Te puede quitar el sueño la posibilidad de que entre un ladrón en casa. O, por ejemplo, que alguna inclemencia extrema del tiempo o un incendio tenga efectos en tu vivienda… Lo que carece de toda lógica es el temor a que un camión o un autobús golpee ese hogar y cause algún estrago, material o humano. Pues existe un pequeño pueblo de Segovia donde tiene cabida ese desasosiego que atenta contra la más elemental de las normas de seguridad vial. Hablamos de Chañe, donde la confluencia de varias carreteras y el aumento del tráfico de vehículos pesados ha generado el malestar de algunos vecinos, sobre todo en la calle Extramuros, donde las viviendas han sufrido ya numerosos daños por los impactos y hasta un autobús dio un susto de muerte a dos mujeres de avanzada edad este verano.
A comienzos de septiembre, el Grupo Municipal Socialista de la localidad presentó una moción para que el próximo Pleno trate este espinoso asunto y solicite a la Junta de Castilla y León y a la Diputación Provincial de Segovia, las administraciones competentes en carreteras, para que entre todos se busque y encuentre una solución técnica y efectiva al problema. Una solución que no será sencilla, pues debe compaginar una actividad económica del municipio muy vinculada al transporte lógico de las empresas de los alrededores con la seguridad de los vecinos de Chañe. Para ello se debe dotar al municipio de unas infraestructuras que no pongan en peligro dicha seguridad y que sean adecuadas para el tráfico de la zona.
El principal peligro reside en la mencionada calle, atravesada por la carretera autonómica SG-333 y conectada con las provinciales SG-V 3331 y 3341. Es el epicentro de un terremoto vial cuando confluyen varios vehículos de gran tonelaje, obligados maniobrar por el escaso espacio, rodeados de casas que terminan actuando como parachoques, según comentan los vecinos afectados.
“Hay camioneros que te dicen: ‘yo pagaría por no tener que pasar por aquí’, porque lo pasan muy mal y van perdidos, sobre todo los que pasan por primera vez o los que son nuevos y tienen poca veteranía”, explica José Herranz, propietario junto a su mujer Fuencisla Pedriza de una de las casas que más sufren el dilema y que el pasado 6 de agosto fue golpeada con violencia por un autobús.
“Eran como las cinco de la tarde y estábamos descansando mi hermana y yo cuando me dice: ‘Fuencis, que viene un autobús y se va a dar contra la casa’ y yo le contesté ‘pero qué dices’ y no me dio ni tiempo antes del ruido del choque y de que me pasaran al lado los cascotes de la casa. Menos mal que ninguno me golpeó. Frenó con la pared, ese fue el freno que tuvo y se la llevó por delante. Desde entonces cuando sentimos una marcha atrás nos ponemos muy nerviosos”, afirma Fuencisla.

Su esposo está desesperado a la espera de una solución que no llega . “Para eso pagamos impuestos, que hagan una desviación. El señor alcalde o quien tenga que hacerla, cueste lo que cueste. Ya se hace en las ciudades, ¿por qué aquí no, o es que la vida de las personas no vale nada?”, se cuestiona José. “Por suerte no ha habido ninguna desgracia, pero no hay que esperar a que haya alguna muerte y yo estoy cerca de esa muerte, porque al que vive al otro lado del pueblo le da igual, pero los de esta calle estamos asustados. La verdad es que no hemos tenido mucho apoyo del resto del pueblo”, sigue José.
Ambos narran que los técnicos les han tranquilizado porque no hay daños estructurales, pero la pared está vencida, se puede comprobar a simple vista una enorme grieta, la ventana no se puede abrir tras el impacto y es apreciable el apuntalamiento de la casa que llevaron a cabo los bomberos para evitar mayores riesgos. Eso en el interior, en el exterior los daños son evidentes a simple vista, con la pared hundida, la mencionada grieta que se hace más visible dentro, y, como recalcan los dos, menos mal que se trata de un edificio antiguo, de 70 años o más, confeccionado con adobe en vez de ladrillo, lo que ayudó más a amortiguar el impacto del bus, que, por cierto, estaba lleno de viajeros. “Si fuera ladrillo tendríamos el autobús aquí dentro”, apostilla José señalando la estancia.
Camilo, vecino y víctima
Justo enfrente de la vivienda de Fuencisla y José se encuentra la de Camilo Botrán, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Chañe y uno de los impulsores de la moción. Camilo menciona que ha contado ya cinco siniestros en su casa, a la que van a parar los camiones en plena curva antes de la salir a la carretera. Los daños atañen a cornisas, canalones, cables, cuadro del contador y demás partes de la fachada, pero sobre todo a un estado de inquietud y de tensión que se acelera ante la falta de arreglo. Hasta tuvo que derribar la antigua casa de cien años que está pegada a la suya debido a una fuerte colisión.

