LLegó a EL ADELANTADO cuando la entrevista ya había empezado y Julio Michel, el director de Titirimundi, contaba cómo se viven desde la organización del festival los días previos. El retraso estaba justificado porque Rodorín venía de actuar en un colegio segoviano, una función que se adelantó un día para evitar la coincidencia con la jornada de huelga convocada hoy en la enseñanza. José Antonio López Parreño ‘Rodorín’, madrileño, está considerado un gran narrador de historias, y para contarlas se sirve de marionetas, objetos, libros… ¿Cómo ha ido la función con niños de Nueva Segovia?
Estupendo. El colegio era maravilloso, los niños también. Estaba muy a gusto. Vengo tarde pero podría haber estado allí más rato.
Da la impresión, sin embargo, de que los niños de ahora son un público más difícil que los de hace décadas, que están a otras cosas: a la consola, a los videojuegos, en internet…
Ahora tienen más diversidad de cosas con las que entretenerse pero yo creo que el recorrido que tiene que hacer un niño no difiere del que ha sido siempre. ¿Qué pasa si a un niño que está en casa solo con la consola le dices ‘¿nos vamos con la bicicleta al parque? Que deja la consola seguro. Lo que pasa es que como no se les lleva al parque ni a los títeres, por ejemplo, pues claro, se enganchan con lo que tienen.
Pero también hay videojuegos educativos o eso dicen…
Yo creo que lo primero es la realidad y el niño tiene que manejar la realidad. No puede ver un árbol en la maquinita, tiene que ir a donde está el árbol, subirse al árbol, arañarse con las ramas, mancharse, oler a pino. Eso es fundamental y, sin embargo, se le ofrece todo el rato virtualidad, que es otra historia. Por eso cuando ven títeres se ponen con los ojos muy abiertos porque están viendo una cosa viva ante sus ojos, que está haciendo otra persona para ellos. Vamos, donde esté eso o los cuentos… Nosotros nos dedicamos a contar cuentos pero donde esté un padre o un abuelo contando un cuento a un niño por la noche en la cama que se quite todo lo demás. La presencia física es fundamental y los títeres, el teatro en general, tienen eso; estamos aquí y es casi un acto ritual, el juntarse para eso.
En Titirimundi este año viene con funciones escolares y también algunas en lugares de la provincia como El Sotillo o Torrecaballeros. El espectáculo se llama ‘Retablillo de títeres y otros cuentos’ ¿Cómo es una función de Rodorín?
Lo que hago es una mezcla de narración y títeres, con objetos, libros, marionetas… Es una mezcla de las dos cosas pero en el fondo es narrar. Normalmente el titiritero solía estar escondido, aunque ahora hay de todo, pero con el cuento tienes que estar a la vista, importa la cara del que cuenta, y además estoy sentado. Eso lo he aprendido de mi maestro Federico Nebrás, que dice “la poesía se recita de pie pero los cuentos se cuentan sentado”.
¿Qué objetos utiliza para su espectáculo?
Los titiriteros suelen especializarse en algún territorio, algunos hacen marionetas de hilo, incluso las elaboran ellos mismos, otros se centran en las de guante… Pero yo parto de la narración. Lo primero es la historia y dependiendo de la historia tiras por un territorio u otro. La marioneta de hilos es más lenta, la utilizo para historias con un ritmo más pausado pero a veces encuentro cosas que luego ensamblas en una historia. Cada una de las que se utilizan en el Retablillo han nacido de forma diferente. Este espectáculo es como un collage. Son ocho o diez cuentos, un cajón de sastre.
Cuenta Julio Michel que le ha visto entusiasmarse con un ovillo de lana o alpaca en Perú y de ahí sacó un caracol, un personaje. ¿Las ideas surgen en cualquier momento y en cualquier lugar?
Sí. La última historia que he montado es de una autora valenciana, Aitana Carrasco, que tiene un libro que se llama ‘Ramona la mona’. Es un personaje que en el libro tiene una casa azul y me encontré un palé de obra azul que utilicé para la casa. Luego, paseando por el rastro encontré un muñeco en un cochecito y lo incorporé.
Y luego está la magia del artista que consigue dar vida a esos objetos inanimados.
Creo que el arte del títere es eso, que no se vea un trozo de madera o una tela, sino algo vivo. Eso es fundamental.
¿En estos tiempos de alta tecnología la imaginación importa para vivir?
Lo que pasa es que vivimos en una época excesivamente racionalista, científica y los chavales están perdiendo un poco el imaginario, porque está desprestigiado en el sentido en que las cosas imaginarias son como cosas de gente que está en las nubes. Y se nota, porque los chavales se empapan de lo que viven. Lo racional, esos debates psicológicos sobre si no hay que hablarles a los niños de los Reyes Magos…. que puede ser malo. El chaval construye a partir de lo imaginario y no se podrían haber hecho aviones si alguien no hubiera visto un pájaro y no hubiera imaginado que podía volar. Realmente no es imaginativo el que tiene la cabeza en las nubes si no el que tiene los pies en la realidad, porque solo a partir del conocimiento de la realidad puedes llevarlo a otros territorios. Eso, sobre todo para el conocimiento, es fundamental.
