Este año que terminamos ha visto la publicación en español de un libro del matemático, filósofo y teólogo francés Matthieu Lavagna. El subtítulo de este libro me ha llamado la atención: Argumentos no religiosos para un debate sereno. En este subtítulo reconozco, por una lado, el anhelo que tengo, que creo que tenemos todos, de tener debates serenos; por otro, me gustaría pensar que también puede haber debates serenos sin renunciar a los argumentos religiosos.
Hoy la palabra debate, aplicada a la política, al deporte, y a casi cualquier aspecto de la vida parece estar unida a las de confrontación violenta. Generalmente, al menos en los debates públicos —pero creo que también en los privados—, no se trata tanto de escuchar los argumentos del otro, buscando reconocer en ellos los puntos de verdad al tiempo que se detectan los elementos falsos o no concordes con el propio punto de vista para a partir de los primeros e iluminando los segundos podamos compartir una común búsqueda de la verdad; en cambio, se trata de buscar los argumentos que permitan derrotar y si es posible humillar al otro para imponernos. Además, el tema del libro del que hablo parece ser uno de los menos propicios para tener un debate sereno, el aborto voluntario, y de ahí mi expectación con este libro. Ya solo con escribir la palabra aborto, soy consciente de que muchos dejaran, directamente, de leer este artículo. Hay temas sobre los que no es fácil tener un debate sereno. Y uno de ellos es el aborto.
Y no lo es porque es un tema rodeado de dolor que sólo puede entenderse desde la intensidad del dolor de la madre y del padre. Es el sufrimiento que los ha llevado a dar este paso que nunca hubieran dado si no fuera por algún tipo de angustia que vinculan a la llegada de esta nueva vida; es el dolor que han de soportar si han recibido luz acerca del significado de lo que un día hicieron, sin saber lo que hacían; pues si lo hubieran sabido, no lo habrían hecho.
No conozco ninguna madre que al sufrir un aborto involuntario no haya sentido traspasado su corazón. Y no solo por la frustración de una expectativa. Creo, por lo que las he escuchado, que es un dolor bien distinto. En una ocasión, una amiga me contó una situación muy iluminadora, a la vez que dolorosa. Se encontraba en un proceso de fecundación in vitro cuando, en la clínica a la que había acudido le ofrecieron mostrarle a cámara rápida el proceso de fecundación de un óvulo. Cuando el óvulo fue fecundado y comenzó a desarrollarse, la persona de la clínica dijo con expresión de asombro y alegría: ¡Así empieza la vida! En ese momento, esta madre, que hasta ese momento no tenía graves inconvenientes contra el aborto, recibió una luz y una fuerte conmoción: «si esto es la vida y es una vida humana por la que siento la alegría de la vida de un hijo, ¿Cómo no estremecerme de dolor si esta vida se rompe?».
Alguno puede pensar: ¿por qué escribir del aborto en medio de la Navidad? Tal vez ningún otro tiempo sea más apropiado para reflexionar sobre el misterio de la vida humana. Hoy leemos en la fiesta de Sagrada Familia el pasaje de la huida de Jesús a Egipto con sus padres y de la matanza de los inocentes. Dios mismo, en Jesús, se sometió al cuidado y protección de unos padres, no para huir de la muerte de los inocentes, sino para iniciar un camino que llevaría a la vida entregada del Inocente.
Desde este Inocente que es Jesús de Nazaret queremos entender y acompañar el sufrimiento de toda mujer que, libremente o bajo presión, está en proceso de tomar la decisión de interrumpir la vida de su hijo interrumpiendo su embarazo. Una decisión nada fácil. Queremos tender la mano a todas las mujeres que tengan dificultad y sufrimiento ante un embarazo no deseado y quieran seguir adelante. Queremos acoger y acompañar en el duelo a todas las madres y padres que han vivido un aborto, sea cuales sean sus circunstancias. Queremos, en fin, acompañar a todas las familias para que sean lugar de acogida y protección de toda vida desde su inicio hasta su fin.
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* Obispo de Segovia.