“Viene de lejos este problema, pero en los últimos tiempos ha crecido y cada vez son más los vehículos pesados que atraviesan el pueblo. Se está extendiendo desde la calle Extramuros, donde vivimos nosotros, a los alrededores, desde la entrada a la salida. Esto se nos ha ido de las manos”, avanza el concejal, quien quiere aclarar que no se trata de ir en contra de las empresas, ni del alcalde, ni de nadie, sino de buscar la mejor solución posible. “Somos conscientes de que desde el Ayuntamiento poco se puede hacer porque las competencias las tienen la Junta de Castilla y León y la Diputación, pero el Ayuntamiento debe solicitar todo lo que sea en bien de los vecinos”, se queja.
“Yo diría que el 90 por ciento de los siniestros están causados por cruzarse varios vehículos grandes, sobre todo trailers o como el autobús del grave accidente del verano. Al maniobrar los unos con los otros, girarse, dar marcha atrás como en el caso del autobús, ahí es cuando chocan contra las casas por el poco espacio que hay y que esa calle no está adaptada para ese tipo de tráfico. He llegado a ver una especie de ‘tren de la bruja’, con cinco de estos trailers atascados en fila porque no podían pasar”, continúa Camilo, que en general exonera a los conductores.
Porque, como explica, también son víctimas de esta casuística. “He hablado con ellos y te dicen que lo pasan mal cuando vienen por aquí. Y los que no lo conocen lo tienen peor, o se dejan llevar por los sistemas de navegación que les conducen por donde es más difícil. Se encuentran de repente en cruces casi sin visibilidad con estos vehículos que tienen grandes ángulos muertos. Recuerdo uno que sufrió una colisión y estaba medio temblando porque tenía que dar parte a la empresa y estaba asustado por un posible despido”. Es evidente que los conductores son damnificados, nada que ver con aquel que conducía el camión de la mítica película ‘El diablo sobre ruedas’. Eso sí, Fuencisla y José reprochan la mala actitud que mostró el chofer del bus que se empotró contra su vivienda.
Todos coinciden en afirmar que la mejor solución sería una especie de circunvalación, tan complicada como necesaria. “Si es que solo con escuchar la marcha atrás la gente ya se echa a temblar, se les sale el corazón, y son muchas las personas mayores afectadas por esta inseguridad”, cierra el edil.
“Mi hija juega mucho allí y cualquier día podría ser una víctima ”
Sara Herranz, la hija de Fuencisla y José, alerta de que por suerte hasta ahora no ha habido que lamentar daños personales, pero añade que no se debe esperar a que suceda algo horrible para por fin adoptar alguna medida. “Mi hija cuando, estamos allí, juega mucho junto a la casa y cualquier día podría ser una víctima. O mi madre, a quien los cascotes de la casa le pasaron a 10 centímetros el día que se empotró el autobús”, lamenta. Ella y un grupo de vecinos fundaron la plataforma ‘No más tráfico industrial’ pues considera que esa zona del pueblo se está transformando ya en una es especie de polígono industrial dado el enorme tráfico de vehículos pesados. Se calcula, según subraya, que unos 200 camiones al día hacen acto de presencia, además de los autobuses. Cuando pasan por allí de uno en uno la situación no suele complicarse, pero cuando coinciden varios en la misma calle Extramuros se desata el caos y las maniobras imposibles, poniendo en riesgo las viviendas colindantes.
Ha trabajado en una empresa que realiza mediciones acústicas y ha corroborado con medios y con conocimiento del tema que el ruido ambiental excede con creces de lo soportable, sobre todo porque es entre las 6.00 y las 8.00 de la madrugada cuando llega la ‘hora punta’, como recuerda también su progenitor. “Hay vecinos que tienen ansiedad, los escuchan acercarse y se ponen a temblar. Esto tiene que solucionarse. Hace ya años que pedimos una alternativa. Sabemos que las competencias son de la Junta y la Diputación, pero la calle es responsabilidad del Ayuntamiento y aún no entendemos cómo se pudo aprobar que los camiones pasen por allí. Esperemos que en el próximo Pleno se pueda hablar y avanzar, es una gran oportunidad de hacer algo”, relata Sara, que no vive con sus padres en el número 1 de la calle Extramuros aunque va a menudo y trabaja cerca de Valladolid.
Los afectados recuerdan que el Procurador del Común ya instó al Consistorio para que ponga fin al tráfico de camiones, pero protestan por la inacción y ponen como ejemplo el levantamiento de una arqueta con una plancha de acero cubierta por arena como medida provisional pero insuficiente, además del ruido que ocasiona.
