El 23 de diciembre de 1935, en las páginas de este periódico aparecía una escueta nota, ‘La carrera del Pavo’ se titulaba. Diecisiete líneas para despachar el nacimiento de una tradición navideña de Segovia que cumple 90 años. Por entonces, la Carrera del Pavo la organizaba la Peña Ciclista Segoviana, salía de La Lastrilla y terminaba a la altura de la fábrica de loza, lo que sería ahora el final de la Vía Roma; pero el espíritu era el mismo, las bicicletas no tenían cadena y ganaba el que llegaba más lejos. Ese primer ganador fue Fidel Aldudo, que se impuso a otros once pioneros.
La Guerra Civil interrumpió la disputa de la carrera, que volvió a celebrarse a finales de los 40, cuando la Sociedad Ciclista Segoviana provocó el renacimiento de la prueba auspiciada por la Obra Sindical Educación y Descanso.
Tras varios cambios de recorrido, en los años 50, la carrera salía de la iglesia de Santo Tomás, bajaba por Ezequiel González, giraba a la derecha en Puente de Sancti Spiritus para después encarar la calle San Valentín, donde la pendiente y el empedrado acababan con las ilusiones de los ciclistas.
Por entonces, la carrera tampoco tenía fecha fija de celebración, se disputaba normalmente el domingo más cercano a la Navidad.

En 1971, la Carrera del Pavo resucita después de una década sin celebrarse. Mantiene el recorrido entre Santo Tomás y San Valentín y aumenta los premios: un pavo y 500 pesetas para el ganador, un pavo y 250 pesetas para el segundo y un pollo para los puestos del tercero al sexto.
En la edición del 71 se impuso Mariano Martín Clemente, pero por detrás de los primeros, aparecen en la clasificación nombres muy ligados a la Carrera del Pavo como son el del fotógrafo José María Heredero, que de joven hizo sus pinitos en el ciclismo y que en diciembre quitaba la cadena a su bicicleta; o el de Carlos Melero, que seis años después ganaría una etapa de la Vuelta a España, y también fue un asiduo de la Carrera del Pavo.
Para la edición de 1976, la Carrera del Pavo ya era un éxito de público y algunas voces pidieron un cambio de recorrido y prudencia al público que se agolpaba en los laterales, sobre todo, de la calle San Valentín. El ganador de ese año fue Víctor Arévalo Santiuste, el primer ciclista sin cadena que llegaba a las inmediaciones del arco de San Andrés.
En 1982, el Tourmalet de la Carrera del Pavo seguía siendo el arco de San Andrés. En esa edición, los hermanos Alejandro y Alfredo Gómez, primero y segundo, se quedaron muy cerca. Miembros de la Escuela Segoviana de Ciclismo llevaban bicicletas preparadas para la ocasión por Carlos Melero. Los discípulos superaron al maestro pero no la antigua puerta de la ciudad. La novedad de esta edición fue la llegada a la organización del Club 53×13.
En 1983, el que más se acercó a San Andrés fue Alberto Gómez García .Un año después, Juan Jesús Fernández Ayuso hizo añicos el arco Lo superó, siguió por la plaza del Socorro, el paseo de Don Juan II y a la altura del alcázar tomó la calle Daoiz, por donde subió hasta el número 31. El segundo fue Alberto Gómez García, que esta vez puso pie en tierra justo debajo del arco de San Andrés.
Para evitar que la improvisada ‘aventura’ de Juan Jesús Fernández Ayuso se volviera a repetir, la organización alargó el recorrido oficial de la carrera por la calle Martínez Campos. Una vez pasado el arco de San Andrés, los ciclistas girarían 180 grados para seguir subiendo y reducir así el recorrido.
Las caídas son frecuentes en la Carrera del Pavo, el empedrado mojado es enemigo de la adherencia, máxime en bicicletas sin cadena, que avanzan a base de giros bruscos. Caídas que no suelen acabar en el hospital, por lo menos hasta 1985, cuando Agustín Mayo Díez tuvo que ser trasladado al Hospital de Segovia con heridas de pronóstico grave tras sufrir una caída y romperse la mandíbula. Agustín sumó dos victorias en la Carrera del Pavo antes de que su hijo José Luis se convirtiera en el dominador de la prueba.
En 1987, el recorrido vuelve a cambiar. Por seguridad, se decide que la salida sea a la altura de la estación de autobuses. Saliendo de Santo Tomás, los ciclistas cogen más velocidad antes de afrontar la pendiente, pero llegan a ella con menos peligro. Con todo y eso, el ganador, José Luis Mayo, superó el temido arco de San Andrés y encaró la calle Martínez Campos. Era la segunda victoria de las nueve que conseguiría.
Victoria descentrada
En 1990, José Luis Mayo consiguió su quinta victoria consecutiva, pero el protagonista de la prueba fue el segundo, Manuel Parra, concretamente su bicicleta y su forma de llevarla. Parra disputó la Carrera del pavo con una minibicicleta de ruedas pequeñas y descentradas y avanzaba, aparentemente dando saltos. El reglamento prohíbe que las ruedas de las bicicletas de los participantes se despeguen del suelo en ningún momento, pero Parra no fue descalificado porque no las despegaba.
