El Campus María Zambrano ha tenido el privilegio de acoger el preestreno de una película sobre educación que, antes de llegar a las salas comerciales, quiso encontrarse con el público universitario de Segovia. Se trata de La Primera Escuela, coproducción franco-belga, dirigida por Éric Besnard y protagonizada por Alexandra Lamy.
No todos los días se tiene la oportunidad de convertir las aulas en un espacio de encuentro entre el cine, la reflexión y el aprendizaje. En esta ocasión, gracias a la generosa colaboración de la distribuidora A Contracorriente Films, pudimos vivir una experiencia única que reunió a más de 300 estudiantes de los grados de Educación y de Comunicación Digital, así como a un nutrido grupo de profesores e historiadores de la educación, entre los que se encontraban Luis Torrego, Alfonso Gutiérrez, Miriam Sonlleva, Carlos de Dueñas y Maricruz del Amo y miembros de los equipos directivos de los dos centros implicados y del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad, la ex directora y fundadora del Máster en Cine e Industrias culturales de la UVa, Mercedes Miguel y su actual Directora, Ana Cea.
La película nos llevó a la Francia rural de 1889, época en la que las leyes educativas promovidas por la Tercera República establecieron la enseñanza primaria como gratuita, obligatoria y laica. En ese contexto, una maestra parisina es enviada a un remoto pueblo del campo con el objetivo de implantar, con mucho esfuerzo, las nuevas políticas educativas. Louis Violet, la maestra, afronta un difícil desafío: debe transmitir conocimiento y, al mismo tiempo, convertirse en agente de cambio social, abrir camino a nuevas generaciones y convencer a sus vecinos de que la mujer puede abandonar el ámbito doméstico para asumir una función pública. La labor de Louise, como la de tantas maestras pioneras, trasciende la enseñanza y simbolizaba la igualdad de oportunidades y la posibilidad de que el conocimiento llegue a todos, incluidas las niñas del pueblo. En esta tarea cuenta con el apoyo del alcalde y del párroco del pueblo, en los que la maestra encontrará a dos aliados que le ayudarán a entender la mentalidad, las costumbres y las normas que rigen los entornos rurales.

Al papel de la mujer en la historia de la educación, y a la importancia de ambas como motor de cambio social, se suma una tercera temática que es fundamental en la película: la tensión entre tradición y progreso. La llegada de la educación obligatoria se percibe como una amenaza que podría alterar las costumbres, la vida agrícola y el orden social establecido. Para muchos padres, enviar a sus hijos a la escuela supone perder manos en el campo; para otros, aceptar a una maestra forastera, representa una intromisión del Estado en su manera de vivir.
Hoy la escuela rural vive un desafío similar: aulas con escasos recursos, despoblación que amenaza su continuidad y familias que, en ocasiones, se debaten entre mantener los vínculos con su tierra o trasladarse a la ciudad en busca de nuevas oportunidades. Ante esta realidad, los maestros y maestras rurales siguen siendo figuras clave, capaces de sostener la cohesión de la comunidad, transmitir valores y abrir horizontes a su alumnado. La película no solo retrata una época histórica, sino que nos recuerda la importancia de seguir defendiendo la escuela pública, gratuita y accesible para todos, independientemente del lugar en el que vivamos.
Desde estas páginas reiteramos nuestro agradecimiento a A Contracorriente Films por confiar en nosotros como sede de esta acción educomunicativa. Su apuesta por acercar el cine a la universidad es un ejemplo de cómo las industrias culturales pueden abrir caminos de colaboración con la comunidad académica. Tal y como puso de relieve Agustín García Matilla, vicerrector del Campus y experto en Educomunicación, “esta experiencia demuestra que el cine no es sólo entretenimiento, sino también un recurso pedagógico de primer orden, un catalizador de ideas y un estímulo para la reflexión crítica”.
El cine y la educación son, en palabras de Mercedes Ruiz, una de las organizadoras del evento, “grandes contadores de historias”. En la pantalla o en el aula, las historias actúan como puentes que conectan generaciones, culturas y saberes. Cuando cine y educación se encuentran, el poder de la narración se multiplica: no sólo informan, sino que también transforman, convirtiendo cada historia en una lección de vida.

Tal y como apuntaba Ruiz, “visionar una película de dos horas supone hoy en día un verdadero desafío para estudiantes jóvenes, acostumbrados a consumir contenidos breves y fragmentados”. Sin embargo, la mayoría de nuestros espectadores permaneció en la sala hasta el final de la proyección, demostrando que, cuando una historia conecta con las inquietudes del público, es capaz de superar las barreras de la inmediatez y del consumo rápido.
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(*) Profesora de la Facultad de CC.SS., Jurídicas y de la Comunicación y coordinadora del Grado de Comunicación Digital.
