Las señales llegaban desde múltiples rincones. La última, el pasado jueves, cuando Cristina Narbona, mano derecha de Rubalcaba, afirmaba que estaban preparados para «cualquier horizonte». La interpretación en algunos medios, incluido éste, fue instantánea: hay fumata blanca. Menos de 24 horas después, la maquinaria de RbCb -así se hace llamar en el ciberespacio- seguía trabajando a pleno rendimiento, máxime al saber que su principal rival, el PP, ya conocía la noticia del año que, curiosamente, es la menos esperada: hay adelanto electoral. El disparo de salida debía darlo el presidente Zapatero, que lo hizo con una sensación de paz que deja a las claras el tremendo desgaste físico, y sobre todo mental, que lleva soportando desde que la crisis que tanto tiempo tardó en aceptar, se declaró como un voraz incendio de verano que se pasa una eternidad sin control.
El jefe del Ejecutivo justificó la decisión por el «interés general», en ningún caso electoral, y para que un nuevo Gabinete pueda asumir desde el 1 de enero la gestión del ejercicio de 2012. El hecho de que la cita con el 20-N es «casual», por lo que no quiso darle importancia.
Asimismo, el leonés reveló la nueva fecha de los comicios en la rueda de prensa posterior al último Consejo de Ministros del curso político y explicó que había optado por comunicar la decisión, «pensada y madurada» desde hace tiempo, para «proyectar certidumbre política y económica en el corto plazo».
Zapatero quiso hacer especial hincapié en que el anticipo de los comicios es «bueno para la economía». De hecho, confirmó «cierto cambio de tendencia positivo que el Gobierno cree que continuará en el futuro inmediato», y no dudó en reseñar para ello los últimos datos económicos, como la EPA o la reducción del déficit. Eso sí, quiso dejar claro que su equipo, hasta el último momento, que «van a cumplir todos los compromisos para consolidar el crecimiento y la recuperación de empleo».
No quiso el aún presidente entrar en valoraciones u opiniones, sobre el candidato Pérez Rubalcaba. Zapatero, siguiendo en todo momento la senda institucional, explicó que antes de la disolución de las Cortes, fijada para el 26 de septiembre, todavía habrá tiempo para aprobar las leyes y reformas económicas que están en fase final de tramitación.
En su comparecencia, el presidente del Gobierno, anunció, además, que no será diputado socialista en la próxima legislatura, ya que no va a concurrir a los próximos comicios en ninguna de las listas del PSOE.
Sobre la forma en que tomó su decisión y las personas a las que consultó, el inquilino de la Moncloa se limitó a reiterar que lo tuvo claro «hace tiempo», y que podía hacer «un relato» de todos con los que había hablado.
Marcar los tiempos
Se veía venir, de lejos. Zapatero no ha aguantado. Esta vez no ha podido continuar con su empecinamiento en agotar una legislatura marcada a fuego por su falta de apoyo y credibilidad. Las incesantes presiones que llegaban desde la calle Ferraz, donde el aparato electoral ya ha empezado a marcar los tiempos, han empujado a uno de los presidentes más mediocres que ha tenido este país a tomar esa determinación esperada, incluso diría que deseada, por todos. Habrá elecciones y serán el 20 de noviembre; una fecha que no deja de ser llamativa por las fuertes connotaciones políticas que tiene. ¿Azar o necesidad?
La sociedad demandaba un cambio. Aire fresco para despejar las acompasadas y acartonadas cortinas de humo de un Gobierno que sólo ha sabido cambiar de rumbo cuando los mercados, EEUU y Alemania le han marcado una inquebrantable hoja de ruta en la que le indicaban lo que tenía que hacer. La errática política económica de un Ejecutivo, que negó hasta la saciedad la existencia de la crisis, ha provocado que España se haya asomado al abismo en el que se encuentran hoy Irlanda, Portugal o Grecia. Zapatero no ha sabido ofrecer una respuesta real, contundente y viable que inyectara optimismo en el tejido empresarial nacional. Nadie confiaba en él. Todo eran infames arreglos, soluciones temporales, parches… Y cuando la rueda de una bicicleta ha tenido muchos, muchos pinchazos, el aire siempre se termina perdiendo.
En el otro frente, Rajoy tiene ante sí su última reválida y su partido llega con ganas de hacer bueno el dicho de que a la tercera va la vencida. En Génova ya han preparado una completa agenda para tratar de conocer de primera mano el sentir de la gente. No será fácil a pesar de haberse quitado el muerto de Camps. El efecto Rubalcaba y el escaso tiempo que hay hasta el 20-N soplan a favor del PSOE. La tendencia ha cambiado en la última encuesta del CIS, la estacionalidad de la EPA les ha dado un respiro y, como dicen algunos, la posibilidad de que ETA deje las armas antes de los comicios podría ser el as que el socialismo tiene en la manga. Tendremos una apasionante carrera electoral cuyos frutos, sean del color que sean, servirán para generar confianza y estabilidad.
