Pude leer el otro día, en este mismo diario, el interés de las productoras cinematográficas por Segovia y provincia, como escenario para futuras realizaciones audiovisuales, fílmicas o televisivas. Como a partir de ahora esos nuevos proyectos serán noticia ampliamente difundidos por la prensa y las televisiones, nosotros continuamos hablando de los pueblos y de la ciudad que cedieron su territorio para engrandecer el mundo del cine y, un poco retórico, ¿existen las salas de cine?, las taquillas. Silencio y lectura, escribimos y, luego, rodamos.
Es más fácil de lo que parece y más difícil de lo que es. ¿Buscamos célebres directores, un buen plantel en el reparto actoral o acompañamos lo escrito con pueblos más o menos anónimos? Si no decidimos nada y lo dejamos todo al azar de una moneda: cara o cruz, no está mal pero siempre el Trasgo con sus travesuras nos puede dejar el euro de canto y, por tal razón, dejamos que sea nuestro capricho el que decida, y eso siempre es un juego de azar.
“No recomendado para menores de 7 años”. Se leía en la publicidad de la película de Mario Camus Los farsantes (1963), primera realización del director, que toma como inicio de la adaptación el relato breve La Carpa de Daniel Sueiro, quien también participa en el guion del filme. Una compañía de cómicos trata de subsistir viajando en una destartalada camioneta por diferentes pueblos, mal viviendo. Cuando no es la Semana Santa, que interrumpe su actividad, son otras desventuras. Rodada en blanco y negro en Sepúlveda y Pedraza, localidades de la provincia de Segovia.
Con un plantel actoral de primer orden Fernando Fernán Gómez, Ana Belén, Julieta Serrano o Antonio Ferrandis, cuenta con un guion que, por la época en la que se realizó la película, permitió un breve destape de Aurora (Ana Belén), la maestra en la película, y un taco, el primero en el cine español, de Ferrandis, que fueron rompedores, todo ello, junto a la fotografía de Luis Cuadrado y la música de José Nieto, hizo que El amor del capitán Brando (1974), de Jaime de Armiñán, triunfara fuera de nuestras fronteras, más concretamente en el Festival Internacional de Cine de Berlín. En la prensa alemana se pudo leer: “Un cinema español estético, que realiza sus experimentos sin tropezar con censuras ni consignas estatales”. El pueblo castellano, de ficción, Trescabañas, se filmó en Pedraza, junto a diferentes espacios de la capital segoviana.
Puede resultar infiel hablar de cine y recomendar, primar la lectura del libro que ha servido de base del guion, a la contemplación del producto filmado. Puede ser, pero no resulta traidor que un novelista recomiende películas cuando su oficio es el de escritor. Vayamos a lo que nos interesa, en este breve apunte quiero hablar de imagen y literatura, el filme que acompaña estas líneas es ambas cosas, hablo de El maestro de esgrima (1992) de Pedro Olea, que toma como sustento de su película la novela del mismo título de un autor a quien le gusta mucho el séptimo arte, me refiero al escritor Aturo Pérez- Reverte, quien también participó en el guion que le supuso un Goya a mejor guion adaptado. El actor Omero Antonutti y la actriz Assumpta Serna combaten en una elegante película, que recibió los Goya a mejor vestuario y a mejor banda sonora, en la distinguida Segovia, la que contribuye a engrandecer su actuación. Entretiene.
Puede resultar divertido, esa es la intención, la risa, el largometraje que apunto en esta ocasión, Los monstruos de terror (1970) de Tulio Demicheli, que, siendo como es una producción de diferentes países, en Alemania recibió el título Dracula jagt Frankenstein. En la rocambolesca historia, un extraterrestre viaja a la tierra para que con la ayuda de un científico resucitado y su ayudante puedan hacer volver a la vida a los monstruos insignes del planeta azul: Drácula, el hombre lobo, la momia y la criatura de Frankenstein. En fin, clasificaremos a esta cinta como de ciencia-ficción, terror, fantasía. Una película de culto de la serie B, tomando a Sepúlveda como enclave de sus alucinaciones. Sin mucho miedo.
Seguimos con temática de terror, y en esta ocasión con esquizofrenia de dirección, o más pulcramente con heterónimos. La película lleva dos títulos Necrophagusaka o también conocida como El descuartizador de Binbrook y el director, de la misma manera, se identifica con dos denominaciones distintas, Miguel Madrid o Michael Skaife. La realización tuvo lugar en 1971 en la localidad segoviana de El Espinar. Castellanizado el título, necrófilo, que no es otra cosa el que se alimenta de cadáveres y ahí se encuentra la trama. Un misterio para ver la película, que obtuvo el premio como mejor director en Sitges (exaequo con «Lokis», de Janusz Majewski). Conviene ir a la sala ya comido.
Quizá hablamos más del poeta Jaime Gil de Biedma que de la película, el biopic, El cónsul de Sodoma (2009) de Sigfrid Monleón, cuyo argumento está basado en la biografía que del poeta hizo Miguel Dalmau, quien también colabora en el guion. Gil de Biedma estuvo muy ligado al pueblo de Nava de la Asunción, su “tierra gentilicia”, donde vivió largas temporadas y donde se encuentran sus cenizas. En 1988 Amador Marugán mantuvo una grata conversación y amistad con el poeta, que plasmó en las páginas de “El Adelantado de Segovia”. La Diputación mantiene el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma. En cuanto a la película El cónsul de Sodoma, sin caer en la nadería, nos muestra, con una sobria interpretación de Jordi Mollà en el papel de Biedma, los entresijos de un poeta homosexual de la generación del 50, en su Barcelona natal. Pedraza deja su municipio para el rodaje de algunas escenas del metraje. Acertado filme.
Quizá el motivo de ocuparme del título que adelanto, Las 13 rosas (2007) de Emilio Martínez-Lázaro, tenga más que ver con la reseña del libro Amor y sexo en la Guerra Civil (Arzalia Ediciones) de Fernando Ballano. El volumen está dividido en cinco capítulos, en los que encontramos más de lo que esperamos y algo que no queremos. Sin el maniqueísmo de los textos originales, nos los muestra con la mayor fidelidad posible, producto de una concienzuda investigación en diferentes archivos. Amor, sexo, guerra… en el que no falta la oportuna bibliografía. En cuanto a la película, Las 13 rosas de Emilio Martínez-Lázaro, como el propio director adelanta, no se proponía hacer historia con su realización, lo que es de agradecer. Pese al éxito, mejor actor de reparto, mejor fotografía, mejor música y mejor diseño de vestuario, en los Goya de 2008, la crítica especializada no fue tan condescendiente. Para el rodaje se utilizó Segovia y el pueblo de la provincia Vegas de Matute.
