José Gómez Fernández es el director del Centro de Pruebas de Porcino del ITACyL en Hontalbilla desde 2022. Tiene formación como veterinario e investigador y está especializado en porcino y en actividades técnico-científicas aplicadas a I+D+i en producción, bienestar y sanidad porcina. Durante este tiempo también ha sido autor de diversos artículos y trabajos científicos centrados en las investigaciones del Centro, como la conservación de semen de cerdo ibérico mediante el uso de ‘ChemSensor’, estudios sobre legumbres/leguminosas en la alimentación porcina y bienestar animal, entre otros.
¿Cómo definiría el papel de Centro de Pruebas de Porcino dentro de la red de innovación agroalimentaria de ITACyL?
Uno de los objetivos prioritarios del ITACyL, desde su creación, ha sido el de impulsar la actividad del sector agrario, ganadero y sus industrias, a través de la investigación aplicada y la innovación. El Centro de Pruebas de Porcino es la herramienta que el ITACyL ha puesto al servicio de un sector estratégico en Castilla y León (y en toda España), el sector ganadero porcino. A través de proyectos de investigación y de servicios de i+d a empresas, el Centro de Pruebas ha contribuido al desarrollo del sector en todos los eslabones de la cadena, desde la consecución de las materias primas a la satisfacción del consumidor. Por su puesto, esto no lo ha logrado en solitario: al contrario, el Centro de Pruebas de Porcino siempre ha contado con la colaboración de otros centros del propio ITACyL y de terceros, y ha buscado activamente colaborar con otros grupos de investigación, de Castilla y León, nacionales y extranjeros.
¿Qué hace único al centro de Hontalbilla frente a otros centros de investigación porcina en España o Europa?
El Centro suma, a la importancia del porcino en Castilla y León, instalaciones (transición -lechones- y cebo, las mayores de toda España para un centro público de investigación), equipamiento, experiencia, personal especializado y las sinergias “locales”, con el resto de centros del ITACyL, como la Estación Tecnológica de la Carne en Guijuelo y los laboratorios horizontales de biología molecular, secuenciación, microbiología y los de alimentos innovadores, y con otros centros de investigación públicos y privados, nacionales e internacionales, con los hemos venido colaborando activamente. Todo ello es lo que nos permite realizar ensayos en condiciones controladas, que no puede lograrse en granjas comerciales.
En estos 25 años de trayectoria, ¿cómo ha evolucionado la misión del CPP?
El objetivo del CPP no ha cambiado desde su inicio: sigue siendo el de cooperar con el sector para asegurar eficacia y eficiencia, es decir, la sostenibilidad a corto, medio y largo plazo, pero sí que ha ido adaptándose a las contingencias. Le pongo un ejemplo: en todos estos años hemos (hablo del sector) ido afrontando lo que podríamos denominar “puertos” (por utilizar un símil ciclista, tan apropiado en Segovia): si el primero de estos fue la productividad numérica, el segundo tuvo que ver con la reducción del uso de antibióticos (el de la colistina se superó con éxito, pero los antibióticos, bajo supervisión veterinaria, siguen siendo necesarios porque algunas patologías no dan tregua, con lo que el desafío permanece) y, el tercer puerto que ya estamos subiendo es el de la huella ambiental. Claro, ninguno de estos “puertos” es independiente de los otros y todos, al final, se reducen al mismo: que el sector sea capaz de ofrecer a la sociedad un alimento sano, de calidad, seguro y obtenido de forma responsable, es decir, garantizando el bienestar animal y una mínima huella ambiental.
¿Qué criterios siguen para seleccionar los proyectos de investigación o los ensayos que se desarrollan en el Centro?
El criterio de selección también ha sido el mismo desde siempre: que el proyecto sea aplicable a corto o medio plazo al sector. Es decir, el CPP-ITACYL se ha enfocado siempre en investigación aplicada, en innovación para el sector. Esto podemos asegurarlo porque la mayor parte de nuestro trabajo se concreta en servicios a empresas y estos servicios son “a demanda”. De hecho, en estos años de trabajo, el Centro de Pruebas ha desarrollado ensayos ganaderos con más de 200 empresas y hasta los proyectos de investigación coordinados por el propio centro se han diseñado y ejecutado en colaboración con empresas.
El CPP trabaja intensamente en sostenibilidad, ¿Qué avances destacaría en la reducción de emisiones y mejora de la eficiencia alimentaria?
La reducción de emisiones es una línea de investigación que corresponde directamente a nuestros compañeros del Grupo de Investigación en Tratamiento de Residuos Ganaderos e industria alimentaria, en Zamadueñas (Valladolid). Nosotros estamos colaborando con ellos y esta colaboración irá a más, a mucho más, en un futuro. Por lo pronto, para acometer esta cooperación el Centro de Pruebas ya está adecuando sus instalaciones y la dotación de personal para atender a esta demanda del sector.
