Leo con sorpresa en algún medio de comunicación que el diario argelino Echorouk advierte de que Marruecos podría aprovechar el respaldo de Israel y la administración de Donald Trump para avanzar sobre Ceuta y Melilla.
Según el artículo del periodista Hamdi Yahya, Rabat estaría convencida de que una ofensiva no necesariamente militar, sino como una numerosa marcha silenciosa de personas, con el objetivo de desbordar las fronteras de nuestras dos comunidades autónomas, se presentaría ante la comunidad internacional como un hecho consumado, logrando de facto la anexión de las dos ciudades sin intervención militar.
Además, el texto reflexiona sobre la posición del actual presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, asegurando que parte de su política de acercamiento al régimen marroquí respondería al deseo de ganar tiempo y evitar, al menos a corto plazo, la activación de una ofensiva migratoria organizada sobre Ceuta y Melilla, que Rabat considera territorios ocupados.
El análisis también apunta a que, en caso de una escalada, España encontraría muy pocas naciones dispuestas a apoyarla abiertamente. Se menciona que sus únicos aliados potenciales podrían ser Argelia, el Frente Polisario, o incluso actores como Irán, Hezbollah o Rusia, estos últimos por intereses estratégicos propios, actuando posiblemente a través de terceros. Consideran que no contaríamos con el apoyo de EE.UU ni Israel, después de los últimos enfrentamientos. Hasta. aquí la noticia.
Lo que sí sabemos es que Marruecos lleva tiempo utilizando la presión migratoria como un instrumento diplomático y geoestratégico para influir en decisiones tanto en Madrid como en Bruselas. En ese mismo marco, el fortalecimiento de las relaciones del reino alauita con actores globales como Estados Unidos o Israel habría incrementado su peso en foros internacionales como la ONU. También que la presión migratoria de Marruecos la usa como chantaje político, una estrategia que nos complica la defensa territorial sin romper relaciones con Rabat.
Además, el aniversario de la crisis del islote de Perejil ha servido de pretexto para la reaparición en escena del activista Yahya Yahya, exparlamentario y presidente del Comité para la Liberación de Ceuta, Melilla y las islas adyacentes, rebautizado ahora como Coordinadora Nacional para la Defensa de las Causas del Reino de Marruecos.
Según El Faro de Ceuta, sus militantes de origen ceutí y melillense se desplazaron a Nador y Tetuán, ambas localidades marroquíes, para definir estrategias conjuntas con el objetivo de coordinar una nueva “marcha verde” hacia las dos ciudades autónomas españolas. La iniciativa recuerda la táctica utilizada por Marruecos en 1975 para ocupar el Sáhara Occidental, aunque en este caso se presenta como una «movilización pacífica» y «simbólica» que busca “la recuperación de las ciudades ocupadas”. Tampoco debemos en este sentido olvidar que el ex primer ministro marroquí afirmó que, tras el Sáhara Occidental, los siguientes objetivos serían Ceuta, Melilla y Canarias.
Este contexto convierte la posible marcha verde sobre Ceuta y Melilla en una amenaza no solo geográfica, sino también diplomática y estratégica, ya que su enclave permite controlar el paso por el estrecho de Gibraltar. Podría convertirse en una línea divisoria entre soberanía y sumisión. Por el momento, el Gobierno español no se ha pronunciado oficialmente sobre estas nuevas reuniones ni sobre el riesgo de una reactivación de protestas masivas. Sin embargo, fuentes diplomáticas citadas por La Razón reconocen que se sigue “con atención” el desarrollo de estos movimientos
Marruecos no tiene derecho legal sobre Ceuta y Melilla. Ceuta y Melilla son ciudades españolas sin discusión. Pertenecen a España desde antes de la existencia de Marruecos como estado independiente. Marruecos se independizó en 1956, pero estas ciudades ya formaban parte de España desde siglos atrás. Aunque Marruecos las ha reclamado, especialmente desde su independencia en 1956, no existe base legal para sus reclamos, y la ONU las considera provincias españolas.
