Juan Emilio Cristóbal Martín se dedica al antiguo oficio de la cantería en Sepúlveda, heredado de su padre y su abuelo. El y sus hermanos han continuado el negocio familiar.
— ¿Hace cuánto que comenzó el negocio?
— Esta es la cuarta generación de la empresa, mi padre, mi abuelo y más familia se han dedicado a esto, así que yo ya me pierdo de cuándo fue el principio de todo. Te puedo decir que cuando comencé yo fue en el año 1976, solo tenía 15 años, pero tenía muy claro que no me gustaba estudiar. Antes si no te gustaba estudiar, pues a trabajar.
— ¿Eso fue lo les hizo continuar el oficio?
— Si, nosotros teníamos el taller debajo de casa, antes los talleres estaban en la parte baja de las casas y al final al estar tanto en contacto con el negocio te familiarizas, te acostumbras y hasta te gusta. Eso fue lo que a mí me motivó, yo lo veía y me gustaba.
Yo lo he mamado, como suelo decir. He visto trabajar a mi padre, a los canteros que han trabajado con mi padre. Y eso fue lo que hizo que trabajase en este oficio.
— ¿Cuáles fueron sus primeros recuerdos en ese taller de su padre?
— Desde los 9 o 10 años, ya recuerdo el taller, y recuerdo ver cómo trabajaban. Yo era un chico de los recados. Antes los niños pues de vez en cuando hacían cosas que ahora son impensables, como por ejemplo beber vino, y a mí me mandaban mucho a por una bota de vino para que ellos almorzaran. He pasado muchas horas ayudándoles en el taller y estorbando, sobre todo.
— ¿Su padre tenía trabajadores? ¿Usted tiene trabajadores?
— Sí, yo tengo un trabajador y mi sobrino que también me ayuda mucho. Ahora estoy yo solo porque se han ido los dos a hacer cosas afuera, pero normalmente por las mañanas estoy acompañado.
Aun así, aunque tenga a mi trabajador, aunque tenga a mi sobrino, este negocio lo podría llevar yo solo sin problema.
— ¿Cómo funciona un taller como éste?
—Pues nosotros trabajamos por encargo, hacemos muchísimas cosas, desde una baldosa a un vierteaguas, un peldaño para una casa, un dintel para las puertas de una construcción nueva o no, una columna, un capitel, una fuente, placas conmemorativas también. Acabo de hacer ahora mismo una placa para el Alcázar de Segovia. Trabajos de cementerio también hacemos. Y luego ya está la parte más artística que son un escudo heráldico o una escultura en sí.
— ¿Y en ese campo tan amplio qué es lo que más le gusta?
—A mí lo que más me gusta es la parte escultórica, o incluso hacer un capitel o un canecillo. Es la parte más creativa y la parte más bonita. También tengo que decir que no es el día a día. El día a día es el trabajo para la construcción. Porque escudos no es una cosa que estés haciendo de continuo. Ahora he hecho uno y voy a hacer otro. Pero a lo mejor luego no tengo otro hasta dentro de un par de meses. En cambio, la construcción sí.
— ¿Con qué tipo de material trabaja normalmente?
—El trabajo, principalmente, el 90% lo hago con las piedras Rosa Sepúlveda. Pero trabajo con cualquier material porque como ya vendo para cualquier parte de España, hay sitios que no te permiten hacer nada más que trabajos en piedra blanca, o piedra amarilla, o piedra incluso negra. Ahora mismo tengo abajo unas piedras de color crema, que son para Segovia, para la calle Velarde.
Según lo exija el guion, por decirlo así. Si la obra es en Segovia, está claro que no me van a permitir hacer trabajo con piedra blanca ni con piedra rosa. Me van a pedir, como en este caso, piedra de color crema. Entonces yo me voy a buscar la piedra crema a otras canteras que hay en la provincia de Burgos. ¿Qué me lo piden en piedra blanca? Pues igual, voy y me la traigo.
— Trabaja en un negocio que es muy antiguo, ¿ha cambiado?
—No lo sé exactamente porque yo, como te digo, trabajo solo por pedido. Entonces, como trabajo por pedido, no me da tiempo a innovar. Cuando te hacen un encargo como la escultura de Víctor Barrio pues tienes más margen para hacer cosas nuevas. Pero normalmente no te dejan margen, una restauración, una escultura desde un molde… nada de eso deja lugar a la innovación, no puedes en un altar que estas restaurando decidir hacer un astronauta como en Salamanca.
— El taller lleva toda la vida en Sepúlveda, ¿nunca se plantearon llevarlo a Segovia o Madrid?
—No, no, no. Yo soy muy sepulvedano y traer, lo que sea, pero sacar nada, y eso lo tenía clarísimo. He salido del taller, me he ido a trabajar a otros talleres, a Perú, a Uruguay, a dar clases, pero salgo yo, no sale el taller.
Antes cuando teníamos el taller de mi padre y de mi abuelo yo casi no podía trabajar piezas grandes, a mí al final se me quedó pequeño, así que lo trasladamos, y ese hubiera sido el mejor momento para trasladarle a una ciudad, pero no quisimos hacerlo.
— Desde que su abuelo tenía el negocio, su padre hasta ahora, las cosas han cambiado mucho, ¿cómo de un taller pequeñito se consigue llegar a hacer la Almudena en Madrid?
—El taller que tenía con mi abuelo, mi padre, era un taller muy pequeño, porque eran canteros, ellos no hacían escultura, eran la cantería tradicional, lo que hacían era para la obra. Yo aprendí escultura por gusto, de manera autodidacta y a base de prueba y error, y se me tenía que dar bien porque cuando empecé este taller me llegó el encargo de la Almudena, y yo que nunca le digo que no a nada pues lo hice. Las cinco esculturas de la parte más alta de la catedral de la Almudena son mías, encargadas por otro escultor, pero hechas por mí.
— Trabajar para otros escultores que al final firman obras que son suyas, ¿no es frustrante?
—Es frustrante cuando el escultor que te lo encarga no te reconoce, pero si el escultor que te lo está encargando te está reconociendo tu trabajo, es al revés, es mucho más gratificante. Hay escultores como Juan de Avalos o Pablo Serrano con los que la relación siempre fue maravillosa.
—¿Cómo define su trabajo?
—Que para mí es como un hobby. Porque mis amigos incluso me dicen, tú no te vas a jubilar nunca. Y yo sí que me voy a jubilar, pero como me gusta, no sé cuándo. Para mí es un trabajo muy gratificante que hago lo que me gusta y soy feliz con ello. Entonces yo aquí me dan las horas y no me entero.
—Finalmente, ¿cómo se siente con su trabajo?
—Como un chico con zapatos nuevos, tengo trabajos por toda España, es muy gratificante cuando vas a un sitio y ves algo tuyo. Yo trabajo muchas cosas que no sé dónde van, se las llevan del taller y yo no las vuelvo a ver, hasta que igual estoy en un pueblo de Extremadura y me encuentro con un escudo que he hecho yo. Yo conozco mi forma de trabajar, conozco mis trabajos y aparte los firmo, entonces es una enorme satisfacción ver tus trabajos por ahí y que los haya en muchos sitios y saber que son tuyos.
