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Aquellas cuadrillas de segadores gallegos

por Moisés Migueláñez Gómez
2 de agosto de 2025
en Tribuna
MOISES MIGUELANEZ GOMEZ
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Luis Mester

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Llegado mediados de junio, fieles a su cita, llegaban a la antigua estación de Ortigosa de Pestaño , los gallegos. Todos venían con su bicicleta, con el paraguas negro atado a la barra, sus almadreñas y su maleta de madera atada, a veces, con una cuerda.

Las cuadrillas de hombres venían acompañadas de algún zagalillo jovencito, casi un niño, que se dedicaría a atar las mieses. Durísima era la siega, tanto para castellanos como gallegos; no lo entendía así la poetisa y novelista ROSALÍA DE CASTRO (1837 – 1885), que dedicó durísimos versos al trato, según ella, que se daba a los segadores gallegos.

Para comprender el proceder de esta mujer, hay que analizar su vida : fue hija de una hidalga, venida a menos y de un sacerdote, que por tanto no pudo legitimar, pero que evitó su entrada en la inclusa, encargando la educación a dos de sus hermanas solteras , muy austeras y rígidas. Una vida llena de avatares, a los que unió el matrimonio oscuro con Manuel Murguía, un personaje con fuertes ideas galleguistas; vida azarosa matrimonial, ya que el marido prohibió a Rosalía escribir en castellano, y, cuando ésta murió quemó todos sus escritos que no le venían bien a su proyecto antiespañolista. ¡Una pena!

Una vida de película , que nos da a entender el porqué de estos versos:

CASTELLANOS DE CASTILLA
(fragmento traducido al castellano),

Castellanos de Castilla, / tratad bien a los gallegos, / cuando van , van como rosa; / cuando vuelven , como negros. / Van pobres y vuelven pobres, / van sanos , vuelven enfermos, / que aunque ellos son como rosas, / les maltratáis como negros.

…

Permítame Dios , castellanos, / castellanos que aborrezco, / que antes gallegos mueran / que ir a pediros sustento…. / ¡Castellanos de Castilla! / tenéis el corazón de acero, / como peña, el alma dura, / sin entrañas el pecho….

Esta es una pequeña muestra, y no la más agria ,de este poema, que fácilmente se puede rebatir como lo hace Xosé Ramón Barreiro, catedrático de la Universidad de Santiago, criterio que totalmente comparto, tras lo vivido por los segadores, tanto gallegos como castellanos en mi pueblo, Migueláñez.

Xilografía costumbrista de 1874 que muestra un grupo de segadores.
Xilografía costumbrista de 1874 que muestra un grupo de segadores.

Algunos han querido ver en esos versos una dicotomía entre ricos y pobres, vasallos y señores. No estoy de acuerdo con eso. En el siglo en que vivió la poetisa no se vivía mejor en Castilla que en Galicia, presentar el campesinado castellano, compuesto por pequeños propietarios, como terrateniente sin escrúpulos es alejarse totalmente de la realidad.

El trato a los gallegos, de eso doy fe por lo que ocurría en mi casa y en todas las del municipio, era el mismo a las cuadrillas de gallegos como a las de castellanos, que también había. Puedo poner un ejemplo, muy cercano en mi familia, ya que una hermana de mi padre , casada hacía cinco meses y embarazada , perdió a su marido en las tierras segando un día de Santiago en una pequeña localidad segoviana, formando parte de una cuadrilla de segadores castellanos; la hija que esperaba, casi actualmente centenaria , no pudo conocer a su padre.

El hecho que la asistencia de gallegos perdurara durante más de tres siglos, nos da a entender la tolerancia y buenas relaciones entre estas comunidades.

La siega era dura para todos: La jornada comenzaba a la 4:00 de la madrugada. Los hombres tomaban una copa de aguardiente y un par de onzas de chocolate, de las cuales , a veces , un adulto partía una y se la daba al zagalillo, que con el traqueteo de carro iba medio dormido.

Con la fresca se segaba mejor, pero el sol iría subiendo, entonces el sudor empapaba la camisa, corría por el rostro y hacía durísima esta actividad.; de vez en cuando había que parar a “echar un trago” y posteriormente a almorzar, huevos , con chorizo, lomo de la olla , torreznos…

Compartían la comida, que puntualmente había transportado el merendero, cocido ,agua, vino fresco.., tanto los segadores como el amo, que era uno más a trabajar.. El sol apretaba, hasta el punto que los cubiertos quemaban. …Una pequeña siesta a la escasa sombra del carro o una hacina, y, nuevamente al trabajo hasta que la tarde, que era larga, declinaba.

Vuelta al carro acabada la jornada. Se habla de las canciones del segador; yo nunca la escuché; iban tan exhaustos, que únicamente pensarían en llegar a la casa del amo para librarse del polvo adherido a la piel por el sudor.

Sudorosos llegaban a casa al anochecer, se lavaban en una artesa o pila, (entonces no había agua corriente en las viviendas). Y a cenar las sopas de ajo, las tortillas gigantes, muchas veces guisadas, que ahora se denominan “del segador”, y más conservas de cerdo. Aquí el reconocimiento al trabajo de las mujeres en esta época a la hora de preparar tal cantidad de comida. El esfuerzo que suponía ese trabajo requería una alimentación “contundente”.

Recuerdo que se comía mejor que se hacía durante el año, ya que las ollas con el conserva mejor de la matanza se reservaban para la siega.

Como se ajustaba el trabajo, siempre apuraban al máximo para sacarse mejor jornal .Se trabajaba hasta los domingos (con la dispensa del Obispo, jeje) y, recuerdo como cosa curiosa, que el cura en esos festivos tocaba la campana a misa antes de las cuatro para hacer la celebración previa a la dura y larga jornada .A veces coincidía el Corpus con este periodo de trabajo; ese día se descansaba y los gallegos lucían camisa blanca, y, lavados y afeitados, acompañaban la solemne procesión por las calles, para posteriormente convivir con todos en el bar y aprovechar la larga siesta para recuperar fuerzas.

Este pasado invierno se ha celebrado en Santa María la Real de Nieva un encuentro con gallegos: llegaron en un autocar, alguno de los de más edad, que venía entonces de zagalillo, pero la mayor parte hijos y nietos de los antiguos segadores. Cita muy bonita y llena de añoranzas, en la que en nombre de los que vinieron a trabajar, éstos, dieron muestras de cariño y reconocimiento por el trato recibido en aquellos años. Con el dinero que sacaban, indicaron, solían pasar el resto del año. Bonita actividad este encuentro que recordaba aquellos duros, pero añorados tiempos en los que con tan poca cosa nos conformábamos, compartíamos y ayudando… éramos felices.

Vaya desde aquí el reconocimiento a los hombres del campo, a aquellos que entonces regaron las tierras con su sudor y a los que ahora con más mecanización dedican su vida a la agricultura, tan siempre olvidada, denostada y poco reconocida por las instituciones.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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