Estaba el autor de estas líneas –o sea yo-, buscando texto alguno sobre la cuadratura del círculo en economía familiar –que ya me vale- y al observar lo difícil que era encontrarlo –lo que me demostró a las claras como anda la ‘cosa’ de la economía referida, ya que cuestión fácil es querer y otra, dificilísima, poder,- encontré entre lo mucho que publicó José Rodao Hernández (1), una fórmula. Y por si de interés encuentran su aplicación no han de buscar otro ‘tratado’, pues aquí dejo al lector la ‘respuesta’:
‘Un ricachón mentecato,
ahorrador empedernido,
por comprar jamón barato
lo llevó medio podrido.
Le produjo indigestión
y, entre botica y galeno,
gastó doble que en jamón…
por no comprar jamón bueno.
Y hoy afirma que fue un loco;
puesto que economizar
no es gastar mucho ni poco,
sino saberlo gastar’.
Y qué cada cual sepa las monedas que lleva en el bolsillo.
Devolución ‘insólita’
Metidos ya en la harina de la economía me doy de ‘bruces’ con una noticia fechada en Segovia en 1919. Como es habitual en este espacio, yo la describo, y que ‘ca’ cual la interprete como le venga en gana.
Había entregado Ignacio Zuloaga en el Ayuntamiento un importante donativo (200 pesetas), para que el alcalde las entregara a quienes dedicaban parte de su tiempo a cubrir necesidades de los necesitados. El alcalde, con buen criterio –digo yo-, entregó cincuenta pesetas a cuatro sacerdotes de otras tantas parroquias de la ciudad. Y ¡sorpresa, sorpresa! Lo sacerdotes, pasados unos días, llegaron al Ayuntamiento para hablar con el regidor y hacerle entrega/devolución de las cantidades referidas, pues, dijeron, ‘dada la exigua cantidad y el sinnúmero de compromisos que tienen las parroquias, nos vemos en la necesidad de declinar el encargo que se nos ha conferido’. (Publicado en el periódico ‘La Tierra de Segovia’).
Y no sé el porqué, el pensamiento, o sea, la cabeza, me puso en ‘escena’ aquel pasaje del evangelio de la multiplicación de ‘los panes y los peces’, ¡vaya usted a saber el motivo!, pues conocido es que ‘hay razones del corazón que la razón no entiende’, o, también, que ‘el corazón entiende lo que la razón aún no ha aprendido a nombrar’. ‘Cosa’ que dejó escrita el francés Blaise Pascal, filósofo, matemático y también católico.
Multa sin música
Lean y después lo cuentan. Siete de enero de 1915. Entre las notas que desde el Ayuntamiento (sin gabinete de prensa, (aún), se emiten para dar conocimiento a la ciudadanía, ‘saltó’ esta: ‘Por el departamento correspondiente y firmada por el alcalde, se ha impuesto una multa de 2 pesetas al vecino de Segovia, Agapito Marazuela ¿Causa? ‘por tener abandonado su carro en la vía pública, calle de San Francisco’. Tenía su domicilio en la Venta ‘El Pito’, junto al arco de La Fuencisla. A poco menos de dos kilómetros del Azoguejo. Era alcalde de la ciudad Francisco José de Cáceres.
Por ampliar el capítulo de multas, describo también la que los del Ayuntamiento pusieron al vecino de Zamarramala, Tiburcio de Andrés. Su cuantía fue de cinco pesetas y la causa, ‘por descargar un cerdo (de cuatro patas, aclaración necesaria), en un lugar poco limpio de la ¡Plaza Mayor!’.
Una petición ‘misteriosa’
En uno de los plenos del Ayuntamiento de la ciudad, concretamente el de noviembre de 1916, el señor secretario daba lectura a una carta/petición/instancia remitida por un alumno de la Academia de Artillería. Los concejales (los de entonces, ahora…), que estaban a otras cosas, cuando el señor secretario, dando más fuerza a su voz, pronunció la palabra ‘cementerio’ cesaron los cuchicheos (‘hablar en voz baja o al oído a alguien, de modo que otros no se enteren’). Fue entonces cuando conocieron de la petición: ‘solicito tener en propiedad un nicho en el cementerio municipal’. Dado que los alumnos del referido centro llegaban a él con muy corta edad, la petición no dejó de extrañar. Sometida a la consideración de los representantes de la ciudadanía estos la aprobaron y el señor alcalde, muy en su ‘papel’, dijo, ‘siempre que abone, previamente, el coste del nicho’. A pagar ¡675 pesetas!
De fina pintura
La noticia es, más/menos, de mi primera época. O sea, a mediados del siglo XVII. Un pintor, Agustín Nicolás, que gustaba de mover con soltura y acierto el pincel, se obligó con el Ayuntamiento de la Ciudad de Segovia, a pintar y dorar las bolas, cruces, veletas y saetas que se habían de poner en las dos torres de la Casa de la Ciudad. Con una condición indispensable: ‘conforme están las bolas y cruces de la iglesia Mayor’. O lo que es lo mismo, la Catedral. También se amplió su trabajo a la pintura del balcón de ‘yerro asentado en la cornisa del Ayuntamiento’. Y todo ello, como debería ser siempre, por escrito y ante notario.
Hay más, pero…
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(1) Había nacido Pepe Rodao en Cantalejo, Su fallecimiento, en Segovia el 23 de enero de 1927 a la edad de 62 años. Atrás dejaba un recorrido extraordinario como persona y estuvo también a la misma altura como poeta, periodista… En las páginas de ‘El Adelantado’, como magnífico ejemplo, dejó su impronta como ‘conductor’ de la Página Literaria que a lo largo de años ‘vio la luz’ cada lunes. Entre lo que dejó escrito –no hubieran tenido cabida en el espacio de esta página si insertara solo sus títulos-, encontré, año 1920 una titulada ‘Cantares Españoles’. Recopilación de cantares del pueblo de distintos poetas, entre ellos Rodao, que si tienen ocasión y quieren pasar un buen rato, busquen en la Biblioteca Digital de Castilla y León y no habrán perdido el tiempo.
