A buen seguro, el obispo de Segovia Ángel Rubio vivió ayer uno de los momentos más amargos de su tarea pastoral en la diócesis al presidir la misa de desagravio que abarrotó ayer el Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, que constituyó toda una manifestación de dolor por la agresión sacrílega contra la patrona de Segovia, así como de afecto y cariño hacia la madre de todos los segovianos.
Con semblante adusto y voz grave, monseñor Rubio presidió la misa, que contó con el canciller del Obispado, Alfonso Frechel, el delegado diocesano de Patrimonio, Miguel Ángel Barbado y el rector del Santuario, Serafín Merino, como sacerdotes concelebrantes.
Portando el báculo que regaló a La Fuencisla cuando tomó posesión de la diócesis, durante la celebración, manifestó la conmoción y la pena que sienten todos los segovianos por la «profanación y la gravedad de lo que ha sucedido», el robo «furtivamente» de las coronas, reliquias del siglo XVII, y la bola símbolo del mundo y la tierra.
«Hoy caemos de hinojos ante el trono y nos sentimos ultrajados, porque los segovianos que tanto te aman, reina, te aclaman. Por ti Segovia vive, confía, reza, ama y ansía», expresó a la Virgen antes de manifestar su deseo de que algún día puedan volver a ceñir su cabeza con la corona ayer sustraída.
El obispo quiso aprovechar este triste suceso para apelar a la “Reina de la paz” y pedir su intercesión para que la sociedad “alcance el don de la concordia y siga los senderos del padre”, y pidió por las vocaciones, por las familias, así como para que “aumente el entusiasmo de la diócesis, de sus parroquias, movimientos, hermandades y cofradías de cara a trabajar por la fe y la esperanza”.
Tras la misa, que concluyó con el Himno de la Fuencisla, el obispo quiso explicar a los fieles las circunstancias del suceso, cuyo relato hizo que muchas de las personas que asistieron mostraran con lágrimas en los ojos la emoción por estos
hechos.
Posteriormente, tuvo lugar el rezo del Santo Rosario, dirigido por el Rector del santuario, en el que muchos segovianos prolongaron su oración durante el resto de la tarde.
