José Francisco Martín Duque es catedrático de Geodinámica en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Desde 1995 trabaja también en la restauración de aquellos terrenos donde la mano del hombre ha dejado una cicatriz en el paisaje natural, a través del proyecto Restauración Geomorfológica, creando ecosistemas funcionales que puedan seguir disfrutando las próximas generaciones.
—¿Qué le motivó a fundar Restauración Geomorfológica y a dedicar su carrera a esta disciplina?
—Mi familia, mi abuelo, mi padre y mi hermano, se dedicaron a la minería (de arenas silíceas) en Espirdo. Yo he vivido la minería muy de cerca, por tanto. Al mismo tiempo, siempre me han interesado los temas ambientales y ecológicos, el paisaje y la conservación de la naturaleza. Siempre tuve claro que se podía compatibilizar la actividad minera con la restauración y conservación de los ecosistemas y paisajes, y desde nuestro grupo, estamos demostrando que esto es posible. Pero sólo si se hacen las cosas muy bien, con seriedad y profesionalidad.
—¿Hubo un momento o proyecto específico que marcó el inicio de esta trayectoria?
—El momento específico que marcó el inicio de esta trayectoria fue la restauración geomorfológica de la cantera La Revilla (en Orejana), cuya explotación había iniciado mi abuelo. Fue en 1995. Hace por tanto ahora 30 años. Así, en el entorno de un pequeño núcleo rural de Segovia, La Revilla (Orejana), nació todo lo que hacemos hoy.
—¿En qué consiste el método de trabajo que emplean?
—El método consiste en estudiar los paisajes naturales del entorno de una mina, y replicarlos (diseñarlos), mediante software específicos de tipo CAD (nosotros utilizamos en concreto un software llamado Carlson Natural Regrade, desarrollado en Estados Unidos). Después, hay que guiar a las máquinas para que, en lugar de ‘destruir’ un paisaje, lo construyan. Es como hacer un Belén, pero en gigante, en una mina. Con sus colinas, valles, riachuelos…
—¿Cómo lo ha adaptado a los contextos geológicos y ambientales de España y otros países?
—Lo adaptamos a cualquier contexto mundial estudiando los paisajes naturales de esos entornos. En concreto, este año lo hemos aplicado en países tan distintos como Colombia o el norte de Suecia, dentro ya del Círculo Polar Ártico. En el caso sueco, por ejemplo, realizamos trabajos para una importante empresa estatal sueca LKAB, por medio de un estudio de arquitectura del paisaje (VAST) de ese país. Y desde hace cuatro años, estudiamos cómo son las geoformas de la tundra y la taiga en el entorno de la cuidad de Kiruna. Y luego replicamos esas formas naturales en las minas.
—¿Qué desafíos ha enfrentado al implementarlo en diferentes regiones?
—En Colombia, por ejemplo, el calor es siempre extremo, y guiar las construcciones desde el propio terreno es muy complicado. Por ello, vamos totalmente protegidos contra el sol. Tampoco podemos hacer trabajo de campo en el entorno de la mina, por la inseguridad, de modo que utilizamos imágenes LiDAR. En Suecia, el desafío es una cubierta de nieve de 8 meses, que se funde en una semana. En todos los casos, quizás lo más complicado es guiar a los operarios de las máquinas, que están acostumbrados a trabajar siempre igual. Es decir, a construir siempre superficies planas. Sin embargo, en nuestros diseños, y tal y como ocurre en la naturaleza, nada es plano, ni recto, ni lineal.
—¿Qué lecciones ha aprendido de trabajar en contextos ambientales tan diversos?
—Creo que la más importante es humana, no técnica. En distintos países y ambientes, hemos encontrado gente maravillosa, muy profesional. Entiendes que la aproximación general es similar, pero que es preciso comprender bien el medio ambiente local (sobre todo las condiciones meteorológicas), desde una posición humilde, y siempre aprendiendo de los expertos y comunidades locales. También que cada país tiene sus propios códigos. Y sobre todo, que tienes que persuadir, informar y formar, más que presionar.

—¿Cómo evalúa el impacto a largo plazo de los proyectos de restauración geomorfológica en los ecosistemas y las comunidades locales?
—En el proyecto LIFE RIBERMINE, en el Alto Tajo, por ejemplo, hemos demostrado que es posible operar minas en un espacio protegido, consiguiendo ecosistemas de extraordinario valor en los espacios restaurados. Ello ha tenido muy buena acogida en esa comarca. Y en Suecia, hemos conseguido que una empresa minera, Viscaria, se comprometa a operar una nueva mina de cobre restaurando el paisaje desde nada más iniciarse la explotación, siguiendo técnicas de restauración geomorfológica.
