La gripe tardó en entrar en los hogares segovianos esta temporada y ha tardado más de lo habitual en abandonarlos. Además de remolona, suave y resistente, la epidemia ha tenido un comportamiento ‘raro’, tal y como reconocen los expertos del Servicio de Sanidad.
A la espera de que a lo largo de esta jornada de miércoles, el informe de la Red Centinela Sanitaria de Castilla y León emita sus últimos datos, el jefe del Servicio Territorial de Sanidad y Bienestar Social, César Montarelo confirma que si bien en mayo aún persiste alguna detección de virus gripal tipo B, la onda epidémica acabó la semana 16, que va del 18 al 24 de abril. Como dato comparativo el pasado año, la actividad gripal abandonó el umbral epidémico (52 casos por 100.000 habitantes) en la semana 10, en marzo. En ambas campañas la epidemia comenzó la segunda semana del año (enero) y si bien en el ejercicio 2015 los datos de su incidencia quedó reflejada en la habitual forma de campana, —con un progresivo incremento de casos inicial hasta alcanzar la cima y un descenso final—, este año se ha manifestado en forma de “picos de sierra”, con frecuentes subidas y bajadas de incidencia, sin llegar a registros muy elevados. El pasado año el único pico se alcanzó en la semana 5, con una incidencia semanal ajustada para Castilla y León de 422,2 casos por 100.000 habitantes y un nivel de intensidad alto. En 2016, ha habido varias puntas, en la semana 4, semana 7 y semana 9, con una incidencia semanal ajustada para Castilla y León de alrededor de 180 casos por 100.000 habitantes y un nivel de intensidad siempre bajo.
El jefe de Sanidad explica que “la gripe ha tenido un comportamiento más raro que otros años, ha sido menos intensa, más benigna y ha durado más tiempo, con un ligero repunte al final”. Las causas de estos movimientos “posiblemente que el virus circulante coincidía con el de la vacuna (tipo A) y que el principio de año ha sido climatológicamente más suave”, señala César Montarelo. El rebrote final que ha hecho más resistente a la gripe este año se debe principalmente a la aparición del virus tipo B, que no entra en la vacuna de esta campaña, y también a la climatología que ha traído lluvia y bajas temperaturas en la primavera.
