Puede que algún vecino de la ciudad le ‘suene’ la palabra ‘Perucho’ y se disponga a pensar por tal circunstancia el ‘dónde y por dónde’. Sepan que hay una calle en la ciudad que lleva ese nombre y discurre entre las de Estiradores y Morillo, a la puerta del Jardín Botánico. Existe también travesía con el mismo nombre, entrando por José Zorrilla y saliendo a la de ‘Perucho’, antes definida.
Seguro que, ya metidos en harina, quieren conocer alguna ‘cosilla’ más. Pues, eso, que nos ponemos a ello. ‘Perucho’ es, en España, que no en Perú (como ejemplo diferenciador), una expresión familiar de nombrar a Pedro. Es, tomando como referencia a la RAE, una variante de Pedro, del latín ‘Piedra’, y si es en Arameo, ‘Pedra’. Pura ‘lección’ etimológica.
Mas, dejemos el ‘rollo patatero y vamos al grano’. Expresión del agricultor cuando hay que recoger lo sembrado. Esta historia comienza en el siglo XV con dos nombres, Pedro o Perucho Ruiz de Monjaraz y Enrique IV. ¿Cómo se conocieron? Se dice, se comenta, se escucha que fue en una visita regia a Durango (Vizcaya), cuando Enrique, que tenía entre sus amigos a la noble familia de ‘Perucho’, dijo a sus padres, Pedro de Monjaraz y López de Avendaño e Isabel Mexia y Contreras, que el muchacho se educaría (1) en palacio. Pues eso. Que Perucho viajó con el rey y…

Pasaban los tiempos y el primer cargo que tuvo, tras superar el capítulo de estudios, fue el de ‘mozo de alanos’ (2) y después, dada la confianza mutua entre el Rey y Monjaraz, llegado el año 1456 y hasta 1464, así como de 1465 a 1467, fue nombrado para el ‘puestazo’ de Alcaide del Alcázar de Segovia. No acabó ahí su vinculación real, ya que en los últimos años referidos ocupó el mismo puesto de trabajo en el Alcázar de Madrid. Apareciendo también en su ‘currículum’ el cargo de Preboste (3) de Bilbao,
Prosigo. Perucho formaba parte del estrecho círculo regio, teniendo a tales efectos, responsabilidad sobre la ‘guarda y custodia del tesoro real’, pues Enrique IV tenía depositada ‘confianza ciega’ en él. Parte de ese tesoro había sido trasladado desde el Alcázar de aquí al de Madrid. Ello sucedió ‘antes de que se llevara a efecto la invasión de nuestro Castillo’ por parte de su ‘medio hermano’ Alfonso. En el transporte se gastaron 60.000 maravedís. Si bien…
Vengo a describir que determinados escritores ponen en duda que Monjaraz pusiera resistencia en el momento en que Alfonso entró en El Alcázar. Antes bien, se dejó escrito que ‘facilitó la entrada a los leales de D. Alfonso’, sin oponer prácticamente ninguna resistencia. Uno de los que más claro escribió sobre el tema fue Alonso de Palencia, cronista de Enrique IV. ‘Segovia -escribe-, cayó en poder del Príncipe Alfonso el 16 de septiembre de 1467, sin oponer resistencia y custodiando al Príncipe dentro de la fortaleza. Fue una tremenda derrota para Enrique IV’.

(‘Ni quito ni pongo rey’, que dijo el francés Bertrand du Guesclin a Enrique de Trastamara, siglo XV, y que se ‘emplea’ para describir a alguien que dice no tomar partido, pero apoya a una de las partes en conflicto. Nada nuevo bajo el sol).
Un tema no menos importante para entender lo anterior estuvo en el hecho de que Alfonso, que se había autoproclamado rey, entregó la Villa de San Martín de Valdeiglesias a Monjaraz. Al respecto, Diego de Colmenares dejó escrito: `Esa donación lo fue como pago por haber entregado el Alcázar de Madrid y los tesoros del Rey a Juan Pacheco’ (Historia de Segovia….Capítulo XXXII).
Dentro de esa misma crónica ‘negra. Los cronistas de palacio coinciden en señalar que al final Perucho mostró aversión hacia Enrique, llegando a pactar la entrega del Castillo de Madrid y su tesoro a Juan Pacheco. Su traición fue descubierta a través de Juan Guillén y preso por ella. Fue confinado en El Alcázar segoviano a Juan Fernández Galindo, leal servidor del Rey y su Capitán General.
El Monarca, pese a conocer las acusaciones a Monjaraz, se mostró clemente y generoso con él. Primero liberándolo y después dejándole partir sin acusación alguna hacia su tierra. Incluso, y pese a conocer las acusaciones que recaían hacia Perucho, el rey dejó constancia de su confianza ciega en él con estas palabras: ‘jamás me hizo fraude ni encubierta alguna’. Dándole, incluso, posibles para su viaje, ordenando a su maestrescuela, Diego de Tordesillas, que le entregara 35 varas de paño mayor para su vestuario y el de sus hijos y reconociéndole una pensión, ‘para toda su vida’, de 85.300 maravedís/año.
La historia en su recorrido de amistad con Enrique IV, es mucho más amplia. Mas, en este bosquejo me limito a lo más destacado –en mi opinión-, de y sobre un personaje que en Segovia vivió, y vivió bien. Incluso haciendo amigos y sabiendo ‘bailar’ con enemigos. O así.
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(1) Estaba entonces extendida la costumbre de que los hijos de los nobles se criaran en la Casa del Rey durante su adolescencia y juventud.
(2) Alano. Tipo de perro sabueso, cruce entre dogo y lebrel, utilizado en el época medieval en espectáculos taurinos para luchar contra bueyes. También como perro de caza. Un segoviano, Bartolomé de Segovia, tuvo a su cargo los cuatros perros alanos de Enrique IV. Percibía por ello un sueldo de 5.400 marav.
(3) Preboste. El cargo fue instituido por Diego López de Haro, después de la fundación en Bilbao en el año 1300. Es, por definición, la persona que encabeza la comunidad, la provincia o el gobierno.
