Con cara de ilusión, la pequeña Daniela Sancho se presentó ayer a la entrada de la iglesia de Valsaín, a la espera de que el sacerdote, Alejandro Rozo, procediera a esparcir agua bendita con el hisopo sobre su cabrito, bendiciendo así al animal, al que había disfrazado para una ocasión tan especial. Cerca de Daniela se situaba Alfredo Martín con Supermán, un poni que, de vez en cuando, “se porta mal”, como aquella vez que se escapó a su dueño.
Un año más, la bendición de los animales, el rito más característico de la festividad de San Antón o San Antonio Abad en Valsaín, logró reunir a un buen número de personas. Y no solo niños. “Es una de las tradiciones más divertidas de este pueblo. Yo, aunque nieve o haga mal tiempo, siempre vengo”, decía Chus Merino, que se había esmerado en engalanar a su spaniel bretón a modo de vaquero, con sombrero, pañuelo, cinturón y chaleco. A pocos metros, llamaba la atención el pincher de Andrea Trilla, vestido de leopardo… Allí, junto a la iglesia de Valsaín, se habían congregado animales de todo tipo. Aunque los más numerosos eran perros y gatos, también se podían ver conejos, pájaros…
Para la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de Valsaín, la entidad organizadora de la festividad, ayer era un día señalado. Tomaban posesión los nuevos mayordomos, cargos que han recaído este año en Javier Gala Martín, Víctor González Trilla y Justo Bermejo Artola. Así que, una vez acabada la eucaristía y la bendición de los animales, la Hermandad invitaba a un aperitivo “en honor a los mayordomos” en el salón parroquial. “Esta Hermandad —explicaba Matías Arcones, uno de sus miembros— fue creada en 1756, y sus fundadores decidieron celebrar la festividad de San Antón”. A fecha de hoy, la Hermandad reúne a cerca de 500 miembros, hombres y mujeres, “todo el pueblo”.
En Valsaín, en la festividad de San Antón tiene cabida un elemento autóctono: la corta de troncos, uno de los emblemas de la localidad. Ayer no podía ser menos. Tras el aperitivo, los musculosos y esforzados deportistas protagonizaron una exhibición. Por la tarde, para rematar la función, estaba prevista una subasta de las donaciones de los vecinos, “para sufragar los gastos de la fiesta”.
El burro de Carrascal de la Cuesta.- Entre las celebraciones más curiosas que había en la provincia de Segovia el día de San Antón destaca la de Carrascal de la Cuesta, hoy desaparecida, descrita por el sacerdote Pablo Sainz Casado: “Ese día (San Antón) engalanaban a un burro, colmándole de atenciones, como lo hubiera hecho Juan Ramón Jiménez con su Platero. Le ponían un collar de rosas y escarapelas y cascabeles, les vestían con gualtrapa de colores y, a la hora de la Misa Mayor, en unión de las autoridades y el pueblo, a los sones de los cencerros le acompañaban hasta la iglesia. Al alzar a Dios, los mozos ponían al borrico de rodillas. Después de la misa, el burro y todo el pueblo iban al refresco y le daban al burro bollos y una copichuela de aguardiente”.