A los pies de la Sierra de Guadarrama se encuentra el Parque Arqueológico de “Los Hornos de Cal del Zancao”, un singular paisaje industrial que estuvo en funcionamiento durante más de 400 años. Aquí se localizan los restos de lo que, hasta hace poco, fue una importante industria tradicional de fabricación de cal. Hoy es posible conocerlas a través de un itinerario interpretativo.
Los primeros caleros de los que se tiene noticia en Las Vegas de Matute son aquellos que comenzaron, en 1564, a cocer cal para la construcción más grande de aquella época, el Monasterio de El Escorial. Aplicando las instrucciones que les indicaban desde El Escorial, los caleros de Las Vegas participaron de esta inmensa obra.
Levantada por el encañador, el horno tenía una cúpula en el interior, un espacio para alojar el combustible (la retama) sin que este entrara en contacto con la cal. Por encima se ponían fragmentos de las rocas calizas que antes se habían traído de la cantera sobre un pobre borrico. Encendido el horno, el proceso de cocción podía durar más de tres días. Durante este tiempo, el calero estaba, sin parar, abasteciendo de retama al horno. Por ello, existía un refugio adosado a los hornos, los llamados portales, que protegía al calero y al combustible de las inclemencias del tiempo. Tras la cocción quedaba el apagado y la extracción de la cal viva del horno, que también duraba varios días. Sin duda un duro negocio este de la cal. Desde entonces, y hasta hace unos 50 años, en Las Vegas se ha seguido cociendo roca caliza, contando el pueblo con restos de hasta 20 hornos. Esta importante industria no se ha olvidado en Las Vegas, y el parque de los Hornos de Cal del Zancao recuperan para los visitantes de hoy la cultura y la economía de las gentes que poblaron el territorio en otro tiempo.
