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Veinticinco años del Festival de Narradores Orales de El Espinar

por Elisa Yagüe
24 de agosto de 2025
en Segovia
Festival Narradores Orales El Espinar 2019

Festival Narradores Orales El Espinar 2019

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Todo comenzó en 2001, gracias al que fuera alcalde en aquel tiempo, Juan José Sanz Vitorio, quien pidió a Ignacio Sanz un festival como el de Segovia para el municipio de El Espinar, pero, eso sí, con características propias: se celebraría a cubierto (entonces existía el frío nocturno de la sierra) y en días alternos en El Espinar y en San Rafael, tres y dos noches respectivamente. Y así, una noche de agosto, comenzó como había comenzado su hermano mayor segoviano: con Quico Cadaval, botellín en mano, contando historias inquietantes como la de la fantasma discotequera o hilarantes como la de Manolo o Chaboleiro.

Aunque los dos festivales empezaron igual, la suerte que han corrido con los años ha sido bien distinta. En Segovia se dio con el espacio idóneo desde el principio, el patio de la casa de Casa de Andrés Laguna o de Abraham Senneor (las dos denominaciones se usan indistintamente), lugar de las historias salvo durante las ediciones de 2020 y 2021, años en los que se realizó el festival en los jardines de San Juan de los Caballeros para poder mantener la distancia de seguridad durante la pandemia. Además, pronto creció a siete días y duplicó sesiones por la tarde, familiares en los barrios de lunes a miércoles y sesiones de poesía en la Casa de Machado jueves, viernes y sábado; ¡Incluso, en la actualidad, triplica el sábado de la Noche de la luna llena! Tal ha sido el éxito y el lleno del patio, que desde hace algunos años la entrada a la sesión nocturna es de pago. Por su parte, el Festival de El Espinar ha sufrido más vaivenes y ha tenido que encontrar otras fórmulas gracias a la gran imaginación y energía de las personas que lo han ido cuidando durante todos estos años, porque el festival que funciona en un lugar no tiene por qué funcionar en otro, hay que adaptarlo y naturalizarlo a las circunstancias únicas de cada localidad, ya que todo cuenta y todo evoluciona.

Homenaje a Ignacio Sanz en el Festival de Narradores Orales, en El Espinar.
Homenaje a Ignacio Sanz en el Festival de Narradores Orales, en El Espinar.

La primera gran modificación del Festival se dio en 2008 con la introducción de dos sesiones familiares a las 20 horas, pero a esta le siguieron otras peores: en 2010 la reducción a cuatro días y en 2012 a tres, esto último supuso un gran varapalo pues casi cuando empezaba el festival… ya había acabado. Con estas tres sesiones, recibió el testigo de la dirección Carlos Yañez en 2018, año que trajo varios cambios sustanciales: el festival pasó a situarse entre semana, de martes a jueves y con sesiones en tres núcleos: El Espinar, La Estación de El Espinar y San Rafael, en todos ellos con sesiones familiares. Y aún hubo otro cambio fundamental: las sesiones nocturnas comenzaron a realizarse al aire libre. Las ubicaciones bailaron un poco, mientras que en La Estación de El Espinar se encontró en el patio del colegio un rincón maravilloso para escuchar, en San Rafael- tras probar el jardín del centro de mayores- se acabó optando por la entrada al Centro Cultural y en El Espinar el Patio de la Bola en el antiguo colegio del Arenal, ubicación que ha terminado por convertirse en símbolo de la narración oral. Y es que un buen espacio es fundamental para una buena contada, es obvio que se necesita unas óptimas condiciones acústicas, pero hay otros condicionantes en los que no se suele pensar conscientemente, aunque pueden ser determinantes como la temperatura, la amplitud en el espacio ocupado por cada persona o la comodidad de las sillas. ¡Lo que han podido sufrir los escuchadores de este festival durante años con las sillas asesinas, unas sillas plegables, pequeñas, de metal, incómodas y con vocación de instrumento de tortura! Tal era el temor que despertaban que había personas que preferían acarrear una silla plegable de casa para poder disfrutar sin pensar en insufribles dolores. Por fortuna, las sillas asesinas ya forman parte de la historia del festival y desde el 2023 todas las sesiones cuentan con unas comodísimas sillas que el público no duda en ayudar a recoger porque el público de este festival es un público atento en todos los sentidos. La otra gran novedad fue en 2023 con el aumento de un día para poder así llevar la narración a Los Ángeles de San Rafael, pero, sin embargo, esta gran idea no ha encontrado a día de hoy la fórmula del éxito (se ha probado incluso a hacer una sesión con no profesionales), en parte porque no se encuentra un lugar del todo adecuado para la escucha óptima. Posiblemente será cuestión de tiempo encontrar la manera de que germine la narración en este núcleo.

