‘Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita/
son las desesperantes posturas que tomamos/
para aguardar la muerte…
Mas ella no faltará a la cita…’
(Antonio Machado).
Si la muerte es, simplemente, el final de la vida… ¿Qué es mejor, dejar pasar los días como si ello fuera a suceder, o, por el contrario, viajar teniendo a nuestro lado la imagen bíblica del Génesis ‘polvo eres y en polvo te convertirás’? Pues… sabido es que el tiempo todo lo borra y que la muerte, esperada a veces, inesperada en otras, deja en los que quedamos vivos un rastro de dolor que se mide con normalidad entre el grado de amistad, los tiempos de convivencia, la familiaridad…
Resumiendo. El camino recorrido junto a quien la muerte le llegó después de una intensa –también larga-, vida, me lleva a la evidencia de que Carlos Herranz Cano no dejó nada de lo que se propuso por hacer. Va ser difícil olvidar su legado profesional y su cercanía en lo personal.
Siento su muerte y sentiré su ausencia. Fue director del periódico en el que llevo escribiendo más de medio siglo, y si en algún pasaje de ese tiempo necesité una frase de ánimo para seguir, en él la encontré. Cuando esa relación profesional acabó, la amistad dio paso a otro tramo de la vida. La que ahora, por fin de contrato, reitero, acaba.
Siento su muerte y sentiré su ausencia. Fue director del periódico en el que llevo escribiendo más de medio siglo, y si en algún pasaje de ese tiempo necesité de una frase de ánimo para seguir adelante, en él la encontré
La muerte, cierto es, no llega a todos por igual. Ni en tiempo, ni en forma. Nadie, a lo largo de los tiempos, encontró solución al desenlace. Promesas de futuro lejano ofrece la religión católica a los que profesan su fe. Mas, y mientras la profecía se cumple, o no, continuamos llorando a los que se van y recordamos su memoria ¿Se puede hacer algo más cuando la muerte llama a tu puerta y el guardián de la guadaña no admite réplica alguna?
Siento, Carlos, que tu tiempo de vida haya acabado. Ahora recuerdo que el abrazo que nos dimos en el Torreón de Lozoya fue el último encuentro que tuvimos. Luego… luego me he limitado a preguntar por tu salud. Espero, y deseo, que en el camino que ahora vas a recorrer encuentres todo aquello que durante muchos años creaste como profesional, ingeniero de Montes, y responsable del Servicio de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional. Tuviste una vida exenta de aburrimiento. Diste lo mejor de ti en cada uno de los lugares donde llegaste y en ellos dejaste impronta, tanto en el orden moral como profesional y el no menor de la amistad.
Verdad es que la muerte, aquí, ahora y puede que por los siglos de los siglos, no tiene remedio. Solo cabe esperar, pero sin demasiadas esperanzas…
…Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
(Antonio Machado)
Adiós Carlos, con un abrazo y un deseo: que el camino que ahora emprendes a no se sabe donde te resulte propicio.
