Calle de Perocota. Jesús Unturbe. Fotografía. Sin fecha. Esta calle, de la que pocos segovianos se acuerdan y que muchos ni siquiera han conocido, era corta pues sólo cubría la distancia que había entre la plaza del Azoguejo y el convento del Carmen Calzado, un edificio que después de haber sido desamortizado fue destinado a diversos usos hasta que lo adquirió la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia para instalar en él sus oficinas centrales. De esta entidad financiera lo recibió Bankia y de ésta La Caixa, su actual propietaria. La unión de la calle con la plaza del Azoguejo era tan estrecha que, como puede apreciarse en esta no muy clara fotografía, el paso de un carro era algo imposible. Pero eso sí: ver un fragmento del Acueducto más allá de la abertura tenía su encanto.

Centre of the Aqueduct. Frederick Leeds Edridge. Lápiz con toques de acuarela. Segovia, July, 1833. Museo Torreón de Lozoya. El autor de este dibujo fue un militar inglés que cruzó la península de norte a sur tras haber sido destinado a cumplir servicio en Gibraltar. Durante el viaje debió ir tomando apuntes de lo que más le llamaba la atención y en Segovia hizo, que conozcamos, dos dibujos del Acueducto, otro de la Catedral y una acuarela del Alcázar. Aunque sin certeza absoluta, pues todas las entradas a la plaza del Azoguejo eran estrechas, es casi seguro que esta vista se tomase desde la corta calle de Perocota, que se abría a la plaza del Azoguejo dejando ver esta imagen parcial, pero sorprendente para cualquier viajero que llegase a la ciudad del monumento romano.

Segovia. Calle de Perocota. Martín Rico y Ortega. Acuarela. 1856. Museo del Prado. La pintura nos permite apreciar la estrechez de la calle de Perocota en su unión con la plaza del Azoguejo, así como la pobreza de los materiales con los que se han construido las casas populares, hechas con entramados de ladrillo o adobe y madera. Algunas, en saledizo, con mayor superficie los pisos a medida que ganaban en altura -una forma de eludir impuestos que se pagaban por la superficie de suelo ocupada y no por la construida-, lo que las daba cierto pintoresquismo. Por la derecha la calle no tenía más que tres o cuatro casas, cayendo luego en barranca hacia la calle de la Asunción, hoy Gobernador Fernández Jiménez. Adivinar la grandeza del Acueducto más allá de tan estrecha abertura debía ser algo sorprendente.

Una calle de Segovia. Pedraza Ostos. Acuarela. 1919. Por la estrecha brecha que unía la calle Perocota con la plaza del Azoguejo pasa un hombre montado en un burro cargado de grandes serones. El artista nos ha colocado como a medio recorrido de la calle Perocota, cayendo ya el sol de la tarde. El dibujo es preciso, los volúmenes exactos, el color posiblemente también y, curiosamente, el Acueducto no se ve como algo imponente. Está donde debe estar y llenando el espacio justo. La acuarela es una pequeña obra maestra como pintura y un documento impagable para que conozcamos cómo era esta calle de Segovia a la que ya le iban quedando pocos años de existencia. Seleccionada para ilustrar una de sus páginas por La Esfera, una prestigiosa revista española de la época.

Calle de Perocota. Alberto Gallegos. Acuarela. 1924. Colección Juan Ignacio Davía. El autor de esta acuarela formó en el grupo de fotógrafos que con su cámara construyó la memoria histórica de la Segovia de los años centrales del pasado siglo. Y, como otros fotógrafos de su tiempo, fue también dibujante y pintor. Una de sus tempranas acuarelas es esta de la calle Perocota, pulcra, bien dibujada y de colores suaves. No sé si acentuó la estrechez de la vía levantando la altura de los edificios de viviendas para no apabullar con la grandeza del Acueducto del que, a ras de suelo sólo muestra uno de los pilares centrales, continuando por su correspondiente en la parte superior. A la derecha, el desnivel del terreno queda marcado por varios escalones construidos en granito. Resulta extraño que rotulara la acuarela como CAVA BAJA. SEGOVIA.

Calle de Perocota. Emilio Navarro Plaza. O/l. 1932. Casa Museo Antonio Machado. Emilio Navarro Plaza, una memoria perdida, figuró entre los segovianos inquietos que por los años veinte del pasado siglo se preocuparon por el desarrollo del arte en la ciudad, siendo uno de los promotores de la Exposición de Arte Segoviano que se organizó el año 1921. Con un estilo desenfadado y suelto pintó esta vista de la calle Perocota, con sus estrecheces y desnivel, abriéndose al final para dejar ver el Acueducto. Esta pintura es una de las pocas en las que, además de edificios y monumento, aparecen los segovianos, no campesinos ni folclóricos, sino del momento, dos de los cuales, la pareja que aparece en la parte inferior del lado izquierdo, visten la entonces moda novedosa que en las revistas divulgaban los dibujos de Penagos.

Calle Perocota. Manuel Bernardo. Dibujo a lápiz. Sin fecha. El artista que tantos rincones de Segovia dibujó con su lapicero incansable, no podía dejar de pintar este tan llamativo y pintoresco, las casas con sus pisos en saledizo y acercándose por ambos lados para hacer la estrechez de la calle, bien señalada por la presencia de dos figuras, un hombre llevando a un oso sujeto con una correa, que entran en ella desde la plaza del Azoguejo en la que se adivinan personas en corro dispuestas a contemplar un espectáculo circense. Quizá fue un apunte rápido, quizá un dibujo que ha pasado por muchas manos perdiendo con ello la nitidez de las líneas, quizá un dibujo que el artista que gustaba de presentar imágenes como emborronadas por la niebla, la ambientó así, con volúmenes un tanto desvaídos, para añadir a este espacio tan encantador un encanto más.

Plaza del Azoguejo y Avenida Fernández Ladreda. Félix París. Fotografía. Aquella pintoresca pero incómoda y mala de transitar unión que formaban la calle Perocota, la calle de la Asunción y la Bajada del Carmen desapareció un día, pasando a formar parte de una avenida ancha y cómoda que se llamó Fernández Ladreda, nombre de un ministro de Obras Públicas que la propició. No conozco pintura ni dibujo testigos de la reforma, aunque sí esta fotografía de Félix París, que recoge una escena costumbrista típica de las fiestas navideñas de aquellos años. La estrechez había desaparecido, se trazaron soportales a ambos lados de la calle y el pintoresquismo de aquella imagen de la vieja Segovia desapareció para siempre. Ni el nombre le dejaron.

Avenida Fernández Ladreda. Miguel Carlos Montesinos. O/l. 2003. Sólo las sombras traen a quienes la conocieron la imagen de la desaparecida calle de Perocota. Hubo derribos, alineaciones, ensanches y rellenos que acabaron con estrecheces y desniveles. La antigua y mínima, en longitud y en anchura, calle de Perocota quedó absorbida por una ancha y moderna avenida que se llamó Fernández Ladreda por el ministro de obras públicas que la hizo posible. Y así, la calle de Perocota ya no es la calle de Perocota como tampoco es lo que fue la plaza del Azoguejo, descrita por el Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela: “Plaza irregular y graciosa, anárquica y enloquecedora, punto de carros y estación de autobuses, tabladillo de sacamuelas y escenario de pícaros y picardías, bolsa de trabajo y lonja de contratación de todo lo que se puede -y aún mucho de lo que no se puede ni se debe- comprar y vender y recreo y distracción de vagos, de forasteros y de arbitristas”. No dejen de verla y de hacerse un selfie en ella.
—
* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce
porunasegoviamasverde.worpress.com
