Con la llegada del frío invernal aparecen también una serie de enfermedades que afectan tanto a niños como a adultos. Generalmente comienza por un miembro de la familia, y luego va tomando a los otros, lo que tiene mucho sentido si consideramos que todos estamos compartiendo un espacio que está lo más aislado posible, para evitar que se escape el calor.
Este ambiente cerrado, con una circulación de aire entorpecida y con la combinación de humedad y calor, es el ambiente perfecto para que prosperen virus y bacterias que van a atacar posiblemente sistemas inmunológicos que no se encuentran precisamente en su mejor momento, debido a la falta de sol y a las bajas temperaturas, entre otros factores.
¿Por qué nos enfermamos más en invierno?
No es un misterio, y en el fondo todos los padres lo saben: las bajas temperaturas, el aumento de la humedad y pasar más tiempo en ambientes cerrados, tanto en las escuelas como en los hogares, son condiciones perfectas para que virus, gripes y bacterias hagan de las suyas.
Los contagios en las escuelas se extienden a los hogares, cada vez más cerrados para ahorrar con la calefacción, y donde la calefacción es deficiente, las enfermedades se extienden más rápidamente.
A esto hay que sumar las horas que permanecemos sin sol, que hacen que se reduzcan los niveles de vitamina D, debilitando así la capacidad de defensa inicial de nuestro sistema inmune para responder ante la presencia de virus o bacterias.
El frío y la calefacción también terminan por afectar las mucosas, resecándolas y contribuyendo a dejar el paso libre a las bacterias a través de nuestras fosas nasales.
Hay que fortalecer el sistema inmune
La Sociedad Española de Epidemiología afirma que entre un 20% y un 30% de los menores de edad atrapan alguna infección en los centros educativos cada invierno, y llevan la enfermedad a casa. Para Luisa Varela, directora técnica de I+D+I de Vitae Health Innovation:
“El foco no debe ser evitar la exposición, sino mejorar la capacidad del organismo para gestionar el contacto con patógenos y recuperar el equilibrio del sistema inmune con mayor rapidez”.
¿Cómo logramos esto? Reforzando las defensas de nuestro organismo y de todos en la vivienda a través del consumo de inmunonutrientes, es decir, alimentos ricos en betaglucanos, como algas, hongos, cereales y alimentos con levaduras; y en vitamina D3, como yemas de huevos, pescados, lácteos y hongos.
También alimentos que tengan vitamina B6, como pescado, carnes magras, frutos secos, etc.. Igual ocurre con el zinc, como carnes rojas, de aves, mariscos, frutos secos y lácteos, entre otros.
Medidas para mejorar las condiciones en la vivienda
Otro aspecto al que hay que prestar atención para mantener alejadas las enfermedades tiene que ver con la ventilación de la vivienda.
Mantener nuestra vivienda bien ventilada durante el invierno disminuye la humedad y previene la aparición de moho, mejora la oxigenación, reduce la presencia de virus y bacterias, rebaja el contagio por aerosoles y crea un ambiente más saludable.
Hay que dar prioridad a la ventilación sobre el frío: abrir las ventanas durante el día por períodos cortos y favoreciendo la ventilación cruzada (abrir en dos puntos opuestos para que se produzca un flujo de aire).
Ventilar la vivienda al menos 15 minutos diarios, para renovar el aire de la casa sin que se enfríe demasiado; y ventilar; y tratar de renovar el aire después de haber recibido visitas.
También es importante disponer de extractores en el baño y en la cocina, tanto para limpiar el aire como para librarnos de malos olores; y no olvidar bajar la tapa del inodoro cada vez que vayamos a descargarlo, para reducir el riesgo de dispersión de aerosoles.
