Los celtas celebraban el 1 de noviembre el día de Año Nuevo. Una vez recogidos los frutos de otoño, comenzaba un nuevo año agrícola, con las labores de la siembra. Dos milenios después, el 1 de noviembre continúa siendo un día principal en el ciclo anual de infinidad de personas…
Para Esperanza Martín Cardiel, el 1 de noviembre es un día dedicado a recordar a sus seres queridos que ya fallecieron. Pero además es una fecha marcada en su calendario por otro motivo bien distinto. El día de Todos los Santos (o el fin de semana más próximo) termina su estancia de verano en Cabañas de Polendos. Ella divide los años en dos partes; pasa los meses más fríos en Madrid y el veraneo —desde finales de junio al 1 de noviembre— en su pueblo. Aunque la encanta estar en Cabañas, reconoce que sus inviernos son “muy duros”. “Apenas queda nadie aquí; solo hace falta ver las puertas de las casas, casi todas están cerradas a cal y canto”, dice.
El caso de Esperanza no es único. Al igual que ella, muchos otros jubilados emigran, coincidiendo con el arranque de noviembre, desde los pueblos de Segovia a las ciudades. Para ese amplio colectivo, el día de Todos los Santos marca un antes y un después. Arrancada la hoja del 1 de noviembre, comienza la época del año con menor número de residentes en los núcleos rurales…
Pero, como epílogo a la mitad cálida del año, en el día de Todos los Santos la provincia acoge a una población que multiplica a la de los residentes habitales. Ayer, el propio cementerio de Cabañas daba fe de ello. Familias enteras se reunieron para visitar las sepulturas de sus familiares. Goyi Cardiel, que vive habitualmente en Segovia, se juntó con sus dos hermanas, Asunción (residente en Segovia) y Josefina, afincada en Madrid. En una mañana fría pero soleada, las tres hermanas se esmeraron en adecentar las tumbas de sus padres y abuelos, y después, colocar las tradicionales flores. “Tenemos aquí a las personas que más hemos querido”, decía Goyi.
El cementerio de Cabañas, en una leve ladera situada a la margen derecha del río Polendos, estaba ayer muy cuidado. Una gran cruz, de finales del siglo XIX, y un ciprés de mediana altura destacaban en el camposanto. Fuencisla Manrique, habitual residente en Cabañas, y su hermana Paquita, que vive en Segovia, limpiaban las tumbas de sus familiares. “Estos días viene mucha gente de fuera, sí señor, gente que tiene aquí sus raíces”, explicaban. Era el caso de Nuria García, de Ferrol (A Coruña). “Si el 1 de noviembre cae en puente, aprovecho y vengo”, señalaba. Añadía que los días de Todos los Santos, acuden a Cabañas “muchas personas que no vienen habitualmente durante el resto del año”. Pasan unos días en el pueblo, visitan las tumbas de sus familiares y regresan a casa… María Dolores Matute cumple a la perfección ese perfil. Se desplazó, “como todos los años”, desde Madrid, para participar en los oficios con motivo de Todos los Santos (en Cabañas es tradicional el rezo vespertino de un responso en el cementerio), y luego, “aprovechar el fin de semana” para descansar en el pueblo.
Tras el ajetreo de este fin de semana, el lunes volverá la tranquilidad a Cabañas.
