La ajustada derrota del PP el martes en el Congreso no ha enfriado lo más mínimo los ánimos del principal partido de la oposición, que sigue firme en su empeño por denunciar los nefastos efectos que tendrá la subida del IVA impulsada por el Gobierno.
Así, mientras el secretario general de los populares madrileños, Francisco Granados -aguirrista de pro-, insistía en que los conservadores llevarán a cabo «una rebelión en toda regla contra el paro, el despilfarro, la mentira, la hipocresía y contra el sablazo del IVA», porque será «letal» para la economía, la Cámara Baja reeditó un nuevo enfrentamiento entre el jefe del PP, Mariano Rajoy, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Cierto es que, con apenas 24 horas de margen respecto al Pleno del martes, los argumentos esgrimidos no variaron en lo sustancial, de modo que, a grandes rasgos, el socialista insistió en denunciar la doble cara y la «demagogia» de los conservadores, puesto que, a su juicio, mientras piden rebajas de impuestos en las Cortes, suben la presión fiscal en las comunidades donde gobiernan. En réplica, el popular remarcó que el aumento del 16 al 18 por ciento en la tasa penalizará severamente el consumo, lo que, lejos de contribuir a la recuperación, agravará la crisis.
A la hora de exponer sus argumentos, el inquilino de Moncloa recurrió a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, como ariete contra Rajoy, no solo por su «rebelión» fiscal, sino porque, según explicó, a la vez ella sube los impuestos en la región capitalina -en concreto, explicó, un 20 por ciento en los últimos años-.
Por supuesto, tales reproches no amedrentaron a Rajoy, que tiene bien claro que esta guerra del IVA cala en el electorado, y que puso todo el énfasis posible en detallar que la «insolidaria, injusta, contraproducente e ineficaz» subida de este impuesto va a afectar muy especialmente a los que menos ganan, a los parados y también a los pensionistas. «¿Por qué se empecina usted en hacer daño a los españoles y mantener el error?», preguntó el máximo dirigente de Génova a Zapatero.
Le contestó el presidente del Ejecutivo, que pidió «un esfuerzo» a los ciudadanos «para ayudar a los más débiles» e invocó «sólidas» razones, como la opinión favorable del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, para, de inmediato, entrar de lleno en el barrizal político y exhibir la ya célebre rebelión de Aguirre, que «no admite más interpretación que la que admite».
A saber, según la RAE, el término describe la «acción y efecto de rebelarse», y también un «delito contra el orden público consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos».
Tales consideraciones motivaron eufóricos aplausos de la bancada socialista, que se redoblaron incluso cuando Zapatero invitó a su oponente a «poner» en orden a la inquilina del Palacio de Correos de Madrid por salirse «de la lógica» que exige «aceptar» las leyes.
Sin inmutarse, el líder popular contraatacó reprochando al socialista que los españoles tengan que pagar «sus errores» y atribuyó el alza impositiva a su afán desmedido por gastar.
Tras el duelo de los primeros espadas le tocó el turno a la vicepresidenta económica, Elena Salgado, quien advirtió a la portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, de que, «al paso que les marcan desde la Puerta del Sol -en referencia a la ubicación del despacho oficial de Esperanza Aguirre-, van a tardar muchos años en llegar a La Moncloa».
La vallisoletana ignoró las puyas en clave interna lanzadas por la ministra y se limitó a proclamar que la subida del IVA no servirá para salir de la crisis, sino para pagar los caros errores del Gobierno. «Este país no aguanta así dos años más», sentenció.