El despilfarro en el gasto público, el fraude fiscal y la escasa productividad han llevado a Grecia a la actual situación de auténtica tragedia económica.
La deuda pública suma ya la astronómica cifra de los 300.000 millones de euros para un país con 11 millones de habitantes y supone ya el 113,7 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) del país, la mayor tasa de endeudamiento de la eurozona.
Un dato que, sin embargo, va a empeorar aún más. El propio ministro griego de Finanzas, Giorgios Papaconstantinou, ha alertado de que la deuda subirá hasta el 120 por ciento en 2012, para volver a caer a los niveles actuales en 2014.
Ya el pasado año, Grecia terminó el ejercicio con un déficit fiscal del 12,7%, más de cuatro veces por encima del límite teórico permitido en el plan de convergencia de los países que tienen al euro como moneda.
Ante la rotundidad de esas cifras, el Ejecutivo socialista ha lanzado un auténtico plan de choque para intentar evitar el descalabro del país.
Un descalabro que el propio primer ministro, Giorgios Papandreu ha reconocido que está «hecho en casa» y del que han responsabilizado por el despilfarro al anterior Gobierno conservador.
Tras apenas cuatro meses en el poder, Papandreu se ha lanzado a la enorme tarea de reducir gradualmente el déficit. Primero hasta el 8,7% este año y, luego, hasta el 5,6 y el 2,8% en los ejercicios siguientes.
Si el plan tiene éxito, el déficit griego tendría que regresar al redil del 2% en 2013.
Esa estrategia ha recibido el apoyo de la Unión Europea, que incluso se plantea acudir al rescate de Grecia para evitar que el derrumbe de su economía arrastre al resto de la eurozona.
La exigencia de Bruselas para que Grecia tome medidas de saneamiento ha sido respondida por Atenas con un plan de reformas estructurales y a largo plazo, que van desde la reforma del sistema impositivo como cambios en las pensiones.
