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Los consejos de los diseñadores, para acertar con el vestido de novia

Los grandes diseñadores coinciden en que los vestidos de novia tienen que obedecer a los gustos y a la comodidad de la protagonista, así como acomodarse a las circunstancias particulares de la ceremonia

por J.A.A.
5 de diciembre de 2025
en Segovia
El la elección del vestido la novia debe imponer su personalidad, y regir su decisión en dos premisas: comodidad y ser tú misma./                           Gran Angular Fotógrafos

El la elección del vestido la novia debe imponer su personalidad, y regir su decisión en dos premisas: comodidad y ser tú misma./ Gran Angular Fotógrafos

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El vestido de novia no es un trapito blanco. Es un examen. El único día en el que todo el mundo se siente con derecho a juzgar cómo vas vestida: la familia, las amigas, la compañera de trabajo que nunca te ha visto con tacones y hasta el cuñado que no sabe coser un botón. Y en mitad de ese circo, tú, intentando no disfrazarte.

Los grandes diseñadores españoles lo tienen clarísimo: si el vestido no te representa, has perdido la batalla antes de entrar en la iglesia, el juzgado o el olivo centenario de turno. Desde Rosa Clará a Hannibal Laguna, de Jesús Peiró a Inés Martín Alcalde, todos repiten, con matices, la misma idea: primero eres tú, luego el vestido, y solo al final la foto para Instagram.

La mayoría de las novias empiezan mal: comité de cinco o seis acompañantes, quince ateliers en un mes, cien capturas de pantalla en el móvil y cero decisiones. Los diseñadores, que ya han visto unos cuantos naufragios, son bastante menos románticos: recomiendan no visitar más de dos o tres talleres en serio y limitar el coro de opinadores a un par de personas de confianza. Demasiadas voces ajenas convierten la elección en un concurso de popularidad ajeno a ti.
Rosa Clará insiste en arrancar con tiempo, pero con foco: saber qué no quieres es tan útil como tener clara “la idea” del vestido. Y desde ahí, escuchar a la asesora de tienda o al diseñador, que para eso vive entre patrones y agujas. Lo esencial, dice, es priorizar tu gusto y fijarte en corte, escote, mangas y falda, que son los que mandan sobre tu silueta… no el filtro de moda en redes.

Inés Martín Alcalde, una de las creadoras más cotizadas, lo resume sin azúcar: si no hay feeling con quien te cose el vestido, mal empezamos. Antes de aceptar un proyecto quiere ver a la novia, charlar, comprobar si hablan el mismo idioma estético. Sin eso, no hay milagro que valga.

Otros diseñadores repiten la idea: no se trata de encontrar “el vestido perfecto” que ya existe en una percha, sino el equipo con el que te entiendes. El vestido nace de esa complicidad, no de un catálogo infinito ni de la enésima captura de Pinterest.

Luis Infantes, Ze García o Lucía de Miguel subrayan el mismo punto: escoge un atelier cuyo estilo encaje con el tuyo, mira trabajos previos y testimonios de otras novias y, una vez dentro, confía. Si no puedes decirle al diseñador que algo no te convence sin sentirte culpable, estás en el sitio equivocado.

Luego está la realidad, esa señora antipática: tu cuerpo. Jesús Peiró ha convertido en casi ciencia la relación entre silueta y vestido. Sus guías explican, sin paños calientes, que no todas las formas admiten los mismos cortes: ciertas figuras agradecen cinturas altas y escotes en “V”, otras funcionan mejor con faldas lápiz o línea A, y las que son más rectas necesitan volumen calculado en hombros y caderas para dibujar curvas donde no las hay.

La moraleja es sencilla: lo que queda glorioso en una modelo larguísima puede hundir a una novia de 1,55. Diseñadoras como Valérie Moreau insisten en ese punto: copiar el sirena de una celebrity sin mirar el propio espejo es una ruta directa al desastre. A veces, cambiar a una silueta evasé o recta, o a un largo más limpio, hace más por tu figura que diez sesiones de gimnasio de penitencia.

Hannibal Laguna, uno de los veteranos de la aguja nupcial, dispara a matar contra el disfraz. Para él, un buen vestido debe potenciar tu belleza sin depender de adornos innecesarios: si solo se sostiene a base de apliques, pedrería y volantes, algo falla en el diseño. Y, sobre todo, debe ser armónico con el entorno en que se va a lucir: no es lo mismo casarse en una catedral barroca que en una bodega o en una playa ventosa.

Muchos creadores repiten el mismo aviso con otras palabras: el día de tu boda no es el momento de inventarte un personaje que no eres. No te conviertas en “la princesa del vestido que todo el mundo esperaba” si en tu vida diaria no soportas una falda midi. La mayoría de las españolas que se han pasado por un atelier serio han escuchado esa frase, más o menos adornada: si no te reconoces en el espejo, cambia de vestido, no de personalidad.

Otro bloque de consejos, menos glamuroso pero igual de importante, tiene que ver con la logística. Diseñadoras como Valérie Moreau o Candelas y Felipa insisten en que hay que pensar en el escenario: un velo interminable en una boda de playa con viento es una comedia asegurada; una cola monumental en un jardín lleno de ramas puede terminar hecha jirones antes del cóctel.

La calidad también cuenta: elegir firmas que trabajen con buenos tejidos y confección cuidada no es un capricho, es la diferencia entre bailar tranquila y pasar la noche temiendo que se rompa una cremallera rebelde. Varias casas recomiendan probar el vestido a conciencia el día de la entrega: sentarte, agacharte, abrazar, incluso simular un baile. Si no puedes respirar, algo va mal.

Inés Martín Alcalde, por su parte, tiene una obsesión muy sana: la comodidad. Defiende diseños que se transforman, con colas desmontables o capas que se quitan para el baile. La idea es sencilla y demoledora: si el vestido no te deja disfrutar, es un mal vestido, por muy fotogénico que sea.

Debajo de todo este coro de opiniones de diseñadores españoles hay un hilo común que podría firmar cualquiera de ellos: manda la novia. No la suegra, no las amigas, no el algoritmo. Ellos pueden proponer escotes, tejidos, volúmenes; pueden advertirte de errores de bulto —demasiados ateliers, demasiadas opiniones, copias literales de Pinterest, vestidos baratos que se deshacen al primer vals—, pero la decisión final es tuya.

Los grandes nombres de la moda nupcial en España coinciden en algo que suena casi subversivo en tiempos de postureo: el vestido tiene que ser una extensión de quién eres, no un disfraz para quedar bien en las fotos de otros. Si el día después, cuando mires las imágenes, reconoces a la mujer que aparece ahí —cansada, quizá, pero cómoda, firme sobre sus zapatos y con la cabeza alta—, entonces habrás aprobado el examen.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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