Cuenta María Ferreiro, sumiller del Restaurante El Cordero, que estos días está pasando de la risa al llanto con facilidad. Las emociones a flor de piel por la tristeza de abandonar Segovia, ciudad de la que se enamoró hace ya casi una década, y la alegría por retornar a su tierra gallega, con los suyos y para enfrentarse a un nuevo reto profesional en uno de los mejores restaurantes de Santiago de Compostela, Casa Marcelo.
Natural de Malpica de Bergantiños (La Coruña), María fue finalista del prestigioso certamen La Nariz de Oro y el año pasado obtuvo la segunda posición en el campeonato de mejores sumilleres de Castilla y León. Aunque llegó a Segovia hace nueve años, fue hace seis, cuando empezó a trabajar en El Cordero y empezó su carrera profesional como sumiller.
No ahorra palabras de agradecimiento para el restaurante y sobre todo para Ángel García, al que denomina “maestro” y asegura que es “un grande”, que “sin él no hubiera podido hacer nada” en el mundo del conocimiento de los vinos. También se muestra agradecida con todos los componentes de la Asociación de Sumilleres de Segovia: “Me han dado todo su apoyo y he aprendido de todos ellos”.
Insiste en que el motivo de su marcha de El Cordero y de Segovia es únicamente “que necesito estar cerca de mi familia, con mi gente”, que últimamente sentía con más fuerza la morriña gallega. La decisión estaba tomada pero, además, se ha dado la circunstancia de que ha conseguido trabajo en el restaurante Casa Marcelo, de Santiago de Compostela, uno de los referentes de la gastronomía gallega.
“Aquí dejo muchísimos amigos y me gustaría destacar especialmente a Laura y Mónica. Pero ha hecho amigos con compañeros de trabajo, clientes…”, cuenta.
Por eso reconoce que le da “mucha pena” dejar la ciudad porque con Segovia asegura que tuvo “amor a primera vista”. “Me enamoré completamente, el flechazo fue con la ciudad”, afirma, aunque también reconoce que al principio le costó conectar con al gente, por el carácter serio de los castellanos pero que una vez que se forja la amistad “se hace piña”, añade.
Ayer era su último día en El Cordero y las muestras de afecto recibidas por parte de compañeros, clientes, amigos han sido constantes. “Ha sido una experiencia intensa y muy positiva. Probablemente estos años en Segovia han sido los más interesantes de mi vida”, concluye. Es consciente de que ahora se le ha presentado, también en lo profesional, “una gran oportunidad”, pero se muestra convencida de que volverá a Segovia para visitar a los amigos. “Haré las vacaciones al revés que las estaba haciendo hasta ahora”, comenta.
Emocionada y feliz aprovecha la ocasión para agradecer “a todos los segovianos de todo corazón como me han tratado y se han dejado querer”. Después de todo es de esos profesionales vocacionales para quienes la dureza de la hostelería queda compensada por el reconocimiento de clientes y compañeros, algo que para ella es motivo de orgullo y muy gratificantes.
Solo queda desearle suerte y un “hasta pronto”.
