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El año que Segovia odió la siesta

por Redacción
20 de julio de 2013
en Segovia
Pedro Delgado

Pedro Delgado

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El ciclismo y la siesta de verano en Segovia, como en el resto de España, forman una sociedad prácticamente perfecta. Es ver a los ciclistas pedalear por las carreteras, y encontrar acomodo en los brazos de Morfeo, normalmente hasta que la llegada a la meta del ganador eleva el volumen de la narración del comentarista lo justo para que desaparezca el sopor, y la tarde calurosa comience de manera oficial.

Pero durante la década de los 80, a los españoles, y mas en concreto a los segovianos, comenzó a no gustarles tanto las siestas ciclistas, sobre todo cuando la carretera se empinaba. Nombres de puertos franceses tan desconocidos hasta entonces como como ‘Luz Ardiden’, ‘Alpe D’Huez’ o ‘La Madeleine’, entraron de lleno en las tertulias, deportivas o no, y todo ello por culpa de un ‘chaval’, llamado Pedro Delgado Robledo, que se atrevía a desafiar a los grandes ciclistas de entonces con la cabezonería propia de aquellos que forjan su fortuna a base de esfuerzo, y que consiguió hacerse con un hueco en los corazones, no sólo de los amantes del ciclismo, sino también en el de aquellos que vieron en el segoviano un referente de superación ante la adversidad.

Porque, hasta aquel Tour de 1988, a Pedro Delgado le llovieron las adversidades, y con ellas llegaron las adhesiones inquebrantables: “Nunca he sido consciente de la gente que arrastraba tras de mí, y nunca he provocado esa situación”, afirma el segoviano. “Cuando comencé a ser ciclista profesional, en el 82, se iniciaron en España las retransmisiones en directo de las etapas ciclistas. La telenovela se quitó para poner el Tour, o la Vuelta. Las amas de casa se engancharon al ciclismo, y yo siempre he dicho que tenía muy buena aceptación entre ellas, ya no solo por el carácter dicharachero que pueda tener, sino también por las cosas que me pasaron”.

La lista de esas ‘cosas’ da para escribir un buen libro, “porque en 1983 tuve un problema con un bidón de alimento que me provocó un corte de digestión, en el 84 me rompí la clavícula, en el 85 caí enfermo, en el 86 se murió mi madre… son cosas que a la gente le llegan a otro nivel. Cuando eres un ‘maquinón’ tienes muchos seguidores. Pero, ante mis desgracias, la gente decía ‘pobre chico’. Pero yo no quise salir tarde de Luxemburgo, ni me quise romper la clavícula, y que se muriese mi madre para nada estaba en mis pensamientos. Ahora ya lo tienes mucho más asumido, pero cuando estaba en activo era algo que no alcanzaba a entender”.

Pero llegó la 75 edición del Tour de 1988, en la que, junto a Pedro Delgado, se presentaron en la línea de salida de la ronda francesa ciclistas de la clase de Laurent Fignon, Andrew Hampsten, Erik Breukink, Raymund Dietzen, Fabio Parra, Lucho Herrera, Sean Kelly, Charly Mottet, Steve Bauer o Jean Francoise Bernard, por citar algunos de los candidatos a ganar esa edición. ‘Perico’, en la segunda temporada de su retorno al Reynolds después de dos años corriendo en el PDM holandés, llegaba con moral al Tour, después de haber superado el Giro de Italia pero también con algunas dudas tras los disgustos anteriores: “Llegué a pensar en algún momento que estaba gafado con esta prueba, porque todo lo malo que me pasaba en mi carrera deportiva, me sucedía precisamente en esas fechas. Yo en el año 83 tuve la visión de que podía ganar el Tour, pero veía que iban pasando los años, y que por unas razones o por otras ese sueño terminaba destrozado. Me daba la sensación de que el Tour no me quería”.

Sin embargo, en el Alpe D’Huez el Tour le demostró que sí le quería, coronándole de amarillo en una jornada en la que Segovia entera vio cómo su paisano se elevaba por encima de todos sus rivales, aunque la etapa fuera para Stephen Rooks, que se convirtió en su gran rival para una clasificación general de la que desaparecieron los grandes favoritos, salvo Delgado, que al día siguiente, en Villard de Lans, demostró al ciclismo que era el más fuerte de la carrera ganando la cronoescalada.

Nadie en la calle

Desde hacía varios años a Segovia no le gustaba la siesta en julio, pero fue a partir de la etapa de Alpe D’Huez cuando los segovianos directamente cambiaron sus sueños dormidos por vivir despiertos los sueños de ‘Perico’, quien era consciente de la expectación que generaba, pero que prefería no pensar demasiado en ello, “recuerdo que, durante el Tour, me decían que Segovia estaba paralizada, que no había nadie en la calle entre las tres y media y las cuatro. Que los extranjeros preguntaban qué pasaba, que si la gente no salía a la calle por culpa del calor, y que les tenían que explicar que era porque había uno de Segovia corriendo el Tour de Francia. A mí estas cosas me hacen gracia ahora, pero cuando eres corredor vives en tu burbuja: Desayuno, hacer la maleta, irte a la carrera, volver, ducha, masaje, cena, dormir, y vuelta a empezar. Es más, yo algunas veces no lo quería ni saber. Estás en lo tuyo, en tu trabajo, haciendo lo que te gusta, con la gran suerte de estar disputando una carrera al máximo nivel, y no necesitas saber más”.

En cada etapa que pasaba, el aficionado al ciclismo tenía cada vez más claro que Pedro Delgado iba a ganar el Tour de 1988, y ni siquiera una malintencionada filtración acerca de un positivo que nunca lo fue, consiguió apartar a ‘Perico’ del primer cajón del podio. Con Segovia entera echada a la calle, el hijo de Julio y de Victorina elevaba los brazos en los Campos Elíseos, convirtiéndose en el tercer ganador español del Tour de Francia, después de Federico Martín Bahamontes, y Luis Ocaña.

Un cuarto de siglo después, Pedro Delgado sigue siendo un ‘hombre Tour’, con casi 20 años de retransmisiones televisivas de la prueba francesa. Echando la vista atrás, el campeón se queda con el cariño de la afición: “No es que esté de vuelta de todo, porque 25 años es un número muy gordo, que casi produce sonrojo. Me hace gracia, más por los niños que por otra cosa, porque mis hijos me recuerdan la cifra y me piden que les cuente cómo fue esa victoria, aunque ya más o menos saben muchas historias. Reposando algunas cosas, me quedo impresionado de la cantidad de gente que había, no solo el día del homenaje, sino durante las etapas. Ahora hay mucha gente, sobre todo en el Tour, y también en otras carreras, sobre todo en España, pero no tiene nada que ver con la época que yo viví deportivamente hablando, que me parecieron una pasada. Recuerdo unas imágenes de la Vuelta a España que gané un año después, en 1989, en el paseo de La Castellana absolutamente repleta de gente. Me quedé impresionado al ver esas imágenes, porque no recordaba que efectivamente hubiera tantísimo público”.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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