Para dentro de unos días, médicos, enfermeras y demás personal sanitario tienen prevista una tercera huelga masiva y callejera (incluidos procesos de paros en la actividad habitual) que llevará a las calles de toda España como ha sucedido en Madrid el otro día por la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos que, a pesar de la lluvia, concentró a más de 3.000 profesionales que recorrieron desde el Congreso de los Diputados hasta el Ministerio de Sanidad contando con la incorporación de profesionales de Andalucía, Castilla La Mancha, Castilla y León, Canarias, Comunidad Valenciana o Murcia.
Lo hacían para protestar contra el Estatuto Marco de la profesión que pertinazmente intenta imponer a toda costa la ministra de Sanidad, Mónica García, de la que por su decisión inquebrantable piden con insistencia su dimisión dado que este hecho constituye una clara conculcación de sus derechos y las condiciones laborales del personal sanitario y exigiendo, al tiempo, una norma propia y sobre todo consensuada, no sólo por los sindicatos que recoja las particularidades de cada segmento sanitario.
De ese modo intentan que se escuchen las miles de voces del personal afectado, pancartas y megáfonos incluidos recorriendo las calles para concienciar al personal y dándole a conocer sus reivindicaciones y las carencias del Sistema de Salud que, en su opinión, merman la calidad del servicio de asistencia al ciudadano. Entre otras, la escasa plantilla de médicos y enfermeras, sobre todo, deficiencias de personal en los servicios de urgencias, sobrecarga de trabajo diario o en las guardias, clasificación profesional, procesos de formación y responsabilidad y una regulación previa a la jubilación.
Muchas de tales reivindicaciones conocidas ya y respaldadas por la ministra incluso desde antes de embarcarse en el Consejo de Ministros. Ante ese marco de algaradas reivindicativas, la ministra aseguraba que muchas de esas reivindicaciones se verán plasmadas en el Estatuto Marco, tan controvertido y rechazado y afirmando, en todo caso, que su departamento no planteará en modo alguno un Estatuto propio de los médicos.
Mas por encima de semejante situación reivindicativa –que parece justa- lo que de cara a la ciudadanía lo que trasciende es una fuerte inquietud y desasosiego entre los profesionales, que evidentemente merman –con mucho, el reposo y concentración que necesita el médico (y el resto de profesionales)) para el ejercicio de su misión: la necesaria atención al paciente, visualización, pautas de investigación, pruebas especificas, etc. que contribuyan al mejor diagnóstico de la enfermedad –crónica o puntual del paciente) . Con las actuales masificaciones y apresuramiento en las consultas y por tanto sin ese sosiego con que debe constar el facultativo, es difícil registrar un buen servicio. Por otra parte también debe atenderse –opinan- los servicios de urgencia y la remodelación de los boxes de espera que eviten el hacinamiento de enfermos en pequeños cuartos proclives a contagios no deseados.
Verdaderamente la situación viene siendo paliada y sostenido el servicio gracias a un esfuerzo añadido de los profesionales que tienen en sus manos, como se sabe, no sólo la reposición de la salud del paciente ,sino incluso su propia vida.
Por eso, la colectividad ciudadana –que ven en Sanidad el principal capítulo de los Presupuestos Generales del Estado y respecto al que debería poner el Gobierno el máximo celo y medios, debería apreciar y entender las proclamas reivindicativas canalizando –sin prepotencias – un camino de entendimiento, de consenso, que puedan paliar los desencuentros y fortalecer los cauces de servicio al ciudadano a los que tiene derecho y contribuye con sus impuestos.
