Posiblemente, lo más interesante en el programa de una orquesta sinfónica, y bajo ese paraguas incluyo a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCYL), son las novedades que podemos encontrar en la programación de la temporada. Si en sus conciertos no pueden faltar Beethoven ni Mozart, por nombrar a dos insignes de la música, lo original del mundo contemporáneo no puede estar ausente en su programación y precisamente de este apartado me ocupo en estas breves líneas. Los próximos días 4 y 5 en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid vamos a poder escuchar Frontiespiecela obra de la compositora surcoreana, residente en Berlín, Unsuk Chin (1961). De ella la prensa internacional a dicho “El Frontiespiecela de Chin es un collage amplio de fragmentos fascinantes, un viaje de ocho minutos en el que las ideas tocan y chocan, especialmente cuando una placidez inquietante es interrumpida por interrupciones ansiosas”. Fue compuesta en 2019 por encargo de la Orquesta Elbphilharmonie de la NDR (Radiodifusión del Norte de Alemania) dirigida por Gilbert, con sede en Hamburgo.
El trompista croata, reconocido internacionalmente, Radovan Vlatković, actuará como solista en el Concierto para trompa n.º 2 en mi bemol mayor, K. 417, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). De los cuatro conciertos que el salzburgués compuso, el que lleva el número dos lo concertó para el insistente amigo, músico de trompa, Joseph Leutgeb. Podemos leer en la partitura manuscrita la siguiente dedicatoria: “Wolfgang Amadé Mozart ha tenido piedad de Leutgeb, asno, buey y tonto, en Viena a 27 de mayo de 1783”. Sin duda la amistad era bastante cercana. Es posible que a algún lector le resulte, si no cómico, sí gracioso el nombre completo del ilustre músico de Salzburgo, Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus, cuyo aspecto físico lo describían: «Un pequeño hombre notable, muy delgado y pálido, con una prominente cabellera de cabellos claros, por la que se mostraba muy vanidoso». Sí, hablamos de Mozart.
La Sinfonía n.º 1 en do menor, op. 68 de Johannes Brahms (1833-1897) es el inicio, con 43 años, de su andadura por el mundo de las sinfonías, ante las que el hamburgués se demoró tantos años, desoyendo el empuje de sus coetáneos. Tuvo que ser la estancia en la isla Rügen, en el mar Báltico, y su directo contacto con la naturaleza, “una bella sinfonía había sido prendida de los árboles de la isla”, lo que le hizo olvidar su mísera vida en las tabernas del puerto, para mostrarnos la valía compositiva que el enclenque autor de cabello rubio y ojos azules portaba. El introvertido músico, a pesar de su infancia en los bajos fondos, con las mujeres públicas tuvo palabras, “por lo menos tienen buen corazón”, de aliento, algo que no encontró en las reputadas damas. Brahms completaba la tercera B de la música alemana, con Bach y Beethoven. La Sinfonía n.º 1, pese a cuestionarla algunas críticas, sigue siendo un éxito, como lo confirma este concierto.
Esta estupenda conjugación de barroco, romanticismo y música contemporánea no sería posible sin la batuta del director alemán Marc Albrecht. De familia musical, hijo del director de orquesta George Alexander Albrecht, ha dirigido diferentes orquestas, en las que no falta la Orquesta Filarmónica de Berlín. Buen conocedor del repertorio centroeuropeo y muy ligado con las nuevas composiciones de autores contemporáneos. Como anécdota, es primo de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen.
El repertorio que esbozo en estas líneas lo podemos escuchar el jueves 4 o el viernes 5 de diciembre, en la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid. Buen provecho.