Este último año, con la vigésima quinta edición, se han dado aún más mejoras: el escenario bajo, el gran foco, el uso de micrófono inalámbrico que no termina de funcionar con todos los narradores y, sobre todo, la ampliación de un día, aunque planteada de una forma un tanto singular, pues en Los Ángeles de San Rafael solo ha habido sesión infantil, mientras que el quinto día no hubo de estas y se cerró la edición con Elia & Uxía y su espectáculo Orgullo rural, broche divertidísimo cercano al teatro a cuya presencia ayudó en gran medida a la Diputación de Segovia. Sin embargo, la última gran novedad del 2025 ha sido la creación del Premio de honor (con referencias al Patio de la bola) que en esta primera ocasión se entregó, de manos del alcalde Javier Figueredo, a Ignacio Sanz por su trayectoria profesional como creador del festival, divulgador de la tradición oral y narrador, justo después de su primera actuación en el Festival de narradores Orales.

Los narradores utilizaban la expresión corporal y técnicas escénicas o bien contaban las historias con precisión y ritmo.

Los narradores utilizaban la expresión corporal y técnicas escénicas o bien contaban las historias con precisión y ritmo.
Los narradores utilizaban la expresión corporal y técnicas escénicas o bien contaban las historias con precisión y ritmo.

Como se suele decir que las palabras se las lleva el viento, este festival ha contado durante, al menos la mitad de sus ediciones, con críticas y crónicas que han sido publicadas siempre en El Adelantado de Segovia. La memoria escrita sobre lo que se escucha, ve y percibe ha permitido hacer cierto seguimiento de la evolución tanto del festival como del propio oficio. Por eso se pueden rastrear estilos, repertorios, tendencias, intereses y la profesionalización cada vez mayor de este quehacer. Porque en estos últimos veinticinco años el oficio de narrar se ha ido depurando, organizando y dignificando gracias al trabajo de asociaciones, emisiones de podcasts y publicaciones tanto periódicas como las de la asociación Aeda y su revista El Aedo y con libros especializados como los publicados por la editorial Palabras del Candil. Con todo, independientemente de si ha quedado por escrito o no, la larga vida del de este festival, ha permitido disfrutar de experimentados narradores y de promesas que, en muchas ocasiones, han desarrollado su carrera en este ámbito, con lo que al escuchar tanta variedad entre los escuchadores se ha perfeccionado un buen oído, tal y como ha sucedido con el Festival de Narración de Segovia, de ahí la fama, en ambos casos, de público bueno y entendido.

¿Pero qué es lo que ha oído este público? De todo. Ojalá se pudiera recordar tantas y tantas historias. Algunas repetidas y muy conocidas pero cambiantes en virtud de quién las contaba, así sucedía con las folclóricas como la de “La tía Miseria” o con cuentos literarios adaptados o versionados hasta límites impensables como con “El ahogado más hermoso del mundo” de Gabriel García Márquez u otras de autores muy presentes como Benedetti, Moix, Cunqueiro… Pero también ha habido historias completamente únicas por ser invenciones de los propios narradores como las enloquecidas, tiernas y sociales historias de Félix Albo, partes de la preciosa novela Calle Feria en boca de su autor Tomás Sánchez Santiago, los poemas del propio Carlos Mestre, historias de vidas, ¡hasta gestas deportivas narradas por Simone Negrín! Historias cercanas, aunque procediendo de lejanos rincones del mundo, o de lejanos pueblos perdidos en el tiempo, o típicos pueblos como el que llena Diego Magdaleno de cuentos populares. En estos veinticinco años se ha visto la magia de contar con preciosa gracia lingüística pero también con los ojos, se ha visto jugar con la narración y la mímica como hacen Gamba y Ginny o adoptar técnicas de clown como Victoria Imaz. También ha habido música al estilo de las coplas de ciego en el caso de Salvador Lucio o Ángel Jodra, al estilo trovador con Crispín de Olot, o con música de cualquier instrumento y, además, muchos han sido, sobre todo ellas, las que se arrancaban a cantar entre cuento y cuento como Cristina Verbena.

