La historia de la moral política nos indica continuamente que el comportamiento moral de los lideres (alcaldes, presidentes, ministros) depende de sus votantes. La inmoralidad de los lideres hace que la moralidad del pueblo disminuya y su ejemplaridad influya en la existencia de un pueblo moralmente aceptable: la `pasividad del pueblo le hace responsable de la corrupción de sus gobernantes.
Por ello, si un líder político inmoral corrupto sigue gobernando el país la responsabilidad moral reside en quienes les han votado, especialmente en los miembros de su partido que les siguen apoyando con su silencio. Hacer de un líder político (Sánchez) un chivo expiatorio olvidando la responsabilidad del partido no produce el cambio moral del líder. Al contrario, lo fortalece.
Sea como sea, los líderes políticos de un país siguen siendo referentes para la sociedad, en especial para los jóvenes y niños. La figura de un presidente, un vicepresidente, un ministro o un diputado pesan y plantean un modelo a seguir. Deberíamos, por lo tanto, esperar que un líder político sea un ejemplo de honestidad, dedicación, entrega, rectitud moral y educación, es decir, que sea fiel exponente de los mejores valores y principios que deben regir una sociedad.
Desearíamos que nuestros líderes políticos sean personas inteligentes y hábiles negociadores, ecuánimes, democráticos y con visión de futuro. Esperaríamos una persona que sea un estadista completo, comprometido al máximo con el país. Este es el debería ser.
Lamentablemente lo que se está dando en el mundo y en nuestro país es muy diferente. Tenemos la proliferación de líderes políticos que reúnen toda una gama de antivalores y corrupciones, que fomentan una decadencia sociopolítica y moral de una magnitud difícilmente igualada en otro momento de la historia. Vemos líderes autoritarios, prepotentes, groseros, mentirosos, manipuladores, corruptos, antidemocráticos, imperialistas, enemigos de derechos humanos de minorías, antiambientalistas, impulsores de un capitalismo salvaje o de un socialismo obsoleto, con visión de muy corto plazo.
A nivel mundial, la lista de este tipo de líderes negativos es larga: Trump (USA), Putin (Rusia), Maduro (Venezuela), Kim Jong-Un (Corea del Norte), Sánchez y muchos otros son lamentablemente un ejemplo claro de este tipo de líder negativo que reúne muchos de esos antivalores que desgraciadamente se comienzan a volver normales o aceptables dentro de nuestras sociedades y representa un pésimo ejemplo para nuestra juventud de todo lo que no debe ser un líder, tanto por su forma de ser, como por sus inaceptables pretensiones totalitarias.
¿Qué clase de planeta podemos tener con este tipo de líderes? ¿Qué futuro le espera a la humanidad cuando esos personajes parecen más preocupados por defender intereses de ciertas élites o satisfacer sus deseos de poder, que en buscar el beneficio de los países que gobiernan? Urge un cambio de paradigma en el planeta, pero no solo un cambio político, sino un cambio interno en las personas, un cambio en sensibilidad, mentalidad y espiritualidad, una nueva conciencia. Necesitamos líderes que gobiernen con base en valores como la generosidad, el respeto y la solidaridad, líderes de luz y de paz, que unan y motiven, en vez de infundir odio y división. Líderes que verdaderamente se comprometan a acabar con la pobreza y que entiendan la importancia de preservar los maravillosos ecosistemas planetarios.
En nuestro país, es cierto que requerimos cambios y mejoras en él sistema democrático, pero la solución no es la llegada de un líder mesiánico populista que nos lleve a la tierra prometida a través de la destrucción de dicho sistema y el establecimiento de un régimen totalitario. También es cierto que los gobiernos anteriores cometieron errores y abusos y que nuestra democracia y nuestras instituciones no son perfectas. Pero el asunto no es destruir la democracia y la institucionalidad, sino trabajar para hacerlas más eficientes y solidarias, en fortalecer ese Estado social de derecho, orgullosos de lo mucho que hemos logrado hasta ahora como un país libre y democrático.
El pueblo español debe abrir sus ojos adormecidos. Tengamos mucho cuidado cuando elijamos a nuestros futuros gobernantes en las próximas elecciones, pensemos en lo mucho que hemos logrado hasta ahora con un sistema democrático e institucional muy bueno, envidia de muchos en el mundo. No lo destruyamos por seguir falsas promesas de líderes negativos mesiánicos con ínfulas dictatoriales.
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(*) Catedrático emérito.
