Ni fueron los nuevos tiempos ni esta era tecnológica que parece no querer tener en consideración al pasado. Tampoco la necesidad de reducir presupuestos al mermar las subvenciones, ni los problemas para el comercio o distribución de los productos artesanales. El primer escollo que ha supuesto el fin de la Feria Internacional de la Mujer Rural (PRONATURA) de Segovia fue un cambio de emplazamiento, desde la zona del Acueducto, con el tránsito de viandantes, ya sean locales o turistas, que conlleva, a la Plaza Mayor, más apartada y con un acceso más complicado, especialmente para los mayores. Como presidenta nacional de FEMUR (Federación Española de la Mujer Rural), Juana Borrego muestra su malestar por el cierre de un evento que ha acompañado a la ciudad en los últimos 27 años (ya 28) y que este viernes afronta su cita final.
—Un ciudadano que pase por allí, aunque sea por casualidad, ¿qué podrá encontrarse?
—Pues una feria de las más importantes que se hacen en Segovia, porque es de productos naturales que además hacen las mujeres rurales. Hemos puesto unas casetas rústicas, de madera, donde poder ver y comprar productos de artesanía de todo tipo, de alimentación, bisutería, adornos…, un poco de todo. Lo que se busca es que los visitantes encuentren algo que quieran comprar. Es muy importante porque se demuestra el trabajo que hacen estas mujeres, su destreza que va más allá de la agricultura y ganadería. Su capacidad de transformar esos productos de la tierra, cargados de historia y tradición y que están hechos con cariño y paciencia.
—Y además de exponer al visitante, se trata también de un punto de encuentro entre ellas, para estrechar o crear vínculos, que interactúen unas con otras o se propongan ideas.
—Con la feria queremos que se vea la capacitación y el desarrollo que hacen las mujeres con este trabajo con el fin de llegar a una igualdad respecto a los hombres, y para ello es fundamental que tengan una independencia económica. En muchos países que son agrícolas no cuentan con las mujeres, que suelen estar coaccionadas por el sistema económico, por eso la feria ha ido a muchos países y hemos logrado que en esos países las mujeres tengan su propio espacio.
—Esta edición es la despedida tras 27 años consecutivos, una despedida agridulce y con polémica sobre todo por el cambio de emplazamiento. Tienen ustedes un gran malestar por ello, ¿verdad?
—Pues sí. Desde 1998 que hicimos la primera, de carácter internacional, con la ministra de Agricultura Loyola de Palacio para ayudar a que estas mujeres demostraran su sabiduría, también las de otros países que comprobaran cómo se desarrollaba en España y tomaran ejemplo para trasladarlo a sus países. Empezamos con Francia, Alemania y Estados Unidos y después abrimos a otros de Europa y los iberoamericanos, a los que apoyábamos económicamente con los gastos de viaje. Se creó un gran diálogo entre continentes, mucha solidaridad y apoyo en los problemas para mejorar, pero las cosas han cambiado y ahora llegamos al final. Es verdad que en los últimos siete años las subvenciones se han reducido, los presupuestos son menores pero aún así se podía seguir haciendo aunque fuera una feria más pequeña, con la colaboración de empresas y entidades que la apoyan. La principal dificultad ha sido la obligación de tener que abandonar la zona del Acueducto. Durante muchos años se ha hecho allí y nunca hubo ningún accidente ni problema, todo lo contrario porque es el lugar más adecuado, con más público potencial. Desde el Ayuntamiento nos ofrecieron varios sitios, y es verdad que la Plaza Mayor no es mal lugar, pero no tiene comparación con la anchura de la avenida del Acueducto de Segovia y además tiene inconvenientes porque hay que subir una pendiente dura y a la gente mayor le cuesta más. Es una pena, porque eran los mismos segovianos los que nos pedían que trajéramos a las artesanas para comprar sus productos. Está muy claro que el primer motivo es ese.
—¿Y qué razones o justificaciones les han dado para ese cambio de lugar?
—Pues que se hace para evitar accidentes, que es un sitio que no es el adecuado para la feria cuando siempre nos han dado muchas facilidades. No lo escogimos por nosotros, sino por las artesanas, porque se animaba más la feria y sus productos pueden llegar a más gente, una gente que a lo mejor nunca ha visto tal artesanía.
—¿Y ya no se hará, ni en Segovia ni en ningún otro sitio?
—Es que ésta era la feria de Segovia, siempre se hizo aquí y antes era la única en España con productos verdaderamente artesanales; no había en España ninguna para las mujeres rurales. Era única. Ahora sí hay más ferias por todas partes y las mujeres tienen más posibilidades para mostrar su trabajo, si bien en algunos casos más que ferias son mercadillos. Así que no tiene sentido hacerla. Se cierra Segovia y se cierra la feria, de momento para siempre, aunque intentaremos hacer otras actividades u otras historias más innovadoras, pero será otra cosa.
—Una lástima porque en este mundo donde prima lo digital, lo artifical e industrial, estas iniciativas también deberían tener cabida.
—Sí, aunque haya que innovar. Recuerdo que en la pandemia hicimos otra feria online, pero en los pueblos era muy costoso el envío de productos, casi costaba más que el propio producto. Eso tienes que tener detrás una gran marca de transporte o algo así. Sin los medios adecuados es muy difícil. En eso estamos trabajando también y estudiando posibles proyectos porque debemos innovar porque todo ha cambiado respecto a la venta antigua en las plazas.
—Lo importante es seguir dando importancia a lo artesanal…
—Sí, que en la organización de este mundo en el que hay de todo, tenemos que conseguir que entren también este tipo de productos y que puedan comprarlos todo el mundo.
—Y sobre todo centrándose en la mujer.
—Claro. Hemos llegado a 40 países. Creo que la mujer ha conquistado el mundo con sus productos naturales incluso desde lugares donde no se contaba con las ellas para nada. Ahora tienen su espacio.