Ese año, Perico Delgado volvió a ser protagonista de la Carrera del Pavo, no por el resultado, sino por su inquebrantable apoyo. Cuarto en el Tour y segundo en la Vuelta, en 1990, Perico, decimotercero, volvió a no pasar de la Cruz Roja. José Luis Santos, ciclista soriano afincado en Segovia y compañero de Perico en el Banesto lo hizo algo mejor, fue quinto defendiendo mejor el honor de los profesionales ante los aficionados.
Perico siempre ha sido sincero: “Las carreras sin cadena no son lo mío. No tengo fuerzas en los brazos”, aseguraba entonces y asegura ahora cuando atiende a la prensa durante una prueba en la que participa desde que tenía 15 años. Él no compite, apoya y pone su fama al servicio del ciclismo en su ciudad.
En 1991, Parra y sus pequeñas ruedas descentradas consiguieron la victoria. Lo novedoso del diseño despertó recelos entre los participantes, pero la organización no veía problema alguno. Mientras la bicicleta no lleve cadena y las ruedas estén en contacto con el suelo en todo momento, la máquina está dentro del reglamento.
En 1993, el recorrido vuelve a cambiar. La carrera se acerca más al centro de la ciudad para evitar molestias en el tráfico y hacerla más vistosa. La salida se instalaría en la calle Ruiz de Alda, actual Teodosio el Grande, y el descenso llegaría hasta el Azoguejo para después empezar a subir por la calle Real hasta la Casa de los Picos donde giraría a la derecha para seguir subiendo hasta la plaza del Seminario. En resumen, el recorrido actual.
En esa edición ganó Alberto Fernández Hurtado, y lo hizo sobre una bicicleta de ruedas descentradas. El debate sobre si se debería modificar el reglamento para crear distintas categorías se cerró al año siguiente con la creación de una segunda categoría.
En 1994, se volvió a cambiar el recorrido porque en la plaza del Azoguejo estaban instaladas casetas que impedían el paso de los ciclistas. Y también fue el año en el que se incluyó en el reglamento el desempate en el caso de que varios corredores terminarán igualados en el primer puesto. Con el tiempo, el desempate se volvió habitual, lo que no es habitual es que a él lleguen ocho corredores, algo que pasó en la edición de 2016.
Sin la competencia ‘descentrada’, José Luis Mayo volvió a ganar. Una inercia ganadora que también le llevó al triunfo en 1995, año en el que Perico consiguió su mejor puesto, quinto.
La novedad de 2005 fue la inscripción de tres tándems.
Dos campeones
Los años 80, el protagonismo absoluto fue para José Luis Mayo y sus nueve victorias. Después, el nombre que más veces ha aparecido en los titulares de los periódicos del 26 de diciembre es el de Julio Martín, que ayer consiguió su décimo pavo. El primero se lo llevó a casa en 2011. Curiosamente, la victoria la sumó en una final a cinco, igual que ayer.
El covid provocó la cancelación de la Carrera del pavo de 2020 y quitó público y participantes a la de 2021. Una treintena de ciclistas sin cadena se aventuraron por una calle Cervantes menos concurrida que de costumbre por las circunstancias y el mal tiempo a partes iguales. De hecho, el suelo mojado llevó al hospital a uno de los valientes que no consiguió superar la curva de Cándido.
La prueba se decidió en el desempate que cayó del lado de Hugo Sanz, quien logró llegar a la calle Real en la primera plaza por delante de su padre Rafael.
La edición de este año tenía el aliciente de saber si Julio Martín llegaría a las diez victorias. Lo ha hecho. El empate con José Luis Tamayo se ha roto, pero sigue habiendo dos gigantes en la historia de una carrera que ya es nonagenaria.

La noticia deportiva del día
Antonio Barrio Sastre es el delegado en Segovia de la Federación de Ciclismo de Castilla y León. De Torrecaballeros, es conocido como el ‘gregario y el alma’ del deporte de las dos ruedas en Segovia. Miembro también del club 53×13, que organiza la Carrera del Pavo desde 1982, es testigo desde hace más de 50 años de la evolución de una prueba que nunca ha llegado a disputar.
Conoció el antiguo recorrido que terminaba en el arco de San Andrés y por eso cree que el cambio al actual es lo mejor que le ha pasado a la carrera. “En los primeros años no tenía la repercusión que tiene ahora. Íbamos los 15 o 20 participantes y los amigos. No era el sitio, ahora sí. Se acertó con el cambio de recorrido y con elegir el día de Navidad para celebrarla. Ahora es la noticia deportiva del día en los informativos de televisión”, asegura.
Barrio también señala al concejal Ángel García Nuño como el principal valedor de la Carrera del Pavo en los 80. “En octubre, ya nos preguntaba a los organizadores del 53×13 qué nos hacía falta y lo buscaba: unas botellas de sidra unas ristras de chorizo, unas medallas… se encargaba de todo”, recuerda.
La organización de la carrera no es compleja, los principales problemas son de seguridad. “Hubo unos años que se quisieron poner vallas para separar corredores y público, pero siempre me pareció un error. Habiendo mucha gente son más peligrosas las vallas que la eventualidad de que un ciclista tenga que poner pie a tierra. Hay que tener cuidado también con el agua y la nieve. Con agua es difícil, con restos de nieve sobre las losetas de la zona del Azoguejo es casi imposible pasar a esa velocidad”.
Salvada la seguridad, la Carrera del Pavo es un evento familiar. “Hay familias que participan todos los hermanos, van padres e hijos, hay fotos de niños de tres años críos disputándola… El día de Navidad es para eso”, concluye Barrio.