Es imposible nombrar a todos, pero hemos vivido grandísimos y auténticos momentos extraordinarios, entre los que puedo recordar a Celso Fernández cantando mientras tocaba cual pandereta un pan redondo; al público llorando de emoción con las cartas de amor de Miguel Hernández contadas por José Manuel Garzón; ese contar sentado de Milo del Nido y un único movimiento del brazo para traer una serpiente al cuento; las paradas en seco de Paula Carballeira con cara de sorpresa; Rodorín dando vida a las historias con objetos; la mirada inquisitiva sobre el público de Pep Bruno en medio de una encrucijada; el reír hasta sentir que te vas a desmontar con Pablo Albo; Margalida Albertí navegando por el Mediterráneo; la insistencia de Fernando Martos por transmitir a los pequeños los saberes que no deben morir; Raquel López Cascales contando al tiempo que cocinaba o tejía; el calor de los jerséis de Val de San Lorenzo en la palabras de Maísa Marbán; Jaime de la Chana refiriendo el diluvio con su pelo convertido en barba o dejándose poseer por los personajes del Llano en llamas, posesiones como las que sufre Guti por parte de sus informantes al contar sus cuentos. Sin duda, hemos vivido momentos sublimes, también alguno bochornoso y realmente malo, pero hemos visto cómo las contadas se han ido estructurando con los años en espectáculos más cerrados, a veces con publicidad y casi siempre con título e hilo conductor. Hemos visto cómo los narradores daban importancia a la expresión corporal e introducían otras técnicas escénicas como los títeres o la magia o simplemente contaban con precisión y buen ritmo. Nos han dado a conocer a autores que no conocíamos y hechos culturales que desconocíamos. Nos han despertado sonrisas, risas y carcajadas, lágrimas, pensamientos y debates internos, pues parece que cada narrador o narradora cuenta por distintos motivos (aparte de ganarse el pan, claro), desde el que solo busca provocar risa al que busca una reflexión, pasando con el que quiere reivindicar el papel de la tradición, el mundo rural u otras cuestiones sociales, entretener, sorprender con su ingenio, dejarse ver, criticar el poder, jugar con las palabras, provocar ternura e incluso el que busca explicarse a sí mismo.

La edición de este 2025 tuvo lugar entre el 4 y el 8 de agosto.
La edición de este 2025 tuvo lugar entre el 4 y el 8 de agosto.

Y luego está lo que nos ha quedado al público y que a lo mejor ni venía en la cabeza del que narraba. Durante una hora más o menos, durante unas cuantas noches de verano, hemos sido presente en el “aquí y el ahora” olvidando cualquier cosa que nos preocupara antes de empezar la sesión o que volviera a la mente al final de ella, éramos todo escucha, arrebatados del mundo por la palabra. Hemos descubierto que en todas partes cuecen habas y que las cocían en todos los tiempos, que los seres humanos somos iguales ahora y siempre porque siempre nos hemos enfrentado a lo mismo; las mismas preocupaciones nos han rondando: la muerte, las necesidades de la vida, los abusos de poder, los miedos, las esperanzas y la convivencia con la naturaleza. Qué placer descubrir la justicia poética que equilibra el mundo, aunque solo sea en la ficción, aprender palabras precisas, adecuadas y con gracejo. Puede que nuestras orejas se hayan agrandado con el uso, pero eso es un regalo, pues el público del festival, en su gran mayoría, se ha quedado con la copla de escuchar a los otros -por si traen una buena historia- y así, al escucharnos más entre nosotros, nos hacemos un poquito más humanos y huimos de ideas fáciles, porque la complejidad de la vida necesita discursos desarrollados, coherentes, claros y precisos, además, obviamente, de tiempo y ganas para ser escuchados. Y estamos dispuestos a escuchar.

Verdaderamente, escuchar durante un cuarto de siglo es un presente formidable: gracias a los directores del festival, gracias a las distintas corporaciones del Ayuntamientos, técnicos, operarios y demás personas que han logrado que este festival haya llegado hasta aquí. Ahora cruzaremos las orejas esperemos que los próximos veinticinco años de Festival de Narradores Orales de El Espinar sean, por lo menos, tan buenos como estos y que, con suerte, lleguen a los siete días… ¿No era el siete un número mágico en la tradición oral?

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