Los Voluntarios Realistas fueron una milicia creada por Fernando VII en 1823, tras el Trienio Liberal, porque desconfiaba del ejército regular. Su objetivo era proteger la monarquía absoluta ya que el rey consideraba que aún había muchos liberales en el ejército. El origen de los Voluntarios Realistas se encuentra en las guerrillas que desde 1821 se lanzaron al campo para hacer frente al régimen constitucional. Un informe, solicitado desde la corte por el duque del Infantado, nos permite tener una instantánea del ambiente que se respiraba en la provincia de Segovia hace ahora doscientos años.
EL REGRESO DEL REY Y EL TRIENIO LIBERAL
Durante la guerra contra los franceses el rey Fernando VII estuvo en Bayona prisionero de Napoleón. Allí jugaba al billar y felicitaba al emperador por sus triunfos sobre los propios españoles. Cuando terminó la contienda el Borbón regresó a España en medio del clamor de sus súbditos. Su condición de prisionero había aumentado su popularidad hasta el punto de ser citado en las crónicas como el Deseado, pero pronto desvaneció las expectativas provocando una atmósfera de desencanto y con el tiempo será más conocido como el rey Felón. Nada más pisar suelo patrio renegó de la Constitución de Cádiz porque limitaba su poder. A partir de aquí, sería su reinado un periodo de tensión constante entre partidarios y enemigos de la Constitución.
El descontento daría lugar al pronunciamiento del coronel Riego del día de año nuevo de 1820 que proclamó la vigencia de la constitución gaditana; se iniciaba así el Trienio Liberal. Fernando VII aceptó sobre el papel la nueva situación, pero no dejaría de conspirar con sus partidarios para revertir la situación.
En Segovia serían militares y funcionarios los principales valedores del nuevo régimen constitucional y protagonizaron el apoyo fundamental de las nuevas instituciones. El ejército, en general, sintonizaba con los planteamientos políticos del liberalismo. Por su parte, la burguesía de la capital estuvo poco participativa debido a la progresiva decadencia de su actividad económica desde los primeros años del siglo. El clero, reacio desde el principio al nuevo sistema político, fue tomando, desde la inicial pasividad, una franca oposición. Sobre todo, cuando las disposiciones que se tomaban tocaban sus bases económicas, como fue reducir el diezmo al cinco por ciento.
El campesinado se había aferrado, aún más, a un conservadurismo secular y no sintonizaba con el liberalismo del siglo XIX, que no supo atraerse su apoyo. Sobre todo, porque, para los intereses del agricultor, no estuvo claro que el sistema liberal supusiera realmente ser más ventajoso que el absolutismo, al que siempre se mostraron más proclives. Desde antes de concluir el Trienio Liberal, partidas realistas de voluntarios, surgidos de los pueblos, camparon a sus anchas. Cuestión determinante para este posicionamiento de los campesinos de la provincia fue el trato que durante el Trienio se les vino a dar a las Comunidades de Villa y Tierra, perjudicial para sus intereses. Como quiera que la Constitución de 1812 ignoraba tales instituciones, se vino a establecer que los ayuntamientos cabeza de Comunidad fueran los únicos y exclusivos administradores de los cuantiosos bienes comunitarios. Los procuradores de la Tierra, los sexmeros y ochaveros, no lograban hacer oír su voz a la hora de tomar decisiones sobre la administración y el empleo de los ingresos producidos por tales bienes. La protesta de los pueblos fue constante por considerar que el nuevo sistema político los excluía al consagrar el protagonismo exclusivo de los regidores de los ayuntamientos cabeza de Comunidad e ignorar los derechos históricos de las aldeas. El liberalismo les resultaba, desde este punto de vista, menos deseable que el sistema absolutista y por lo tanto esta política alejó el apoyo decidido del campesinado.
EL CUERPO DE VOLUNTARIOS REALISTAS EN SEGOVIA
Por lo dicho, muchos campesinos se alistaron para formar parte del Cuerpo de Voluntarios Realistas, una milicia absolutista creada en de junio de 1823 en defensa del poder absoluto del trono y la religión. Surge como reverso institucional a lo que había sido la Milicia Nacional durante el Trienio. Este cuerpo tuvo un papel muy destacado en la represión de los llamados constitucionalistas que se desató tras la caída del gobierno liberal durante los diez años del reinado de Fernando VII, en la conocida como década ominosa. En unos años en los que la seguridad en los caminos y en las áreas rurales dejaba mucho que desear, se les encomendó a los voluntarios realistas también la persecución de los malhechores.
Podrían pertenecer a este cuerpo los vecinos y naturales de los pueblos desde los veinte a los cincuenta años, que fueran de buena conducta, honradez reconocida, amor al rey y que quisieran abolir el llamado sistema constitucional, que tantos males había causado a la nación. Los alistados a este cuerpo lo hacían por propia voluntad, ya que se correspondía con su ideología, y los servicios se hacían en la propia comarca, lo que suponía que era compatible ser voluntario y seguir desarrollando cada uno su actividad profesional.
