejorar respecto a hace cuatro años. Me gustaría hacerlo y para mí el fracaso sería no mejorar, no tanto en número de escaños, como en voto popular.
