Sepulcro en el Monasterio de Santa María del Parral. Dibujo de Genaro Pérez Villaamil y litografía de Manson. 1842. Este magnífico dibujante gallego fue, que yo sepa, el primero que se acercó al monasterio segoviano de Santa María del Parral para dejar algún testimonio gráfico de su existencia, siete años después de haberse decretado la supresión de la orden jerónima. Tomó una vista interior de lo que él entendió que era un sepulcro, aunque en realidad es la puerta que une la nave de la iglesia con la sacristía, bastante enriquecida en volumen y ornamentación por la fantasía del artista, que detrás no vio una sacristía sino un rico claustro gótico.

José María Avrial. El monasterio del Parral, obra del tiempo del rey D. Enrique 4º. Aguada, 1843. Academia de Bellas Artes de San Fernando. Quienes escribieron sobre El Parral tardaron en ponerse de acuerdo sobre si su fundador fue el Marqués de Villena o el príncipe Enrique. Hoy nadie duda que fue el último valiéndose de la intervención del primero a quien “el sitio más a propósito parecía la ermita de Nuestra Señora del Parral”, por lo que “suplicaba al cabildo dueño de ermita y huertas, le hiciese el favor de dársela para tan buen propósito con las casas y posesiones que la cercaban”. Una finca hermosa, propiedad del cabildo, situada al pie de las cuestas, con buena tierra y agua abundante, que los jerónimos convirtieron en un vergel.

José María Avrial. Vista de la iglesia del Parral tomada desde la subida al romeral. Aguada. 1843. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es una vista del gran templo monástico tomada por el este y por el norte, destacando la singular cabecera, ábside central y brazos del crucero, abierta con grandes ventanas, que ya no son ojivales sino de medio punto, un paso adelante arquitectónico paralelo al de los contrafuertes, que aparecen sin los pináculos tan característicos del arte gótico. La vista norte también tiene contrafuertes, encajados entre las capillas. El cimborrio es cuadrado, con tejado a cuatro aguas y la torre, también cuadrada remata con una elegante crestería plateresca. Lo que Avrial señala como “romeral”, para los religiosos era la “viña”, en lo alto de la cuesta.

José María Avrial. Fachada del convento del Parral. Aguada. 1843. Academia de Bellas Artes de San Fernando. La inconclusa fachada debería haberse labrado sobre diseño de Juan Guas, el gran arquitecto castellano en el tramo final del siglo XV. De haberse concluido hubiera sido monumental, en la línea de la llamada “de los leones”, de la Catedral de Toledo, en la que Guas dio sus primeros pasos como cantero diseñador. La base labrada es elegante y los escudos imponentes, aunque lo más estacado es la torre, obra del abulense Juan Campero, quien se comprometió a levantarla 29 pies y labrar su elegante coronación por escritura fechada el 17 de marzo de 1529.

José María Avrial. Puerta de la sacristía del Parral donde antes estaba colocado el sepulcro de la condesa de Medellín. Aguada. 1843. Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pongo esta portada para que los lectores puedan comparar dos modos diferentes de reproducir un mismo motivo por dos artistas diferentes: Genaro Pérez Villaamil era ampuloso y tendía a engrandecer en dimensiones y en entorno lo representado; José María Avrial, más realista, se ceñía a representar lo que veía con toda fidelidad. De cualquiera de las dos formas la portada es muy bella y en cualquiera de los dos autores, de gran plasticidad.

Samuel Manning. Gateway of the Cathedral. Segovia. Grabado.1870. Algunos artistas no han tenido inconveniente en copiar a sus colegas. Lo podemos apreciar viendo esta puerta que ya he puesto tres veces. La primera versión es la de Genaro Pérez Villaamil, que la tituló Sepulcro en el Monasterio del Parral; la segunda es la de Avrial, muy fiel a la realidad y de largo título: Portada de la sacristía del Parral donde antes estaba colocado el sepulcro de la condesa de Medellín; y la más moderna ésta del británico Samuel Manning, que copia la de Pérez Villaaamil, pero cambiando el título. Parece evidente que no estuvo ni en la catedral ni en El Parral.

Valentín Cardedera. El monasterio del Parral visto desde el río. Acuarela. 1850. Museo Lázaro Galdeano. En su Historia de la Orden Jerónima (1567), el Padre Sigüenza contó que D. Juan Pacheco, habiendo recibido el encargo de levantar el monasterio, “halló después de haberlo mirado atentamente, un puesto admirable para el propósito, un poco levantado en la ladera de una cuesta, abrigado con ella y con unas peñas de los cierzos fríos, que lo son mucho en aquella tierra, puesta al mediodía, donde le da el Sol desde la mañana hasta la noche, a tiro de ballesta de los muros, frontero del Alcázar real, algo subido al Oriente, templado cuanto allí puede desearse, y como una Primavera perpetua, comparado con el frío extremado a que está sujeta la ciudad, por estar opuesta al cierzo y por la vecindad de la sierra”. El Marqués de Villena estudió bien el emplazamiento.

Valentín Cardedera. Monasterio del Parral. Acuarela. 1850. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Eugenio Colorado escribió en la revista Castilla un artículo titulado “El prestigio el Parral”: “Es curioso ver cómo se ha ida formando el prestigio artístico de este monasterio, hasta consagrarlo monumento nacional. Para mi casi todo ese prestigio, hasta ahora, era literatura y el resto se lo debía al esfuerzo de esa crítica romántica, que desenvaina su admiración ante unas ruinas, ante una piedra tallada… Una crítica sensiblera que ha entablado estéril lucha (restauraciones) con el tiempo, cuya inclemencia corroe la piedra, destruye los monumentos, para que el Arte no se quede pasmado en esa admiración que pretende”. Me parece que al señor Colorado no le gustaba mucho este monumento que tan bella estampa hace en ese paraje.

Valentín Cardedera. Claustro grande del monasterio del Parral. Acuarela. 1852. Museo Lázaro Galdeano. Esta acuarela acaso no sea una obra de arte inapreciable, pero sí es un documento interesantísimo de un tiempo ido. El monasterio y sus bienes habían sido puestos a la venta en subasta por el Estado unos quince años antes y el expolio todavía no había llegado al extremo que llegó. Como podemos ver, en el centro del claustro había una hermosa fuente de granito, labrada en 1611 por el arquitecto Pedro de Brizuela. Unos años después, el Ayuntamiento de la ciudad se la llevó para colocarla en la Alameda, donde sigue, aunque sin el remate, que o se vendió, o se robó o se convirtió en gravilla.

Martín Rico y Ortega. Monasterio del Parral. Acuarela. 1856. Museo del Prado. Ya la publiqué en el viaje a Segovia de Martín Rico. Vuelvo a ponerla porque no puede faltar en una serie sobre El Parral, monasterio en el que destaca esa gran fachada, con pocos adornos y así descrita por José Antonio Ruiz Hernando en su guía del monasterio del Parral, publicada en 1986: “La fachada se ofrece desnuda, casi desafiante y un tanto hosca si no fuera por el galano cuerpo de campanas y la decoración de la portada que ayudan a encubrir una desnudez no deseada. Es una fachada sin terminar y se detecta al primer golpe de vista. De haberse concluido la portada habría sido en verdad sorprendente y muy otro su aspecto”.
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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce
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