En Ortigosa del Monte, a 20 kilómetros de Segovia, se encuentra un paraje insólito que mezcla magia, geología, minería, naturaleza e historia. El principal atractivo del lugar son los bolos gigantes, unas enormes rocas de granito que llevan aquí desde que en el mundo solo había un continente, Pangea, hace 300 millones de años. Hay zonas en el berrocal que no han cambiado mucho, y conservan el misterio de los viajes en el tiempo.
Estos enormes gigantes pétreos, testigos mudos de la historia, han visto pasar por aquí todo tipo de criaturas, desde enormes dinosaurios a pequeños humanos prehistóricos que ya empezaron a rascar sus moles para construir herramientas.
Los romanos también se dieron cuenta que el lugar tenía sus ventajas, sobre todo en forma de piedras de gran valor para que la maquinaria de construcción de calzadas y villas no se detuviera. Se dice que parte del acueducto fue construido con las rocas del Berrocal, y dando un paseo por la zona uno encuentra las señales de herreros de otros tiempos, que han dejado las marcas de su trabajo en las piedras. El Berrocal fue aprovechado intensamente hasta el siglo XIX.
Curiosamente, las formas de extracción de la cantera fueron prácticamente las mismas desde la época romana hasta los últimos años de la cantera. Para crear bloques con facetas lisas y a la vista de las marcas que manifiestan los restos de granito, parece que la extracción se iniciaba con la apertura de ranuras con cinceles de hierro, en las que posteriormente se introducían estacas que se humedecían para que incrementaran su volumen y causaran la rotura de la piedra. Después, se tallaban los bloques con la dimensión y el acabado propicio en cada caso.
El Berrocal es ahora un paisaje protegido y lugar de interés geológico donde disfrutar echando a volar la imaginación tras las formas de cada gigante.