En la provincia de Segovia los voluntarios realistas quedaron organizados en cinco batallones que se correspondían con el de la capital, San Ildefonso, Cuéllar, Sepúlveda y Santa María la Real de Nieva. Todos juntos componían la décima brigada de Castilla la Vieja, dependiendo del capitán general que residía en Valladolid. Algo más tardía, de finales de 1825, fue la constitución de un batallón de voluntarios en Ayllón, para cuya organización se destinó a Benito Miranda, comandante de los realistas de Cuéllar, natural de la tierra a la que había sido enviado; la nueva unidad contaría con trescientas veinticuatro plazas. En la teoría cada batallón constaba de ocho compañías y cada una de estas con ochenta plazas, en la práctica cada unidad se ajustaba al número de voluntarios salidos en cada partido o demarcación.
Una dificultad para la logística de los Voluntarios fue la de su dotación, porque los uniformes quedaban por cuenta de cada batallón y de las autoridades locales. Este uniforme consistía en chaqueta azul con cuello y puños vueltos de color rojo, chaleco y pantalón blanco con botas. El gorro era un chacó alto que daba a los voluntarios, en su conjunto, una apariencia pomposa y de ser más grandes de lo que realmente eran. Hasta que iban llegando los uniformes, se distinguían los miembros realistas por llevar una escarapela militar.
Sin embargo, el batallón del partido de Sepúlveda ya estaba perfectamente vestido y equipado en el verano del veinticuatro. De esta manera se presentó por la tarde del día de san Luis en La Granja y desfilaron sus voluntarios delante del rey que les manifestó su aprecio, primero presenciando el desfile desde un balcón del palacio y recibiendo al día siguiente en audiencia al comandante y su plana mayor.

En Cuéllar, el comandante Benito Miranda no cejó en su empeño de uniformar a sus subordinados. En el mes de julio de 1825, el Ayuntamiento de Cuéllar le otorgó un poder porque le era urgente armar y uniformar a los voluntarios y carecía del dinero necesario para ello. Pretendía Miranda solicitar un préstamo de treinta mil reales para conseguir su objetivo con la mayor brevedad.
Otro acto protocolario era el de dotar a cada batallón de su estandarte propio. La bandera del de Cuéllar y su partido se bendijo en mayo del veinticinco en una misa con sermón en la iglesia del convento de San Francisco. Predicó Manuel Miranda, rector del colegio agustino filipino de Valladolid, que sospechamos fuera pariente del comandante de los voluntarios. Comienza el discurso con lo que era la máxima del cuerpo de voluntarios: pues que nuestra divisa es defender el Altar y el Trono.
Una buena parte de la violencia política y social durante la Década Ominosa hay que imputarla a la acción, a menudo incontrolada, de los voluntarios realistas, que se extralimitaban en las funciones que se les había encomendado. Y esta situación se dio también en la provincia de Segovia. Sobre todo, en lo que se refiere a su actuación contra los liberales, a los que llamaban despectivamente negros, y en algunos casos también contra los ricos, lo que dio lugar a un radicalismo social y político cargado de odio. Es por esto que los voluntarios serían un foco permanente de agitación contra el gobierno, al que sobrepasaban por su derecha, provocando recelos hasta en el mismo Fernando VII.
EL INFORME INFANTADO EN CUÉLLAR
Ante esta situación, el duque del Infantado, secretario de Estado del rey, solicitó en 1825 una información a las autoridades de la monarquía para averiguar qué opinión tenían de los Voluntarios y conocer cómo había actuado dicho cuerpo hasta ese año. Aunque el duque del Infantado era un absolutista convencido, durante su mandato pretendió una persecución antiliberal más moderada de la que se venía ejerciendo. Intentaba además redactar un reglamento que pusiera coto a los excesos que sabía se estaban produciendo. Los informes que le remitieron desde de Segovia nos trasladan una instantánea del ambiente político que se vivía en la provincia, con los enfrentamientos entre absolutistas y constitucionales. Entre la documentación que se mandó a Madrid destaca la que llegó desde Cuéllar.
Estaba al mando del Cuerpo de Voluntarios Realistas de Cuéllar el ya citado teniente coronel Benito Miranda, natural de Santibáñez de Ayllón, que desplegó una intensa actividad en el control y represión de los constitucionalistas de su zona. Sus acciones invadían las competencias del alcalde mayor de Cuéllar, Juan Crisóstomo Ceinos, por lo que tendría desencuentros con el jefe de los voluntarios realistas. Había una clara discrepancia entre el jefe realista y el alcalde sobre la intensidad de la represión de los liberales y también sobre la postura dentro del absolutismo; Miranda se corresponde con el sector intransigente, mientras que el alcalde mayor Ceinos es un claro ejemplo de los absolutistas templados.
**Continúa el domingo 28 de septiembre de 2025
