Mientras en sus discursos el presidente de los EEUU, Barack Obama, critica las pretensiones de la derecha norteamericana de sellar la frontera con México para que no sigan llegando más espaldas mojadas, lo cierto es que la actual Administración demócrata va camino de batir todos los récords de fiereza contra la inmigración ilegal. De hecho, solamente en el pasado año fiscal, entre septiembre de 2009 y el mes anterior, el Gobierno que lidera el mandatario afroamericano deportó a más de 393.000 sin papeles, la mitad de ellos acusados de algún delito grave.
Pese a que tal balance podría antojarse incómodo para un presidente presuntamente progresista, lo cierto es que ayer fue esgrimido con orgullo por la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, que incluso presentó los datos como uno de los grandes logros de Obama, que trata así de contentar a los sectores más conservadores de la sociedad de la superpotencia, que exigen más control del flujo de extranjeros y de drogas que se cuelan por sus permeables fronteras.
Napolitano detalló que sus «históricos resultados» a la hora de echar a los indocumentados suponen un aumento del 70 por ciento con respecto a la Administración de George W. Bush, teóricamente mucho más intransigente en materia migratoria.
A juicio de la funcionaria de Obama, Washington ha centrado sus esfuerzos en la aplicación «inteligente» y «eficaz» de las medidas policiales con especial énfasis en la deportación de criminales, que «suponen una amenaza para la seguridad pública».
Tal rigor, lejos de relajarse, promete ir in crescendo durante los meses venideros, puesto que también ayer mismo el Departamento de Seguridad Nacional anunció la ampliación del controvertido programa denominado Comunidades Seguras, que utiliza información biométrica para identificar y expulsar a extranjeros internados en cárceles estatales y locales.
La iniciativa, fuertemente criticada por grupos humanitarios y defensores de los inmigrantes, entró en vigor en 2008 y se aplica ya en más de 600 jurisdicciones, incluyendo prácticamente todas las del suroeste del país.
Tal programa, motivado en buena parte por las dificultades económicas que obligan a vaciar las cárceles para recortar gastos en el sistema penitenciario y que en 2013 debería estar operativo en todo el país, no basta, sin embargo, para contentar al ala más reaccionaria del Partido Republicano, hasta el punto de que Lamar Smith, el miembro del partido derechista de mayor rango en la comisión judicial de la Cámara de Representantes abogaba por una dureza muchísimo mayor a la hora de poner en práctica la filosofía de que «América debe ser solo para los americanos».
«Además de deportar a los inmigrantes criminales, ellos deben asegurar la frontera para que los deportados no puedan regresar», explicó el legislador antes de prometer que su formación será muy beligerante para exigir al Congreso que apruebe una reforma para endurecer las leyes que regulan la inmigración.
Tal modificación, que hasta ahora no ha podido concretarse por las enormes diferencias, al menos teóricas, entre republicanos y demócratas, podría llegar tras las elecciones de noviembre, que podrían dar mayoría a los derechistas en ambas cámaras y posibilitarles pues completar el plan que comenzó este pasado verano cuando consiguieron destinar casi 500 millones de euros para reforzar la frontera con México, por la que han llegado a EEUU gran parte de los once millones de indocumentados que según las estimaciones más conservadoras residirían actualmente de manera ilegal en el territorio norteamericano.
Clinton no sustituirá a Biden.- Los rumores siguen planeando por la Casa Blanca. Ayer el presidente de EEUU, Barack Obama, emitió un comunicado negando que se plantee reemplazar a Joe Biden como vicepresidente y sustituirlo por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, de cara a los comicios de 2012. El cotilleo surgió después de que en una entrevista concedida a la cadena CNN, el periodista Bob Woodward asegurara que ese relevo «está encima de la mesa». El chisme justificó la sustitución porque Clinton, muy popular entre sectores clave de los votantes, como las mujeres o los latinos, podría ayudar en las urnas a Obama, cuya popularidad se encuentra a la baja.
A su vez, la ex primera dama norteamericana podría plantearse lanzar de nuevo una campaña presidencial en 2016, tras haber sido derrotada en las primarias de 2008 por el actual mandatario. Pero en declaraciones a la prensa ayer, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, afirmó que los rumores «no son en absoluto verdad. No es nada que se haya abordado». Según Gibbs, el Jefe del Estado cree que «seleccionar a Joe Biden es una de las mejores decisiones que ha tomado. El número dos ha hecho un trabajo extraordinario en su manejo de toda una gama de tareas muy complicadas que han sido solucionadas».
