Fundé una ONG. No alarmarse: sin subvención. Tan carente de trámites que no solo adolece de cuota, ni registro, ni carnet, ni junta directiva ni reunión que comprometa a los abajo firmantes. Solo intención. Porque nuestra ONG se llama “Que cada uno cumpla con su parte”. En cumplir, en queriendo cumplir, socio para los restos.
Con el mismo procedimiento fundaría “El club de los poetas”. Dudo para el título, tan bonito, tan exacto, tan poco original. Mejor que jubilados, pensionistas, de la tercera edad, viejos. ¿Dónde pone que para ser poeta haya que versificar?
He llegado a un acuerdo con los que profetizan salud. Pesas, natación, fuerza, estiramientos, para cervicales, para ciática, pilates, yoga. De resultas paseo con mi novia mientras practicamos la conversación, variante de hacer el amor, con palabras. Otro paseo solo, quizás con más ritmo. Si muevo las piernas pienso que piensan que ando, si los brazos o la cabeza que se extrañan.
¿Alameda, Pinarillo? Los atrases de casa, linderos con el campo, a cierta distancia de los edificios, la sierra al fondo y las estaciones coloreando, suizas, kilimanjaros y niágaras suficientes. En escenario tan barato o en otro los miembros del club los poetas hacemos camino al andar. De poesía, porque tenemos azafranado el terreno de senderos y carreteras viejas. Clasificación:
Los que no saludamos. Mirando al suelo, absortos, esporádicos, con la mirada perdida, al móvil. Probablemente el paseo suture alguna herida.
Los que saludamos. Buenos días, qué hay, hasta luego. Más entonación que sintaxis. Correspondiente para no quedar de antipático. Olvido antes de que las pajas que esparce el viento vuelvan a caer.
Habituales. Educación y simpatía producen cariño. De verlos, de coincidir. Un día dijeron que hacía bueno. Al poco ya era difícil pasar sin echar la parlá. Si faltan, muchos de una edad, uy. Cuando vuelven ah. Se me ha ocurrido fotografiar a los coincidentes para el álbum del club de los poetas. Por miedo a la negativa lo voy dejando. A ver con palabras.
Aquel matrimonio tan amable del principio no ha vuelto. Hace poco coincidimos en el autobús, me consoló verlos. Él bajó afanosamente. Vestido de calle no me reconocieron.
Javi me saludaba antes de coincidir en el paseo, sin conocerme de nada. Sale a pasear al perro de sus sobrinos. Poco a poco supe que le operaron de la cadera, que el perro enceguece. Buen conversador, a menudo reúne tertulia peripatética.
Después de contarle a Pantani mi preferencia sobre la eutanasia me dijo con lágrimas que su mujer había fallecido unos meses antes. Mi remordimiento lo traduzco en aprecio.
Regino pasa de ochenta. Quién lo diría. Su historia desde nada hasta una jubilación pasable. Me concedió el título de “El chico de la pradera”, porque yo me dedicada mayormente a cuidar el jardín donde coincidimos.
El padre de Iván domina la meteorología. Sabe más de circulación. Entre lo limpio que le lleva su señora y la cara de buena persona da gusto intercambiar unas palabras.
Operaron de rodilla a la señora de los cascos. Al cruzarnos saca uno de la oreja y le damos a la sinhueso. Coincidimos más con la fresca.
El chaval del perro de presa lo tiene bien adiestrado. Lo hace parecer una buena persona. Un día vino con su niño en el cuco. Rió cuando dije que los niños no obedecen igual de bien que los perros.
La chica de la botella de agua, tan fina como andarina, saluda desde lejos. Se ve que no tiene miedo al frío. Es de las más persistentes.
El del perro de aguas saluda casi con reverencia. El del husky siberiano sonrisa con buenos días. El que saca el border collie de su hijo lo sujeta porque si no sube a besarte. El vecino modesto, gran persona, con su amigo. El que fue ganadero con su artesanía de endrino por cachaba. El perro con la chica que le lanza la piedra. La señora que ya vuelve cuando vamos los madrugadores. Aquel repartidor de fruta todavía tan simpático.
Atletas de variada condición. Algunas veces se ha aparecido en forma de gacela Águeda Marqués derrochando simpatía. O coincidimos con Javi Guerra que, tras abrocharse las zapatillas, corre como si no costara trabajo. Los domingos rebullen ciclistas de naranja. O menudea alguna familia con niños.
El club de los poetas me gusta más en soledad. Amarillo refulgente de hierbas inclinadas. Caricia aromática en verdes. Fresquito al amanecer. Frío amigo confundiendo a los abrigos. Más la lluvia siempre escasa o premio de nieve. Airón a veces.
Ay del día que no pueda salir. No faltarán ganas. Pasos por minuto… O como la madre de Josefa, asomada en silla de ruedas a la sierra. Claro, con manos samaritanas a los mandos. Por eso cada día es fiesta. Si nadie, con alguien, en silencio, departiendo. Dos horas de felicidad que añado a otras rutinas. Mi madre al ganchillo me diría: a qué tanto. Ya ves, madre. He salido a ti.
