El presidente sirio, Bachar al Asad, parece verse contra las cuerdas. Con la mayor parte de las potencias occidentales y árabes deseando firmar una resolución que le obligue a dimitir de su cargo y el anuncio del cierre de varias embajadas en su territorio (entre ellas, la de Estados Unidos el pasado lunes), el dirigente aprovechó la visita ayer del ministro de Exteriores de uno de sus pocos aliados, Rusia, para comprometerse a poner fin a la violencia «venga de donde venga», al tiempo que manifestó su voluntad de celebrar un «diálogo nacional» en el que participe la oposición. Asimismo, según detalló el jefe de la diplomacia de Moscú, Sergei Lavrov, el líder asiático también mostró su respaldo a «cualquier esfuerzo» en pro de resolver la crisis en Damasco y mantener la estabilidad.
Al Asad aseguró a su interlocutor que su régimen está «determinado» a negociar la paz con representantes del Gobierno, la oposición y figuras independientes». En este sentido, subrayó que Damasco «ha dado la bienvenida desde el principio a cualquier esfuerzo para apoyar la solución a la crisis está comprometida con el plan de la Liga Árabe aprobado el 2 de noviembre y ha cooperado plenamente con la misión de observación» de ese organismo, pese a los «obstáculos» de algunos de los países de la región.
Aun así, las palabras son una cosa y los hechos otra y la jornada volvió a teñirse de sangre, ya que el Ejército continuó su ofensiva sobre la ciudad de Homs y acabó con la vida de 13 personas en esa localidad, además de otras 10 en el resto del país.
Ante tal situación, varios Estados occidentales decidieron llamar a consultas a sus embajadores en Damasco, mientras las seis naciones miembros del Consejo del Golfo ordenaron la retirada de sus diplomáticos en Siria, al tiempo que expulsaron a los representantes del régimen de Al Asad de sus territorios.
España, Francia e Italia pidieron informes a sus delegados en el país árabe, si bien todos ellos mantienen abiertas las sedes en la capital. Más contundentes fueron Bahréin, Kuwait, Omán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que se sumaron a EEUU y cerraron sus embajadas en condena por el aumento de la violencia.
Mientras, la UE estudia reforzar las sanciones contra el Gobierno asiático y congelar sus activos financieros.
