Paul García de Oteyza y Caterina Pañeda son una pareja de diseñadores españoles, tanto en lo profesional como en lo personal, que fundaron la firma de moda Oteyza en 2011. Con sede en Madrid, su marca se especializa en moda masculina y femenina, combinando la sastrería tradicional, la sastrería semitradicional (a medida) y colecciones prêt-à-couture que se venden a nivel nacional e internacional.
Su trabajo se caracteriza por fusionar la artesanía clásica con un enfoque vanguardista, desafiando los paradigmas del vestir y promoviendo una evolución equilibrada en la moda. Han recibido numerosos reconocimientos, como el Premio Nacional de Moda 2018, el Premio The New York Times Fashion 2020, y el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid 2024, entre otros. También han destacado en eventos internacionales, como la Paris Fashion Week, donde han desfilado durante diez temporadas consecutivas, y su desfile en la MBFWM 2018 fue el más visto en redes sociales, con más de 60 millones de visualizaciones. Además, fueron seleccionados para diseñar los uniformes del Pabellón de España en la Exposición Universal de Osaka 2025, con una propuesta que refleja sostenibilidad y raíces culturales españolas. Su enfoque combina materiales de alta calidad, como la lana de oveja merina, con un fuerte compromiso con la autenticidad y la sostenibilidad. El próximo 11 de septiembre participarán en el Hay Festival de Segovia con el espectáculo ‘Merina’, que promociona este tipo de lana como principal elemento de moda.
—Su formación dista mucho de su actual profesión, ya que usted Paul es experto en marketing mientras que usted Caterina es traductora de profesión, ¿Qué les llevó a fundar una de las firmas de sastrería más ambiciosas de nuestro país?
—Paul: Todo comenzó con una necesidad personal de reconectar con los oficios. Yo trabajaba en una multinacional y, junto a Caterina, sentíamos que faltaba contacto con la materia y el alma de las cosas. Después de una trayectoria internacional, decidimos que era el momento de emprender algo propio, con un enfoque en la artesanía y la identidad.
—Sus raíces familiares también han tenido una gran influencia, ¿cómo han modelado este proyecto?
— Caterina: Mi abuelo y mi bisabuelo eran sastres, trabajaban en la calle Gran Vía de Madrid y vistieron entre otros a grandes toreros de la época. Aunque cerró antes de que yo naciera, sí que nos inculcaron desde pequeños el valor de los oficios, esa sensibilidad por los tejidos, las caídas de las telas y la artesanía quedó grabada en mí. De joven, mi abuela, que era la oficiala de sastrería, siempre revisaba lo que compraba, las telas de las prendas ¡haciendo un repaso de arriba abajo! para ver lo que llevaba. Me gustaba la moda, pero también la artesanía. Con el tiempo, me di cuenta de que gracias a ellos había desarrollado una sensibilidad visual que me ha ayudado mucho en este proyecto.
P: Mi padre estaba vinculado al desarrollo de la oveja merina en Australia, uno de los mayores productores de lana del mundo. Por el otro lado de mi familia, había artesanos: pasteleros, músicos, panaderos. Por eso no nos centramos directamente en la moda, sino en recuperar la artesanía y crear un nuevo código de belleza, especialmente en la moda masculina, que luego evolucionó hacia lo femenino. Ha sido un crecimiento orgánico que nos ha llevado a atravesar las fronteras de la moda para llegar hasta las artes escénicas.
—Vuestro trabajo respira España, pero también tiene una proyección global. ¿Cómo lográis ese equilibrio?
—C: Queríamos una moda que reflejara España, pero que fuera moderna y vanguardista. Empezamos estudiando las raíces para poderlas reinterpretar, como la capa española, con la que hicimos un trabajo de minimización de la prenda para hacerla más funcional. Creamos un lenguaje de prendas que dialogaran con ella, manteniendo la tradición, pero con un enfoque contemporáneo. Fue un reto proyectar esa identidad española en mercados como París o Nueva York, donde vimos un vacío: una moda masculina con identidad española, pero moderna, que no caía en lo clásico ni en lo extremo.
P: Exacto. Buscábamos un cliente que quisiera salir de lo convencional, pero sin ir a posiciones extremas. Fuimos creando piezas que acompañan esa transición de la tradición a la vanguardia, con una sastrería elegante, materiales nobles y sostenibles que sobreviven a generaciones. Es alta artesanía.
—Han mencionado la sostenibilidad y la calidad como pilares en el diseño de moda, ¿Cómo encaja esto en un mercado dominado por la moda rápida?
—P: Hemos elegido el camino difícil. En España, desde Loewe en los años 80, no se ha consolidado una firma de lujo y alta artesanía masculina. Es un desafío construir una ‘maison’, como lo llaman los franceses, una casa en un mercado que no está preparado para ello. Cuando trabajas en el lujo, el arte, la artesanía, no puedes trabajar con los plazos que trabajan en una industria que está preparada para otros fines. Nosotros trabajamos desde una perspectiva a largo plazo, no buscamos rentabilidad inmediata. La pandemia ha hecho que más gente valore estas propuestas sostenibles, y la industria empieza a darse cuenta de que los ritmos frenéticos no funcionan.
—Sus desfiles tienen una teatralidad única, como en el espectáculo Merina. ¿Cómo diseñaron esta experiencia?
