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El 23-F desde un cuartel

por Redacción
20 de febrero de 2011
en Castilla y León
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La imagen, las palabras -«¡¡Quieto todo el mundo!!»- y los disparos de la pistola del teniente coronel Antonio Tejero permanecen grabados a fuego en el imaginario colectivo de varias generaciones de españoles, que el 23-F, del que ahora se cumplen 30 años, temieron que la recién nacida democracia no volviera a ver la luz del sol.

La mayoría conoce lo sucedido por la televisión, la radio y la prensa, pero algunos lo vivieron en primera persona, como ocho castellanos y leoneses que pasaron aquel 23 de febrero de 1981 en distintos cuarteles, en un escaño del Congreso e incluso entre las tropas que entraron en Valencia, al mando del capitán general Milans del Bosch. En todos hay una constante: la incertidumbre de no saber lo que ocurría a ciencia cierta.

Al burgalés Ricardo Ubierna (1959) le quedaba un mes para licenciarse. Estaba haciendo la mili en Valencia, donde había llegado desde su pueblo, Quintanilla de Vivar, y aquel fue uno de los días «más emocionantes» de su vida. «En el desayuno nos dijeron que nos íbamos de maniobras a Castellón y estuvimos toda la mañana formando, como para un desfile».

Después de que Tejero se atrincherara, recibieron la orden de cargar sus municiones y estar alerta. ‘Burgos’, como le llamaban sus superiores, era el que llevaba la ambulancia. «Éramos unos chiquillos que salíamos por primera vez de casa y estábamos aturdidos», declaró. Sin embargo, Milans del Bosch les hizo convertirse en hombres en unas horas.

Gabriel López, coronel del Ejército, recuerda la fecha como trascendental en su etapa profesional y tardará en olvidar, aunque no tuvo que abandonar su Segovia natal.

El entonces teniente López fue alertado cuando estaba en su domicilio. Una vez en sus puestos repostaron los vehículos y cargaron la munición, «a la espera de órdenes y pendientes de la radio y la televisión». «Pensábamos de todo y cuando el Rey lanzó el mensaje nos tranquilizamos bastante», añadió.

Apartede su testimonio, López recuerda el de su padre, subteniente de la Guardia Civil de Tráfico en San Rafael. Gracias a que se fue de caza el día anterior, domingo, no fue trasladado a Madrid, como los mandos de destacamentos próximos, para entrar en el Congreso.

Los recuerdos del soriano Ángel Martínez Redondo reviven en su memoria con nitidez. Tenía 22 años y hacía la mili en el Cuartel General del Ejército en Madrid, muy cerca de Cibeles.

A los pocos minutos de oir muchas sirenas, los mandos les ordenaron ponerse el traje militar, el cetme y «acuartelarse». Hasta que el Rey desautorizó el golpe, en el Cuartel General se vivió una tensión bárbara. «Pensábamos que iba a ver otra guerra civil», explica.

Aquel día, el abulense Martín Hernández Prieto cumplía con el servicio militar en el cuartel de Zapadores de Salamanca, como conductor de un camión Pegaso 3050. En torno a las 18 horas se marchó a casa de su hermano y se extrañó de no ver apenas a nadie por la calle. Ya en casa se enteró y siguió por la radio y la tele con preocupación.

Apenas durmió esa noche, en la que no le fueron a buscar por un error. A primera hora se presentó en el cuartel y «todos estaban pertrechados, nos proveyeron de munición real y los vehículos estaban preparados para salir», rememora.

Con apenas 18 años, el periodista palentino Alberto Moreno vivió una jornada de «auténtico miedo» en el cuartel de Ingenieros de Salamanca, donde hizo la mili. Las primeras horas fueron de «desinformación absoluta», pues los mandos cortaron las vías de comunicación. «No podíamos usar el teléfono y nos prohibieron bajo amenaza del calabozo encender la radio», relata. Los peores momentos se vivieron por la noche, cuando el ‘turuta’ tocó a ‘generala’.

Al día siguiente, las calles de Salamanca se llenaron de manifestantes. «Me dijeron que no podía pasar nadie, que disparásemos si era necesario. La gente nos llamaba terroristas. Estuvimos tres días recluidos. Hasta que volví a Palencia una semana después, no fui consciente de lo que pasó».

Al también palentino Carlos Martínez, le sorprendió en Tarragona. «Saltó la alarma en el cuartel, mandaron formar y empezamos a oír rumores», explica.

Gracias a la radio y a algunas llamadas telefónicas pudo enterarse «un poco». «No iba a ir a pegar tiros, así que eché las llaves del coche al bolso y pensé en huir».

El vallisoletano Luis Carmelo Rincón Miranda, jefe de prensa de la subdelegación del Gobierno de Valladolid, había jurado bandera en Mallorca, justo un día antes del 23-F, por lo que acababa de pasar de recluta a soldado. Estaba «de permiso» en Valladolid y «viví la situación con cierto miedo porque era militar y temí que tuviera que regresar al cuartel», recuerda.

El ex senador segoviano de la UCD Emilio Zamarriego recuerda aquel día como uno de los más agitados de su vida. El estaba en el Congreso y «pensé que eran etarras disfrazados, hasta que me dijeron que se trataba de un guardia civil». «Pensé que la muerte llegaba cuando comenzó a reunir muebles para hacer una hoguera».

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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