El Balonmano Nava acudía a Granollers con una mochila cargada de ambición y cuentas pendientes. Por un lado, el reto de sumar su primera victoria como visitante en la presente temporada; por otro, el anhelo de romper una barrera histórica: vencer, por fin, al BM Granollers, el único rival junto al todopoderoso Barcelona al que nunca ha logrado superar en la Liga Asobal. No pudo ser. La espera continuará, pero lo hizo compitiendo de tú a tú y dejando una gran imagen frente a uno de los gigantes del campeonato. Porque el conjunto catalán, vigente subcampeón de liga, acabó imponiendo su calidad y fondo de banquillo para quedarse con los dos puntos por un trabajado 37-33.
Un inicio trabado, repleto de interrupciones, con defensas sólidas y ataques imprecisos marcó el arranque del encuentro entre el Balonmano Nava y el BM Granollers. Durante los primeros cinco minutos, el marcador solo reflejaba un solitario tanto de Sergi Franco, que adelantaba al conjunto dirigido por Antonio Rama. La dinámica no varió demasiado en los siguientes compases: máxima igualdad, ritmo lento pero intenso y un intercambio constante de golpes al contragolpe que mantenía el equilibrio en el luminoso. No fue hasta pasado el minuto diez cuando el equipo catalán dio el primer golpe serio sobre la mesa. Panitti comenzó a destacar en la portería, sumando paradas de mérito, y el Granollers imprimió una marcha más al juego, abriendo la primera brecha del encuentro con una renta de tres goles.
La hemorragia no se detuvo ahí. Los locales ampliaron su ventaja a cuatro tantos con un Pablo Urdangarín inspirado y prácticamente indescifrable para la defensa navera, lo que obligó a Álvaro Senovilla a detener el encuentro con un tiempo muerto (8-4) en busca de soluciones. El primer síntoma de reacción del Balonmano Nava llegó en ataque, gracias al lanzamiento exterior y la eficacia de Pablo Herranz, aunque la defensa seguía sin contener los rápidos contragolpes del Granollers. Fue entonces cuando emergió la figura de Mateus Buda.
Despertar navero
El guardameta brasileño comenzó a hacerse gigante bajo palos, frenando una y otra vez los intentos ofensivos del rival. Inspirado por su actuación, el Nava encontró oxígeno y respuesta al otro lado de la pista: un contragolpe bien ejecutado y liderado por Joao Bandeira permitió a los segovianos firmar un parcial de 0-5, que igualó el marcador a cinco minutos del descanso (12-12). El Granollers trató de recuperar el pulso con Fis tomando las riendas ofensivas, pero el recital de Buda (ya convertido en exhibición) mantuvo a flote a un Balonmano Nava que, aunque no logró culminar la remontada antes del intermedio, se fue a vestuarios con todo por decidir (16-15).
Tras la reanudación, el partido cambió de tono. El ritmo goleador aumentó y Granollers volvió a marcar diferencias con un Juan Palomino efectivo que devolvió la renta de tres goles. Un ataque irregular del Nava amplió la diferencia a cuatro tantos, forzando un nuevo tiempo muerto de Álvaro Senovilla (23-19).
El ajuste pareció funcionar momentáneamente. Con Patotski firmando una gran actuación en portería, los segovianos redujeron la desventaja a dos goles. Sin embargo, los locales supieron gestionar la ventaja y recuperar la renta de tres tantos al superar el ecuador del segundo tiempo.
Granollers no afloja
Panitti volvió a aparecer en momentos clave, negando opciones al Nava y permitiendo al equipo de Antonio Rama aumentar la ventaja hasta los cinco goles (29-24), igualando la máxima del encuentro. Pese a la renta, el equipo de Álvaro Senovilla no bajó los brazos. Joao Bandeira tomó la batuta ofensiva y Patotski mantuvo la esperanza bajo palos, acercando al Balonmano Nava a cuatro goles a falta de cinco minutos (34-30). No fue suficiente.
El fondo de armario del Granollers, ante un equipo navero cada vez más justo de gasolina, y la ventaja en el cronómetro terminaron por decantar la balanza, cerrando el encuentro a favor del cuadro catalán por un 37-33. Porque perder también puede ser un paso adelante, y si hay una forma de hacerlo, es como lo hizo el Balonmano Nava en Granollers. Esta vez no alcanzó, pero es por ahí por donde se sigue construyendo su camino.