—¿Qué avances tecnológicos espera ver en el futuro que puedan mejorar la precisión o eficiencia de la restauración geomorfológica?
—Creo que estamos cerca de realizar diseños mucho más eficientes y automatizados, quizás con el uso de Inteligencia Artificial. Pero dejando claro que siempre van a precisar de la componente humana para interpretarlos y dirigir todo el proceso. También creo que pronto veremos que se generalizan los sistemas de guiado automático de la maquinaria, de modo que le vayan indicando al operador cuanto debe excavar o rellenar para construir el paisaje, como si se tratara de una impresora 3D gigante. Y finalmente, creo que el gran cambio que deberíamos ver, cuanto antes, es que las empresas mineras adopten un sistema de restauración progresiva (sea geomorfológica o no). Es decir, que la explotación y la restauración sean simultáneas.
—Dado el aumento de fenómenos climáticos extremos,¿cómo puede la restauración geomorfológica contribuir a mitigar los efectos del cambio climático, especialmente en áreas degradadas por la minería o la construcción?
—La restauración geomorfológica ayuda a restaurar ecosistemas funcionales, que albergarán suelos y comunidades vegetales autosostenibles. Y ambos elementos son importantes sumideros de C02. También, en tanto la restauración geomorfológica permite construir paisajes más estables, menos erosionables y que infiltran más agua, se reduce la emisión de escorrentía y sedimentos hacia los cursos fluviales situados aguas abajo de las minas, por tanto, reduciendo el efecto de las crecidas fluviales y sus consecuencias negativas.
—¿Cree que las labores de restauración geomorfológica podrían ayudar tras la catástrofe vivida este verano con los incendios, especialmente en espacios históricos como las Médulas?
—Creo que solo de modo muy limitado. La restauración geomorfológica es especialmente adecuada para escenarios donde se ha modificado la topografía y el terreno, por actividades humanas que mueven tierras (como minería, construcción de carreteras, urbanización…). Sin embargo, los incendios afectan sólo a la ‘epidermis’ de los ecosistemas, y por tanto, nuestra actuación ahí es muy limitada. Aquí es más relevante la aportación de especialistas en suelos y en la recuperación de la cubierta vegetal. O en una gestión adecuada de los montes para prevenirlos.
—¿La restauración geomorfológica replica la naturaleza o crea nuevos paisajes? ¿Cómo influye esta perspectiva en los diseños de su equipo?
—La pregunta es magnífica. Siento ortodoxos, nunca podemos replicar a la naturaleza en cuanto a geoformas se refiere. Los materiales que forman una escombrera minera nunca son exactamente iguales a los que aparecen en la naturaleza. Nosotros estudiamos paisajes estables desarrollados sobre sustratos semejantes a los de las escombreras mineras, y nos guiamos e inspiramos en los primeros para diseñar los segundos. En ese sentido, siempre son similares, pero nunca son iguales. Por tanto, siendo estrictos, diría que creamos y construimos nuevos paisajes, pero que tienen una configuración, y sobre todo una función, similares a las de los naturales.
—¿Cuáles son los principales obstáculos que enfrenta la restauración geomorfológica para convertirse en una práctica estándar en la gestión de tierras transformadas a nivel global?
—Los obstáculos son: (a) una resistencia a cambiar las prácticas que se llevan desarrollado del mismo modo, durante décadas, y que en buena parte de los casos no funcionan; (b) una falta de valoración general, de la importancia de restaurar espacios mineros. Se olvida que, en el contexto geopolítico actual, en Europa, necesitamos minerales críticos. Pero nadie quiere minería en Europa. Y a veces hay que entenderlo, porque la minería no ha sido ejemplar. Sin embargo, una restauración minera impecable, a la que puede ayudar la restauración geomorfológica, es la que puede conseguir que se puedan abrir minas que alcancen la excelencia desde un punto de vista ambiental, y que, por tanto, sean aceptadas por la sociedad. (c) una mayor profesionalización del mundo de las restauraciones mineras (con independencia de si son geomorfológicas o no).

—¿Qué estrategias propone para superar estos desafíos?
—Es preciso realizar una labor ingente de divulgación y formación. También, que todos los sectores implicados se beneficien si hay acuerdos y consensos, y todo el mundo trabaja por un objetivo común, que beneficie a todas las partes, lo cual es casi siempre posible.
—Centrándonos en Segovia, la restauración de la cantera La Revilla en Orejana en 1995, fue un hito pionero a nivel internacional.
