Mónaco ultima los preparativos del enlace entre el príncipe Alberto II y su prometida, la sudafricana Charlene Wittstock, con el que se abre una nueva etapa en la imagen del Principado y se culminan cinco años de noviazgo y 12 meses de trabajo desde el anuncio del compromiso.
Banderas monegascas y sudafricanas y otras con el emblema de la boda, las iniciales de los novios entrelazadas bajo una corona, ondean desde hace días en los lugares más emblemáticos de esta ciudad-Estado, donde los novios celebraan hoy su unión civil, y mañana la religiosa.
Menos de 24 horas antes del enlace civil, anunciado más como una fiesta popular que como una boda real, turistas con banderolas oficiales pasean por la plaza del Palacio en un día soleado, como suelen ser la mayoría en Mónaco.
Para el ministro de Estado del Principado, Michel Roger, la familia Grimaldi «tiene desde hace 700 años un vínculo muy estrecho con los ciudadanos», y Alberto II subraya esta relación invitando a súbditos a compartir las festividades.
una cerveza rosa. 200 actos culturales y detalles menores como una cerveza rosa concebida especialmente para la ocasión, o champán gratis en los comercios al término de la ceremonia religiosa, completan un programa de actividades que quiere acabar con los estereotipos monegascos. «Es cierto que hay glamour, lujo y calidad, y estamos orgullosos de todo eso, pero queremos redondear esa imagen con una de apertura y amabilidad», aseguró ayer a los periodistas el delegado general de Turismo, Michel Bouquier.
Se espera que en los dos próximos días cerca de 200.000 personas participen en esta fiesta, pero es precisamente esa afluencia masiva de visitantes la principal amenaza y fuente de hipotéticos problemas para el servicio de seguridad, en un Estado «neutro y sin hostilidades internacionales». Así describe ese territorio de apenas dos kilómetros cuadrados el director de la Seguridad Pública, André Muhlberger, según el cual se ha movilizado a los 521 agentes del Principado y, en colaboración con las autoridades francesas, se acordó el cierre del espacio aéreo durante las ceremonias.
«Todo el mundo se ha implicado como si los novios fueran de su propia familia», añade el ministro de Estado, para quien los monegascos ven a su futura princesa como alguien «sonriente que va a ser una gran embajadora».
1.200 periodistas acreditados contribuirán a hacer de Mónaco el centro de todas las miradas. Circunstancia que los responsables del evento aprovecharon para desmentir de nuevo el último de los escándalos que sobrevuela a los Grimaldi, el supuesto intento de fuga de Wittstock a su país natal, tras descubrir, según medios galos, que la vida de su prometido no es tan ejemplar como imaginaba. «No me lo creí ni por un segundo», afirma Juliette, una monegasca de 90 años, más pragmática que incrédula cuando asegura: «¿Que habríamos podido hacer, de todas formas, en caso de que fuera cierto?».
La pareja ya demostró públicamente que nada perturba la relación apareciendo en los ensayos del concierto que el francés Jean-Michel Jarré ofrece hoy a todos los habitantes de Mónaco.
