En Torreiglesias las fiestas no se inventan ni se disfrazan de modernidad, aquí se celebran como se ha hecho siempre, con fútbol, charangas, procesiones, peñas, misa, dulzainas y alguna que otra pizza comunitaria.
Todo arranca con la Semana Cultural, que este año empezó el 1 de agosto. Hoy ya es 11, y continúan las actividades. A las once y media los críos andan metidos en talleres y juegos, y por la tarde seguirán dando guerra. A las siete y media, merienda para ellos, claro. Y por la noche, cine de verano, porque un pueblo que proyecta películas al aire libre aún tiene arreglo.
El martes 12 sigue con el fútbol sala, pero también empieza lo bueno: parque infantil a las cinco, pizzada a las diez —porque sabemos que con hambre no se baila— y a medianoche, la primera gran fiesta de peñas. Las camisetas de colores, los altavoces, la alegría. Y lo mejor: todo sin perder la educación. El miércoles, vermut musical con la charanga Jaleo, campeonato de tango por la tarde —que oye, alguno se lo toma tan en serio como si lo juzgara Gardel— y luego espectáculo de trébedes, que a más de uno pilló ya con el vaso en la mano y la sonrisa puesta.
La víspera, el jueves 14, será un desfile de emociones: gigantes, cabezudos, ofrenda floral, danzas, limonada parroquial. Cena fría, pregón de la peña Los Linces y la orquesta Track que tendrá bailando al personal hasta las tantas.
El 15 y 16 son los días grandes: misas, procesiones con danzas y paloteos, disfraces, teatro, caldereta, DJs, sorteo de regalos… y ese momento mágico del vermut con dulzaina, que es más eficaz que cualquier terapia moderna.
El domingo se cierran los actos con una misa por los que ya no están, porque esta fiesta también sabe tener memoria.
En fin, que Torreiglesias no necesita grandes presupuestos para ser grande. Le basta con su gente, que ya lo son. Y eso no lo tiene cualquiera.
