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No siempre es buen momento para aprender alemán

por Alberto Herreros Laviña
7 de septiembre de 2025
en Tribuna
Alberto Herreros Lavina
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Luis Mester

¡Aquellos trenes de vapor!

LA UE Y EL INDULTO A PUIGDEMONT

Mi hija Cristina nació un gélido jueves de noviembre de 1996. Mi sobrino nieto Jacobo vino a este mundo un soleado viernes de marzo de 2023.
Yo «disfruté» de un permiso exprés de 3 días naturales, (jueves viernes y sábado) suficientes según el gobierno de turno, para darme cuenta de que mi vida había dado un vuelco y que ya no iba a ser la misma.
Mi sobrino, padre de Jacobo, tuvo unas «vacaciones» a cuenta de su primer hijo, de 16 semanas.
La comparación, con una diferencia entre ambos nacimientos de apenas un par de décadas es estupefaciente.

En mi caso, Cristina fue la primera. Fue un tsunami de emociones impagables al tiempo que un elemento que cambiaba las reglas del juego y de la casa. Ahí uno descubre que tres no es uno más que dos, sino una caprichosa progresión geométrica que hace añicos tu mapa mental. La casa, que se me antojaba espaciosa, encogió en cuestión de horas, no había manos, ni tiempo para tanta tarea nueva, tanto llanto nocturno, tanta atención esperada. Los días se acortaban sin aviso; las noches duraban siglos.

Esos dadivosos tres días de asueto, para estrenar y doctorarme en mi estrenada paternidad, eran una escapada de fin de semana para otros. Tres días. El estado te regalaba un tráiler de una serie de 40 temporadas que ibas a ver, un spoiler de la trama de tu nueva vida.
Mi sobrino, a su vez, disfrutaba de sus merecidas 16 semanas, gentileza del gobierno imperante. En dieciséis semanas, se construyó el «Empire State Building», da para aprender con soltura y desde cero, un nuevo idioma o se puede ver, un decir, las diez temporadas de Friends, dos veces. Casi nada.
Yo, lejos de tener tiempo para sacarme un C1 en alemán, volví al trabajo, insomne y feliz sin haber podido disfrutar de algo único. Ni para un curso de primeros auxilios neonatales me dio.

No sé bien qué ministerio de asuntos de cosas varias es el encargado de transformar esos tres míseros días en dieciséis semanas, pronto ampliables a veinte, ni qué cabeza tecnócrata pensante es quien hace los cálculos y en base a qué criterios.
Es posible que sea el mismo que decide que una boda no se merece una recompensa menor de quince días naturales retribuidos para que los cónyuges se vayan conociendo sin presiones laborales. Yo ese permiso lo daría antes, a cuenta, para evitar esos divorcios prematuros. Sean esos quince días una prueba de fuego, al estilo de los realities vergonzantes. Si la superan, durarán una eternidad.

El mismo brillante asesor que, tras muchas cábalas, le dijo a su jefe que estimaba que el permiso retribuido justo por una mudanza, una de las situaciones más estresantes, físicas y emocionales, debía ser de un día, dos a lo sumo. De ahí al psicoanalista privado.
Siguiendo la falta de lógica aplicada por los sucesivos gobiernos a la hora de asignar el permiso de forma proporcional al hecho que lo causa, si tienes la desgracia de que se te muera un familiar cercano, ya puedes aplicarte en un duelo exprés de dos días, pues es lo que te corresponde. Puedes continuar el duelo, ya en casa, una vez que hayas contribuido al PIB. Si tienes un familiar hospitalizado, ahí el Estado tira de fondo de armario generoso y te bonifica con cinco días a los que se añadirían otros dos en caso de desenlace fatal del tío Tomás.
Queda el cabo suelto de los perros o perrhijos. No tardará en aprobarse una ley woke que compense a los dueños por la pérdida de su fiel mascota con unos espléndidos diez días de indulto laboral para que se laman las heridas.

Tumbado en la cama de pronto me asalta la duda: una pareja tiene un desliz, fruto del cual, ella se embaraza y al ser familia de orden, casan rápido y se mudan los tres a un pisito modesto. El día que empiezan el viaje de novios reciben un WhatsApp en Tanzania, anunciando que el abuelo dejó de luchar y murió. Al volver de su luna de miel se enteran de que han envenenado a su Teckel.

Sentados en el sofá tras semejante cadena de infortunios, él hace una aproximación: “cariño sé que todo esto es terrible y cuesta encajarlo”. Tras una calculada pausa dramática, añade: estamos ahora en septiembre y sumando permisos, calculo que no tendremos que volver a la oficina hasta marzo de 2026.

Ella levanta la vista, los ojos aún acuosos y concede: “Quizás sea este un buen momento para aprender alemán”.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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