—En este proyecto participamos varias personas de un equipo de la Universidad Complutense de Madrid. En efecto, fue un hito pionero a nivel internacional porque ya estábamos haciendo restauración geomorfológica, sin saber que, en ese año de 1995, todavía casi nadie lo hacía. Esto lo hemos aprendido después, al revisar toda la literatura internacional.
—¿Qué desafíos específicos enfrentaron en este proyecto, considerando el contexto geológico y geomorfológico de Segovia?
—El desafío fue realizar algo que era nuevo. Por ejemplo, construir una ladera cóncava (en lugar de un plano inclinado). O rescatar los antiguos suelos que se eliminaron para abrir la mina, que estaban enterrados entre las escombreras, y volver a reponerlos.
—¿Cómo influyó esta experiencia en el desarrollo de su proyecto Restauración Geomorfológica?
—Como comenté anteriormente, este proyecto fue decisivo. Ahí nació todo, en una pequeña cantera de apenas dos hectáreas. Y ahora estamos trabajando en minas cuya superficie es de miles de hectáreas. Visto con perspectiva, me quedo muy sorprendido de la trayectoria recorrida en estos 30 años.
—Además de La Revilla, han trabajado en la restauración de una mina abandonada de arcillas en La Higuera (Espirdo, Segovia) en 2008. ¿Cómo se adaptaron los principios geomorfológicos a las características específicas del paisaje segoviano, como su geodiversidad y los ríos Eresma y Clamores?
—La principal novedad de la restauración de La Higuera fue que ya incorporamos cauces fluviales, en lugar de diseñar una mera ladera cóncava, como habíamos hecho en La Revilla. Y lo hicimos sin software, pues no comenzamos a usarlo hasta 2009. Como dice un colega, en La Higuera estábamos “interpretando música de oído”. Cuando nos hemos formado en el software Natural Regrade, “interpretamos música con partitura”.
—Segovia es conocida por su rico patrimonio geológico y cultural,¿Cómo se consigue que los diseños geomorfológicos, como los de La Revilla y Espirdo, se integren visualmente y funcionalmente con el entorno natural y cultural de la región?
—Sencillamente, “enlazándolos”, “cosiéndolos”, “conectándolos”… con su entorno. En lugar de dejar escombreras y frentes mineros como los que se dejan habitualmente, que son una afrenta visual y tienen un alto impacto ecológico. Fuera de la provincia de Segovia, por ejemplo, en el Alto Tajo (Guadalajara), algunas de las minas que hemos restaurado van a formar parte, en el futuro, de un Parque Natural (o Nacional, pues ese el proyecto). En ese sentido, el enfoque es revolucionario. No se trata de poner “una pantalla de árboles” para que no se vea la mina, sino de integrarla totalmente en su paisaje circundante.
—La restauración geomorfológica busca minimizar la erosión hídrica y la emisión de sedimentos, un problema común en áreas mineras. ¿Qué resultados específicos han observado en los proyectos de Segovia, como La Revilla, en términos de estabilidad hidrológica y reducción de impactos aguas abajo en los ríos locales?
—En ambos casos, antes de la restauración, ambas minas afectaban hidrológicamente a su entorno. Especialmente grave era el caso de La Higuera, que contaminaba físicamente, con una elevada turbidez, al río Polendos. Tras la restauración, nunca más hubo emisión de sedimentos a su entorno desde ambas minas.
—El pasado lunes impartió una conferencia en San Quirce sobre la “Degradación y restauración del alma de los paisajes”, ¿Cree que este tipo de iniciativas son una buena plataforma para divulgar la importancia de la restauración geomorfológica?
—Sí, pero como el tema de la restauración geomorfológica es tan específico, traté de dar un enfoque mucho más amplio, sobre degradación y restauración del paisaje. Lo más importante, tratando de ligar estos contenidos con el curso de pintores de paisaje, hablamos por ejemplo de Alexandre Hogue, quien está considerado el primer pintor de paisajes, a nivel mundial, que fue un “activista ambiental”, por sus poderosas y directas condenas al impacto de la humanidad sobre la naturaleza.
—Dado el éxito de los proyectos en Segovia, ¿planea expandir su trabajo en esta provincia, por ejemplo, abordando otras canteras abandonadas o áreas degradadas?
—Nosotros estamos abiertos a expandir nuestro trabajo en cualquier lugar del planeta. Y a formar a nuevos profesionales en este ámbito. Todo con el objetivo de intentar demostrar que las cosas pueden hacerse mucho mejor, sin gran dificultad, y con menores costes. Y obviamente, si podemos expandirlo más en la provincia de Segovia, pues estaríamos encantados.