— P: El hecho de elevar la moda a la categoría de arte con la creación de obras escénicas, lo que hace es revaluar la moda y nuestras propuestas y te constituye no ya como un diseñador, sino como un creador artístico. En cuanto a Merina es una obra que mezcla moda, música y coreografía. Fue un desafío sin precedentes, incluso a nivel mundial. Diseñamos las prendas para que complementaran la narrativa, trabajando con danza, luces y música. La coherencia de nuestra marca nos llevó a esto de forma natural, no como una acción de marketing, sino como creación pura. La moda es una de las hermanas pobres de las artes, y queremos elevarla a la categoría de arte con obras escénicas, queremos transmitir un universo creativo que conectara con el público.
— Hablando de Merina, uno de sus grandes hitos y desde luego uno de los más virales, fue el desfile con ovejas en el Matadero de Madrid, ¿Cómo surgió?
— P: Sí, aunque estaba prohibido introducir animales desde que lo crearan como un conjunto cultural. Además fue en la ‘sala de despiece’, donde se situaron en el Front Row -primera fila- osea que no había ni influencers, las influencers eran ellas. Fue un toque de atención, el primer eslabón de la cadena que nos ha llevado a estar como estamos. Las ovejas representaban la conexión con la lana merina y nuestra historia. Ese desfile fue uno de los más visto de la historia en redes a nivel internacional, con más de 60 millones de visualizaciones, lo nunca visto en ninguna casa de alta costura. Fue algo absolutamente viral gracias a la colaboración que hicimos con el ballet nacional. Esto nos llevó a París, el premio internacional de moda, llegamos al calendario oficial de la Fashion Week, desfilando junto a grandes figuras internacionales de la moda. A partir de ahí, decidimos que no queríamos solo desfiles, sino shows artísticos que elevaran la moda a la categoría de arte. Así llegamos a Merina, que ha supuesto uno de los mayores desafíos en la historia de la marca, porque no hemos hecho solo el diseño de las prendas, sino también la dirección artística y la producción.
—Sin duda el espectáculo es un hito al combinar moda música y coreografía, ¿Cómo diseñaron la experiencia para que las prendas y narrativa cultural se complementaran?
— P: Ha sido tremendamente difícil y tremendamente fácil. La gente suele pensar que hemos hecho únicamente el vestuario, lo que nadie esperaba era que creáramos la obra entera, desde el guión, la música los audiovisuales, el vestuario por supuesto, que entráramos de lleno en la coreografía y que incluso participáramos en la elección de las personas que llevarían las luces y otros aspectos más técnicos. Todos estos elementos debían dialogar con las prendas. La lana merina, con su riqueza histórica y cultural, era el hilo conductor. Queríamos que el público sintiera la conexión entre la tradición y la modernidad, y que las prendas contaran una historia viva. No forzamos nada; el camino que hemos trazado nos llevó ahí de forma natural.
La implicación que hemos tenido es única en el mundo, no hay precedentes. Puede haber algo similar con Jean Paul Gaultier que hizo algún cabaret, pero poco más, porque es un desafío muy grande para crear y conceptualizar. Esto es mucho más que una creación de marketing, es creación pura, esto viene del alma y viene de un universo creativo.
—El próximo jueves participarán en el Hay Festival, un evento que tradicionalmente está más ligado al pensamiento y la literatura. ¿Qué les llevó a presentar Merina allí?
— P: El arte también es pensamiento. Merina es una obra catalogada en el Espacio Cultural de España, que cuenta la historia de la oveja merina, un animal que ha vertebrado la economía y la cultura española durante siglos. El festival nos dio la oportunidad de transitar esos caminos del pensamiento, de la historia de un animal que ha vertebrado la historia de España de norte a sur y durante siglos. No solo desde el punto de vista económico, fue el casi el oro español durante siglos, sino con la trashumancia, toda la cultura que se ha generado, con una perspectiva de modernidad para que los jóvenes entiendan que realmente la riqueza que tenemos, la tenemos dentro y que conecten con ella.
—Con el éxito de Merina y reconocimientos internacionales, ¿qué temas o materiales queréis explorar en el futuro?
— P: Después del éxito de público y de estar nominados a los Premios Nacionales de las Artes Escénicas en las mejores categorías, con la mejor obra, la mejor coreografía, mejor vestuario, mejor dirección, estamos llevando Merina a Europa y Asia, donde valoran mucho la riqueza española. Ya hemos actuado en Burdeos, en Francia y en Portugal, pero queremos que viaje más por el mundo. Estuvimos en Singapur y estamos hablando para llevarla también a Japón, donde admiran también mucho la cultura española. Este año comenzaremos otra obra, un proyecto que nos han encargado y en el que estaremos trabajando todo el año que viene. Será dinámico, con una fuerte carga plástica y menos lírica, pero siempre conectado con la moda. No podemos desvelar mucho, pero será emocionante.
— Hablando de la industria, ¿Cómo veis la evolución de la moda masculina en los próximos años, especialmente en términos de identidad y expresión cultural?
— C: La moda masculina está evolucionando hacia una mayor diversidad. Los hombres buscan prendas que cuenten una historia, con calidad y un relato cultural. Estamos dejando atrás el ‘feísmo’ y apostando por la sofisticación. En octubre o noviembre lanzaremos un perfume unisex, enfocado en el lujo y la exclusividad, que complementará esa visión.
— Y en cuanto a los materiales, ¿seguiréis apostando por lo local, como la lana merina?
— C: Absolutamente. La lana merina española es un patrimonio que queremos recuperar y revalorizar, porque es la mejor del mundo. Pero también creemos en explorar otros materiales locales, como linos o algodones, para apostar por la proximidad y la sostenibilidad. Es una necesidad, no solo una elección, para conseguir una apuesta sostenible y culturalmente relevante.
