Retomo estas líneas con ilusión y agradecimiento a el Adelantado de Segovia por seguir contando conmigo. Mi primera columna de la temporada bien merece un reconocimiento a la Carrera y Marcha Solidaria de la Fundación Caja Rural de Segovia que volvió a llenar las calles de energía buena, de esa que no se mide en segundos sino en sonrisas.
La carrera ha sido un punto de encuentro que volvió a recordarnos que el deporte tiene un poder transformador. Esta cita suma solidaridad a cada kilómetro, teje comunidad y multiplica los motivos para seguir creyendo en el valor de los gestos sencillos.
Entre los corredores quiero destacar las cientos de piernas solidarias que tomaron parte para empujar y acompañar y fueron el verdadero motor de la mañana.
Cada paso fue una declaración de intenciones: cuando la ciudad corre unida, el corazón late más fuerte.
Segovia se vistió de verde esperanza y las aceras se llenaron de aplausos. Detrás de cada dorsal había una historia y yo hoy voy a abrazar las de M.Cruz, Samuel, Bárbara y el grupo de corredores de Valverde del Majano sumando zancadas. Llegaron con su sonrisa y su determinación, dispuestos a hacer de cada metro una pequeña victoria. En ellos se resume el verdadero espíritu de la jornada unidos por un mismo latido.
M. Cruz se despoja el 36 al atravesar los arcos del acueducto para mostrar un entrañable mensaje que reconoce a su Running Valverde, Samuel que quería correr junto a ella fue también ejemplo y emoción su dorsal 25 llegó a meta no sin esfuerzo y el aliento de los que no faltan y Bárbara vio recompensado su esfuerzo y trabajo diario entrando segunda de su categoría alegre y a la vez contenida desde ese plano que solo quien acompaña conoce.
120, 44, 45, 296, 170, 121 y 17, son más que números son dorsales que demuestran que el valor de la carrera no está en la meta, sino en compartir el camino.
Por eso, hoy más que nunca, arriba los corazones.
