Hace días, el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, se quejaba amargamente de que «hay quienes creen que los ciudadanos ya han decidido». Tiene más moral que el Alcoyano porque las encuestas de todos los periódicos le castigan, la situación económica -y el paro- es mucho peor de lo que pensaba antes de obligar a Zapatero a adelantar los comicios, el PP está limpio de Camps y Gürtel, UPN le traiciona y se va con el enemigo, Griñán le gana el pulso y no podrá hacer coincidir las andaluzas con las generales, su jefe le obliga a aceptar una reforma exprés de la Constitución propuesta por los populares contrariando a los que creen que existe la soberanía del pueblo, ETA no va a leer el comunicado de disolución como intencionadamente se había filtrado… Y hasta los indignados, a los que mimó en Sol, le dan la espalda.
Pero lo cierto es que, como él mismo dijo el pasado miércoles, no va de farol. Es un maestro en el mus, una de sus pasiones. Como Keynes y el Real Madrid, un equipo acostumbrado, al menos en su época dorada, a las remontadas.
Nieto de un carnicero republicano de Solares (Cantabria), donde nació un 28 de julio de 1951, su padre fue aviador del bando sublevado en la Guerra Civil, luego piloto de Iberia. Estudió en el Colegio del Pilar de Madrid, ingresando en el PSOE en 1974. Sigue estudiando y corriendo, llegando a alcanzar en 1975 los 100 metros lisos en 11,2 segundos en los campeonatos nacionales universitarios con ¡el Celta de Vigo! Tras una grave lesión, lo deja. Como el sueño que de niño tuvo de participar en unas Olimpiadas a las que, posiblemente, hubiese llegado. El anisakis que contrajo hizo el resto.
Obtuvo la plaza de profesor titular de Química Orgánica en la Universidad Complutense. También trabajó en la de Constanza (Alemania) y en la de Montpellier (Francia). Tiene publicados una treintena de artículos.
Casado y sin hijos, ha hecho de padre con cinco sobrinos que se quedaron huérfanos muy pronto, y con los que veía películas de Bogart. Le encantan las de espías…
Con la llegada del PSOE al Gobierno en 1982, Rubalcaba asumió distintos cargos relacionados con la Educación, sobre todo la superior. Seis años después, fue nombrado secretario de Estado de Educación, y en 1992 asumió la cartera ministerial. Tras las generales de 1993, González le nombra titular de la Presidencia y de Relaciones con las Cortes, cargo en el que se mantuvo hasta 1996. En sus intervenciones negó reiteradamente cualquier relación del Gobierno con los GAL. ¡Quién le iba a decir que lleva más de un lustro negando el caso Faisán, la antítesis del terrorismo de Estado!
De hecho, hay un detalle en el que muy pocos han reparado, salvo en el PP donde llevan buscando denodadamente una foto suya en aquella vergonzante despedida de Barrionuevo y Vera a las puertas de la cárcel. De una forma muy hábil burló a las cámaras, aunque parece que ahora, a raíz de un libro que el pasado martes salió a la venta, Rubalcaba. El monje del poder (La Esfera de los Libros), de Julio Somoano, sí que le cazaron.
En las generales de marzo de 1996, que el PSOE pierde, llega de diputado por Madrid. Un año más tarde, en el XXXIV Congreso de la formación progresista, es elegido miembro de la Ejecutiva y secretario de Comunicación. Su inclusión en las listas de Almunia le fortalece. De hecho, fue el primer enlace con el Gobierno popular sobre ETA en la tregua de 1999.
En el siguiente congreso, en el que Zapatero vence, se integra en el Comité Federal del partido. Muchos aún siguen con la boca abierta pues él apostó por… Bono. En esta etapa, firmó con el PP el Pacto por la Libertades y contra el Terrorismo en diciembre de 2000.
Irak mina a los populares… y el 11-M los fulmina. Si bien no hay que olvidar que, como dijo un asesor de Génova en una conferencia en la Universidad de Navarra en 2004, «las curvas de intención de voto ya se habían cruzado». Como tampoco las intervenciones de Rubalcaba en la jornada de reflexión protegiendo a su jefe. Como estratega, ese día ganó por goleada a Rajoy.
Tras la constitución de las Cortes, es portavoz en el Congreso. Su oratoria le avala. Desde el 11 de abril de 2006 sustituye a Alonso al frente de Interior (Zapatero le llamó a él y a Blanco, tanteándoles durante media hora, y ofreciéndoles el puesto), donde triunfa en materia de seguridad vial y de lucha antiterrorista. Hasta el Faisán.
Todo le va rodado, y sigue en Interior en 2008. Con Chacón se lleva de maravilla cuatro años antes. Y circuló el rumor de que había algo más. «¡Ya me gustaría!», comentó socarrón. Pero la relación se enfría cuando la catalana se ennovió con la sombra de Zapatero, Miguel Barroso, que se ha propuesto convertirla en presidenta de España. Los dos hombres se enemistan y lleva siete años distanciado de ella. Son pura ambición, aseguran en Ferraz.
Todo se enrareció hace un año, cuando fue nombrado vicepresidente y dejó a Zapatero en un segundo plano. Eso sí, para asegurarse de que no habrá primarias, transige con que Bildu entre en escena, ya que su jefe lo deseaba para pasar a la Historia como el hombre que acabó con ETA. Pero el frente nacionalista no ocupa la mayor parte de los pensamientos de su privilegiada cabeza, sino saber salvar a la nave socialista del hundimiento. Sus destinos, como Ulises al mástil de su barco de La odisea, van atados.
