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Pesimismo

Se dice que un pesimista es un optimista bien informado. Un dicho brillante que deja la extraña sensación de que lo único válido es el pesimismo. Lo demás es ingenuidad

por Jesús Fco. Riaza (*)
5 de octubre de 2025
en Opinion
JESUS FRANCISCO RIAZA
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Se dice que un pesimista es un optimista bien informado. Un dicho brillante que deja la extraña sensación de que lo único válido es el pesimismo. Lo demás es ingenuidad.

Están poniendo en Movistar una serie titulada “Poquita fe” en la que los personajes tienen un toque pesimista y, sin embargo, los breves capítulos, no más de 20 minutos, tienen un toque de comedia desternillante. Lo brillante de la serie es jugar con esa paradoja y darle un toque de ironía. En el título ya se pone de manifiesto que los protagonistas tienen poca fe, no en el sentido espiritual, que deja a un lado, sino en el mundo que les rodea pero, aunque están desencantados y en la encrucijada de una crisis personal, les salva la ternura.

Estos días he leído el artículo de Remedios Zafra—profesora universitaria de Arte, Antropología y Cultura Digital— publicado en los cuadernos de “Cristianismo y Justicia” que lleva el sugerente título de “El malestar bueno”. Parte de la obviedad de que siempre intentamos evitar cualquier situación incómoda. Eso que es normal, se convierte en un problema cuando esa actitud nos hace reacios a cualquier planteamiento que nos haga mirar la realidad de forma crítica. Es evidente que preferimos cosas amables a planteamientos que ponen en entredicho nuestra forma de vida haciéndonos pensar. Los sociólogos dicen que ya solo escuchamos y leemos las cosas que nos dan la razón.

Para la autora del artículo estamos en “una época que penaliza el tiempo para pensar, considerándolo doloroso y molesto” y se tiende a sustituir la filosofía, la argumentación pausada y el disentimiento tranquilo, por pastillas. Y lo cierto es que ya no hay forma de escuchar un debate sereno y profundo sobre ningún tema. A mí me parece que la gente lo agradecería mucho más que los gritos y las descalificaciones. La clase política que debería dar ejemplo, no lo hace porque solo quieren adeptos y forofos. Esta situación provoca, por una parte una sociedad crispada que se mueve entre el conformismo resignado y el pesimismo fatalista.

Sin embargo, asegura Remedios Zafra, “la incomodidad resulta a todas luces imprescindible para tomar conciencia de una situación opresiva” y añade: “Observen cómo la mayoría de los cambios sociales que han ayudado a las personas a vivir mejor han venido precedidos de una incomodidad previa”.

La tentación de utilizar los fármacos o las drogas para paliar tanta ansiedad, está muy extendida en algunos sectores. Las personas estresadas en lugar de afrontar el problema, se medican sin percibir que así alimentan su estrés, entrando en un círculo vicioso en el que se sienten profundamente solas aunque estén rodeadas de gente porque, al haber sustituido el cara a cara por las pantallas, las relaciones se hacen tan frías y distantes que a nadie se le ocurre expresar unos sentimientos que pueden ser interpretados como debilidad. Por otra parte, las drogas aparecen como la única solución a tanta soledad. En una situación así es fácil ser víctima de ese pesimismo existencial que ve el futuro con profunda desconfianza. Un pesimismo que se cuela en las entrañas de la sociedad y “opera como fuente de desmovilización colectiva y de desapego social. El pesimismo genera resignación y desactiva la posibilidad de sumar energías para cambios comunitarios”, concluye la profesora.

“Solo cuando pensamos que algo puede y que algo debe cambiar, el hilo de la esperanza germina”. Para la autora la conciencia de vulnerabilidad es el primer motor para el cambio. Todavía recordamos cómo la pandemia provocó el sentimiento colectivo de que algo tenía que cambiar y, aunque es verdad que tardamos muy poco en olvidarlo y volver a las andadas, era una sincera expresión del deseo de volver a convivir, de volver a unas relaciones más humanas.
El director de cine Ken Loach es un buen representante de un cine incómodo, lo que Remedios Zafra designa “el malestar bueno”, porque aborda problemas concretos de la sociedad desde la perspectiva del que es víctima del sistema. Siempre ha sido un cineasta duro y pesimista, aunque sus personajes sean entrañables. Pero en su última película, “El viejo roble”, en la que cuenta la llegada de refugiados sirios a un pequeño pueblo de Inglaterra, el casi nonagenario director, se inclina por ser más optimista y ofrece como auténtico revulsivo social la bondad y la ternura.

Seguramente no basta pero es un camino de comienzo. Desde luego si Netanyahu o Putin tuvieran un mínimo de esta virtud, no se comportarían así. De hecho ambos están traicionando la fe que dicen profesar porque ni judíos ni cristianos encontrarán en la Escritura justificación a esas masacres. Por supuesto, tampoco los terroristas si tuvieran un mínimo de humanidad. Necesitamos salir de ese pesimismo paralizante. Comencemos por confiar en que los acuerdos de esta semana lleven la paz a Tierra Santa.

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