Por lo que respecta a la eficiencia alimentaria, esta ha formado parte del objetivo del Centro de Pruebas desde sus inicios. Los resultados que se han ido obteniendo han servido a las empresas para optimizar las fórmulas de los piensos, el empleo y las tasas de inclusión de materias primas y la elección de aditivos que mejoren la salud intestinal y el rendimiento de las dietas. Esto (la eficiencia alimentaria) tiene una importancia capital en el sector porque el pienso representa uno de los mayores costos de producción y la falta de eficiencia alimentaria es una de las mayores contribuciones a la huella ambiental.
Una de las líneas más innovadoras es el uso de leguminosas como alternativa a la soja, ¿qué resultados se están obteniendo y qué potencial tiene esta investigación de cara al futuro?
La línea de investigación del uso de leguminosas autóctonas en alimentación porcina ha sido desarrollada por el Dr. Emilio Gómez Izquierdo, responsable del Centro de Pruebas casi desde su origen, con interesantes resultados de aplicación directa en las empresas que colaboraron en esos proyectos. Ha sido muy novedosa por varias razones fundamentales: se apoyó en la extraordinaria investigación del propio ITACyL en mejora genética de estos cultivos, se emplearon semillas sin tratamiento previo (descascarillado o cocido, por ejemplo, lo cual facilitaba su empleo), se disiparon temores por la presencia de factores biológicamente activos (antinutritivos, propios de las leguminosas), que habían dificultado tradicionalmente su inclusión en las fórmulas y se demostró que era perfectamente posible sustituir por completo a la soja. Y, finalmente, se dio a nuestros agricultores una alternativa de cultivo totalmente adaptada a las condiciones de Castilla y León. Ahora bien, esta línea de investigación, que debe continuar en tanto siga habiendo mejora genética de las leguminosas, sigue necesitando de divulgación, sobre todo entre los agricultores, que deben emplear semillas certificadas y adecuar los cultivos a las necesidades de estas variedades mejoradas.
¿Cómo se está abordando el reto de reducir el uso de antibióticos sin comprometer la salud y el bienestar de os animales?
La reducción del uso de antimicrobianos es una obligación en salud animal y, no se nos olvide, en salud humana. Ambas, salud humana y salud animal, van de la mano. Y es una obligación porque el empleo irresponsable de los antimicrobianos fomenta las resistencias y ello compromete que sean efectivos en el futuro. Ahora bien, no se trata tanto de reducir como de racionalizar su uso en, insisto, salud animal y salud humana.
El sector ganadero porcino ha hecho y está haciendo un esfuerzo enorme, impensable en otra época. Un esfuerzo que es compartido con el resto de sectores ganaderos y con el de los animales de compañía.
La investigación, en todo el mundo, para encontrar alternativas a los antimicrobianos es enorme, pero la capacidad de los patógenos para adaptarse a las nuevas moléculas también es imparable. Esta, por tanto, es una carrera de fondo, que no tiene final, y en la que hay que correr con una estrategia inteligente: reduciendo la necesidad de los antimicrobianos. ¿Cómo se consigue? Por ahora con medidas conocidas: bioseguridad (cuarentenas, monitorización, vacíos sanitarios, …), mayor bienestar animal (espacio, climatización, dietas, manejo, …), empleo de especies microbianas competidoras (probióticos, fagos, …), etc. Seguro que la investigación seguirá ofreciendo herramientas de lucha para reducir la resistencia microbiana a los antibióticos.
¿Qué papel juega la genética en la mejora de la sostenibilidad y la calidad de la carne?
Sin mejora genética no hay ganadería. Sin mejora genética solamente hay caza. Es uno de los pilares de la ganadería.
El Centro colabora con más de 120 empresas y universidades, ¿cómo se materializa esa colaboración y qué beneficios aporta al sector?
Hay varias formas de colaboración: servicios de I+D financiados por las propias empresas o proyectos de investigación más amplios que cuentan con ayudas de organismos públicos. En todos los casos, se trata de encontrar soluciones concretas y aplicables a las necesidades del sector.
¿Cuáles son los principales retos que afronta actualmente el sector porcino y cómo se prepara el CPP para responder a ellos?
El primer reto es adaptarse a las exigentes normativas de todo tipo (bienestar animal, impacto medioambiental, calidad, …) que hacen de la ganadería en toda la UE un referente mundial. Esta adaptación tiene un coste y un efecto directo sobre la sostenibilidad económica de las granjas y sobre el precio de la carne que paga el consumidor final.
El segundo reto es trasladar a la sociedad una imagen real, que no haya sido deformada por opiniones acientíficas, interesadas o, simplemente, falsas, por muy de moda que estén.
La sostenibilidad ambiental es otro de los retos fundamentales: tampoco es exclusivo del porcino. Y las amenazas tradicionales siguen ahí: las enfermedades y las contingencias de la política y los mercados.
