Un punto más y, matemáticamente, la Liga será azulgrana. La victoria de ayer del Barcelona ante el Espanyol deja al equipo de Pep Guardiola a un empate (o a un tropiezo del Real Madrid) de conquistar su vigésimo primer título doméstico de la Historia.
En un plácido partido para los ‘culés’, conducidos por la clarividencia de Andrés Iniesta, que ofreció una clase magistral de fútbol, la escuadra anfitriona no tuvo que emplearse a fondo para conseguir su objetivo.
Un gol del manchego, en el primer tiempo, y otro de Gerard Piqué, en el inicio del segundo, rubricaron la victoria del Barça, que jugó con el freno de mano puesto durante muchos minutos frente a un adversario en el que solo Osvaldo dio muestras de calidad.
En teoría, el técnico de los ‘periquitos’, el argentino Mauricio Pochettino, diseñó una estrategia para buscar al rival en su campo. Recurrió a un doble pivote y a tres mediapuntas, con Osvaldo como referencia en ataque, para presionar a los de Guardiola. Sin embargo, el intento se desmoronó con bastante rapidez.
Bastó que Leo Messi entrara entre líneas, que Iniesta maniobrara con soltura, que Xavi se sintiera más suelto y que Dani Alves se proyectara por su banda para que los locales sitiaran la meta de Carlos Kameni.
Entonces, el Espanyol reculó y pasó a aplicar un 4-5-1. Con sus líneas más retrasadas, el Barça se vio todavía más a gusto, y la diana inicial era cuestión de tiempo.
Un error de Galán fue aprovechado por Iniesta para decantar la balanza a favor del Barcelona. El albaceteño sorteó a Amat y batió a Kameni, en una acción que podría haber firmado el mismísimo Michael Laudrup, hoy técnico del Mallorca.
Tras el tanto, los ‘culés’ quisieron sentenciar por la vía rápida, y si no lo hicieron antes del descanso fue porque David Villa no tiene la puntería afinada en estos momentos. El asturiano se quedó solo frente al meta adversario, y falló en una clara jugada de gol.
De todas formas, tampoco importó demasiado que el ‘Guaje’ no acertara, porque, al poco de reiniciarse el duelo una vez cubierto el paso por los vestuarios, Piqué anotó el 2-0 a la salida de un saque de esquina.
A partir de ahí, ya no hubo pelea, porque los recursos del Espanyol resultaron insuficientes para inquietar al Barça.
