Como bien decía ayer el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, el golpe asestado en la noche del jueves a ETA «nos acerca más al final de la violencia», demostrando que el Gobierno no ha cambiado su política antiterrorista. Y es que los dos cabecillas del aparato militar de la banda, Alejandro Zobarán, Xarla, y Mikel Oroz, Peru, figuran ya entre los trofeos más codiciados por la Policía tras los 33 arrestos practicados desde el último alto el fuego, el pasado 10 de enero.
Los cuatro presuntos asesinos detenidos en Willencourt -un pequeño pueblo del departamento de Pas de Calais, a unos 50 kilómetros al norte de Amiens- se presentaron allí a principios de febrero como turistas, pero tuvieron un comportamiento que despertó sospechas. Así lo explicó a una emisora de radio gala, Michel Crouzet, que les alquiló para tres semanas la vivienda rural en la que se produjo el arresto.
Pero «el vecindario se dio cuenta de que no se movían para nada durante el día, mientras que se oían movimientos por la noche», comentó el hostelero, y ese comportamiento «raro llegó a oídos de la Gendarmería», que transmitió la información a la Policía Judicial de Lille, que estuvo realizando tareas de vigilancia durante tres o cuatro días.
Durante el registro de la casa, los agentes encontraron, además de los dos vehículos que utilizaban -robados y con matrículas dobladas- varias armas cortas, papeles falsos y documentación en soporte informático que debe ser analizada. Lo que la Policía logre desencriptar será clave para analizar las verdaderas intenciones de la banda a medio plazo y sus posibles conexiones con Sortu, que hasta el momento no ha emitido ningún comunicado, si bien hace 48 horas pidió que cesen «las persecuciones a militantes independentistas».
Según fuentes de la lucha antiterrorista, el objeto de las reuniones que celebraron estos cuatro hombres era revisar toda la estrategia militar y logística de los comandos la banda, que estaba, previsiblemente, reabasteciéndose e hibernando durante el alto el fuego.
Al parecer, el domicilio fue alquilado únicamente para mantener este encuentro orgánico de varios días entre los jefes y sus dos intermediarios, con los comandos de la organización criminal a los que habrían dado instrucciones. Los terroristas se iban a desplazar a otro lugar, razón por la cual se procedió a practicar las detenciones en la noche del jueves.
Otro dato interesante de este nuevo golpe a la cabeza de la serpiente -que ya ha visto cómo caían seis número uno en tres años- es que, a diferencia de anteriores jefes militares que no opusieron resistencia en el momento de su detención, Xarla se mostró especialmente violento con los agentes del país vecino que desplegaron el exitoso operativo.
Asimismo, los expertos de la lucha antiterrorista explicaron que la zona en la que fueron detenidos -muy al norte y cerca de la frontera con Bélgica- es poco habitual para la banda, lo cual denota que lleva tiempo asfixiada en el País Vasco francés que, hasta no hace mucho, era su santuario, así como que solo los cabecillas de ETA suelen desplazarse a lugares tan alejados -el 28 de febrero de 2010 cayó Eneko Gogeaskoetxea en Normandía justo cuando planificaba diferentes atentados en España-. Esa es la razón por la cual, al conocerse las detenciones, las Fuerzas de Seguridad sospecharon de que los arrestados podrían ser gente relevante dentro del organigrama etarra tal y como ha resultado finalmente.
Como curiosidad cabría destacar que el antecesor de Xarla, Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, detenido el pasado 20 de mayo de 2010, también se encontraba con su lugarteniente Arkaitz Agirregabiria estudiando una recomposición de las estructuras militares de los «militantes independentistas» de Sortu. En los próximos días se sabrá si a este alto el fuego le queda poca vida.
